Capítulo 07 | Cercana lejanía

154K 15.6K 1.3K
                                    

Canción: Set fire to the rain - Julia Sheer.

-*-

CAPÍTULO SIETE

Cercana lejanía.



«Espero que algún día me perdones porque no podré cumplir las promesas que alguna vez te hice. Me duele más, de verdad que lo hace. No soy bueno para las despedidas, pero me voy dejando mi alma junto a tu almohada. Te ama, James».

No puedo dejar de mirar la nota, ya ni siquiera me importa si me veo ridícula al cargarla conmigo. Repaso las líneas, las inspecciono buscando algo que nunca he encontrado.

El eco en mi cabeza sigue repiqueteando, recordándome que ha vuelto después de todo este tiempo, después de todos los problemas, de todas las heridas. James ha vuelto y yo solo quiero que regrese por donde vino.

En mis sueños escondidos, alguna vez quise que él regresara. Lo imaginaba entrando por una puerta, corriendo para abrazarme y para susurrarme que todo había sido una mala jugada que había creado mi mente; pero eso nunca pasó. Hoy sé que está en alguna parte de esta ciudad y, aunque si pienso en él mi corazón revolotea, sé que no lo quiero cerca.

A pesar de que creí que no iba a poder soportarlo, que moriría si lo veía de nuevo y comprobaba que ha estado bien sin mí, estoy más viva que antes. Más viva y más decepcionada que nunca.

Ya no tengo lágrimas, tal vez me he quedado seca. Quizá mi alma se ha cansado de marchitarse, mi mente de lamentarse y mi cuerpo de extrañarlo.

No sé qué hacer, sin embargo, no creo que tenga que hacer algo. Ha estado fuera de mi vida por un largo tiempo, sé perfectamente que la he pasado mal, que la pasé más alcoholizada que sobria, más llena de lágrimas que sonriendo; pero sobreviví sin él, no lo necesito.

Las llamas anaranjadas y amarillentas en la chimenea de roca bailan con un ritmo especial e inigualable, casi como si crearan sus propios acordes, su propia melodía y no pudieran evitar deleitarse con los sensuales movimientos.

Miro la única fotografía que me queda, un tono verduzco colándose como fondo, un jardín seguramente. La observo delineando con mis ojos nuestros rostros, nuestros ojos brillosos y los puntos altos de nuestras narices. En realidad, no recuerdo por qué sonreía, solo la conservé porque me recordaba a todo lo bueno que habíamos vivido. Ahora no sé si hubo algo bueno.

Cuando llevaba su cabello más revuelto que esas pelotillas resecas del desierto, me gustaba meter mis dedos en ese matorral rojizo y obligarlo a besarme porque sus besos me transportaban a otro lugar donde nada dolía y todo era paz.

No obstante, y aunque hiere, si estoy agradecida con él por darme unos cuantos meses de ilusión. Le doy las gracias por hacerme conocer el amor, ese que te saca el aire y te vuelve loca, que asesina por dentro cuando no lo tienes a tu lado.

Arrojo esa pequeña cajita de recuerdos que nunca me atrevo a olvidar ni dejar atrás, esa fotografía que me acompañó en los peores momentos y esa nota que marcó una etapa llena de hiel. Arrojo todo, no me quedo con nada, y me quedo fascinada por cómo el fuego quema, oscurece y mata.

El olor a papel quemado se cuela por mi nariz y me dice que todo estará bien porque por primera vez fui valiente.

Las esquinas de mi boca se levantan, pero luego bajan de nuevo. Si tan solo pudiera arrojar al fuego los recuerdos que más me torturan, aquellos que están tatuados en mi mente con tinta indeleble.

Una serie de carcajadas masculinas llegan hasta mis oídos, siento que voy a hiperventilar, pero me obligo a calmarme. Como no soy lo suficientemente fuerte, escapo antes de que puedan verme. Camino hacia la cocina y me posiciono a lado de mi mejor amiga, quien corta zanahorias y papas, se ha convertido en una gran cocinera y parece disfrutarlo. Cuando la conocí, no preparaba ni siquiera un poco de cereal con leche.

Begonia © ✔️ (TG #2)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt