Capítulo 32 | Filo helado

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Canción: The Climb - Priscila Brenner

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CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Filo helado


Un hijo.

Voy a tener un hijo.

Ya ha pasado una semana desde que me enteré de la gran noticia, y mil sentimientos siguen recorriendo mi cuerpo cada vez que recuerdo que una vida se está formando en mi vientre. Puedo resumir las emociones en una sola palabra: felicidad. Soy feliz, no creo que me haya sentido así antes.

Alguna vez llegué a pensar que nunca formaría mi propia familia, que mi destino era la soledad que yo me había impuesto. Cuando era joven soñaba con un hogar que nunca tuve, con dar el amor que necesitaba. Todavía no nace y ya siento que amo a esta pequeña semillita, siento que haría cualquier cosa para protegerlo, aunque tenga que luchar contra mí. Voy hacer lo necesario para que mi bebé tenga una madre entera y no un pedazo.

Al principio me quedé en estado de shock, pensé que estaba alucinando, que Leopold estaba jugando o que me encontraba sumergida en un sueño profundo. Cuando la lucidez volvió, me puse a llorar y me dejé felicitar. Llamé a mamá, quien llegó al consultorio y me abrazó con lágrimas en los ojos.

Hicimos una cita y fuimos con la ginecóloga, confirmó mi estado y me dio instrucciones detalladas, pronto empezaré a tomar vitaminas. Me prohibió las bebidas alcohólicas y cualquier otra posible adicción, en ese momento supe que no tocaría ningún tipo de vino por el bienestar de mi hijo. Mi hijo... aún no me lo creo.

Leopold tenía razón, ahora tengo un buen motivo para salir adelante. Alguien más precisa de mi bienestar, de mi salud mental, espiritual y corporal. Tal vez me cueste, quizá no; pero la emoción en mi pecho ha derretido muchas inseguridades que creía eternas. Tengo miedo de no ser suficiente, sin embargo, haré lo posible para serlo.

—¿Crees que estos colores son bonitos? —pregunto, concentrada en la gama cromática de la revista de decoración.

Estoy sentada en la barra de la cocina con un montón de libretillas repletas de imágenes, mamá está preparando el almuerzo. Ha tomado la cocina como método de relajación, un tipo de terapia. Se aproxima y se asoma para ver de qué hablo, analiza los cuadritos con colores rojizos. Frunce los labios, disgustada, y niega. Termino suspirando porque no he encontrado nada que nos guste a ambas. Cuando era adolescente todo era más sencillo, llenaba mi habitación con un montón de colores revueltos y lucía bien... ahora no. No puedo poner discos de vinilo en la pared, ¿o sí?

—No, no me agradan, ¿por qué no intentas con verde lima y naranja calabaza? Tal vez marrón.

Regresa a lo que estaba haciendo, mientras yo me sigo torturando, rompiendo la cabeza para encontrar una linda combinación. He decidido agregar algo de color al departamento. Sasha me está ayudando a recolectar fotografías para enmarcar y colocar en las paredes, hay algunas donde soy pequeña, otras con mi hermano, algunas con Tess, y una donde estamos los cuatro sentados en la arena de una playa.

Me agrada la última, es mi memoria feliz.

Creo que llamaré a Tess, estoy segura de que querrá ayudarme, y podría contarle que he sembrado una linda semilla; aunque eso signifique que tenga que venir a Hartford.

Aparto la revista cuando mamá coloca un plato con huevos delante de mí, tomo un pan de la canasta y permito que mis papilas se deleiten con el platillo. Siento una mirada sobre mí, sé que quiere preguntar, probablemente no ha dejado de pensar en eso. Yo he bloqueado ese punto, hago como si James no fuera el padre de mi bebé. No es que no quiera que lo sea, me pregunto si tendrá su cabello o sus ojos, es que todavía soy muy cobarde.

Begonia © ✔️ (TG #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora