Capítulo 20 | Aguacero

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Canción: Be my forever - Corey Gray ft. Caitlin Hart

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CAPÍTULO VEINTE

Aguacero


Hace más de dos meses que no tengo noticias de mis padres, sé que están igual que siempre gracias a los chismes de la gente en Hartford. Se dice que Joseph fue a una de las licorerías del centro a comprar un banquete de vino y dicen que mamá ha pasado las mañanas sentada en la tumba de Erik.

Cuando murió, mamá pasaba horas en el cementerio hablándole a la nada. No importaba lo fuerte que yo le gritara, ella no me escuchaba; pero cuando me miraba, cuando emergía de las tinieblas y pensaba que mi madre volvería, Sasha me lanzaba algún comentario sobre mí no siendo suficiente.

Lo que más me duele de todo es que hubo un momento en el que de verdad consideré que tenían razón. Él era el hijo perfecto, y yo era solo Maggie. Yo era la poco divertida, la poco inteligente, la poco creativa, la poco carismática; mis errores y defectos eran los que siempre estaban a la vista de todos.

Pude haber odiado a Erik, pero preferí amarlo porque él no tenía la culpa de las opiniones de los demás.

Agosto y Septiembre siempre fueron los meses más tristes de mi calendario. Hoy se cumplen diez años desde que él murió, diez años desde que mi castillo mágico se hizo un montón de escombros. Agosto porque él estuvo agonizando en un cuarto de hospital y Septiembre porque lo perdimos.

No le llevo flores porque él las detestaba, le llevo chocolates, a pesar de que no podrá comerlos. Una bolsa de Hershey's porque eran sus favoritos, sobre todo los combinados con cacahuates. Y uno de los aviones coleccionables que tanto le gustaban.

Me permito llorar un poco, más bien mucho, suspirando de vez en vez.

—Debo decirte adiós, Erik, el problema es que no sé cómo.

Me quedo en silencio, mirando su nombre y esa horrible cita que mamá quiso poner. Yo escribí algo genial cuando mi hermano murió, recuerdo que les mostré las estrofas, pero ella me lanzó la hoja de papel y me dijo que no era lo que su niño merecía. Permanezco quieta hasta que el suelo cruje y el vello de mi nuca se eriza. Mis nervios regresan y con rapidez armo mi pared para que nada pueda dañarme, aunque mi escudo no es efectivo todas las veces.

Ellos no me saludan, ni siquiera sé si me han reconocido. Por debajo de mis pestañas, los observo colocar un arreglo floral enorme, lleno de margaritas y rosas blancas. Me pregunto si mis padres lo conocieron realmente o si solo actúan de esa forma porque se supone que a un padre debe dolerle la pérdida de un hijo.

Papá toma la bolsa de chocolates y la avienta a la tierra, cierro los ojos con dolor y dejo que las lágrimas recorran mis mejillas y mi barbilla.

—Si Erik estuviera aquí, habría comido su pastel favorito —susurra mi madre y, aunque tengo los párpados cerrados, se que su vista está estancada en mí.

Quiero gritarle que yo sigo viva y que también deseaba que me cocinara un pastel, yo habría sido feliz si tan solo hubiera recordado el día de mi cumpleaños.

Los escucho alejarse sin pronunciar alguna despedida. Entonces me seco el aguacero regado en mis estanques y respiro profundo para controlar mi respiración agitada.

Coloco la bolsa de dulces de nuevo en su lugar y acaricio el concreto que resguarda lo que un día fue mi hermano pequeño. Paso saliva para desmenuzar la bola que se extiende en mi tubo.

—Si tan solo supieran que ni siquiera te gustaba tanto ese pastel. —Sonrío al recordar que solo lo comía para que mamá no se molestara, yo hacía lo mismo.

Begonia © ✔️ (TG #2)Where stories live. Discover now