Capítulo 24 | Fragmentos y abrazos

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Canción: Big girls cry - Halil Furkan Bektas

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CAPÍTULO VEINTICUATRO

Fragmentos y abrazos


La botella de agua se me resbala de los dedos mientras recuerdo. Hay partes negras, pero no como antes, los huecos se rellenan y los sucesos desfilan tan rápido que comienzan a marearme.

Quiero vomitar, llorar y hacer que esas partes que mi mente había escondido, regresen a su sitio.

El desconocido corrobora que nadie esté mirando, siempre apretando mis muñecas. Lleva los gestos relajados, como si no estuviera con la chica a la que le arruinó la vida. Ni siquiera puedo seguir mirándolo porque creo que voy a caerme, así que clavo la vista en un lugar lejano, pretendiendo que no estoy a punto de derrumbarme.

—Me recuerdas, ¿verdad? —pregunta. Mi alma entera comienza a temblar, siento los labios sellados y todo me da vueltas. ¿Por qué tenía que aparecer justo ahora? ¿Por qué simplemente no desapareció? ¿Por qué mi cerebro lo reconoció?

Mi pulso se acelera mientras lo escucho soltar risitas divertidas. Me repito una y otra vez que no debo llorar con él siendo testigo de los daños porque parece regocijarse de ellos.

—Supe que tu amiguito está en la ciudad, ¡qué lástima que la deuda esté saldada! Sería genial divertirme un rato. —Mis ojos vuelan a los suyos tan negros como el carbón, tan desprovistos de calidez—. ¿Ya le dijiste lo bien que la pasamos en su ausencia?

—Púdrete —digo con los dientes apretados y me zarandeo para que me suelte. Sorprendiéndome, me deja ir y ladea la cabeza. Yo alzo la barbilla en un débil intento de parecer valiente

—Dile que le mando saludos, primor. —Quiero golpearle la cara para borrar sus facciones llenas de satisfacción. Él se escabulle, a lo lejos escucho la campanilla, señal de que se ha marchado.

Mis hombros se relajan y el aire sale de mis pulmones, me convierto en el minúsculo ser que soy. Comienzo a sentir esa necesidad de refugiarme en cualquier rincón. Deseo correr, pero sobre todo, quiero que James me abrace y me susurre que todo va a estar bien.

Doy un paso, dispuesta a irme lo más rápido que pueda, pero me detengo y fijo la vista en los congeladores. No debo hacerlo, no quiero hacerlo. No obstante, hay veces que esto no se puede controlar, es como un monstruo que quiere rugir y dejar claro que es el dominante entre los dos.

Me apresuro y obtengo una botella, solo para olvidar un poco. El licor me ha acompañado en los momentos complicados, lo ha hecho desde hace mucho tiempo. Aún con los recuerdos revelándose, me dirijo a la caja y pago, escondo mi adquisición en mi bolso y salgo al exterior.

No hay brisa fresca, ya no dejo que mis sentidos me gobiernen porque lo único que puedo pensar me está matando con lentitud. Mi edificio departamental se aparece en mi visión casi de forma fantasmal, y por alguna razón siento que puedo respirar. Sé muy bien quién es esa razón.

No saludo al portero, a pesar de que levanta la mano con una sonrisa recorriéndole el rostro. Ya está acostumbrado a que en ocasiones no soy tan fuerte como para regresar el gesto.

Voy directo a su puerta y toco unas cuantas veces, pero nadie me contesta, haciendo obvio que todavía no ha llegado. Apoyo mi espalda en la pared y dejo que las primeras lágrimas caigan, no las limpio porque sería inútil.

Veinte minutos más tarde, unos pasos me sacan de mi trance. Mi cuerpo comienza a picar, necesito hablar con alguien o explotaré. James se acerca luciendo cansado, mira un juego de llaves. Sé que algo está pasando por su expresión, pero no puedo preocuparme por eso en este momento aunque suene egoísta.

Begonia © ✔️ (TG #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora