Capítulo 26 | Descubrimiento

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Canción: Lay me down - Natalie Major

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CAPÍTULO VEINTISÉIS 

Descubrimiento


Me doy vuelta de nuevo en la cama y bufo, son más de las cuatro de la mañana y no he podido dormir ni siquiera un poco. Es como si tuviera cinta adhesiva reteniendo mis párpados.

Salí a comprar un té de manzanilla para Maggie ayer en la noche después de que me corrió a los gritos. Me sentí como un gusano egoísta cuando me di cuenta de que no le había preguntado si estaba bien, por el contrario, solo la ataque y balbuceé cosas sin sentido sobre mi padre.

No puedo evitar la rabia que pasa por mi cuerpo cada vez que recuerdo lo que ese tipo nos hizo, tanto a Maggie como a nuestra familia. No controlé mis emociones, aún quiero salir a buscarlo para partirle la puta cara de mierda.

Luego, al entrar al edificio departamental, me llevé una sorpresa al ver a Sasha en el pasillo, recargada en la pared y con la mirada perdida. Me acerqué y ella se desmoronó, quería hablar con su hija y pedirle perdón, así que le ayudé a que caminara porque parecía no coordinar por los nervios.

Sabía que debía dejarlas solas, pero cuando la puerta se abrió y reveló todo ese desastre de cosas rotas y muebles profanados, busqué a Maggie temiendo lo peor. Casi se me sale el corazón cuando la vislumbré tendida en el suelo, pero ella se levantó.

Jamás voy a olvidar esa mirada vacía.

La he visto borracha y hecha un desastre, pero lo que vi ahí fue totalmente diferente. Ella necesita ayuda y me duele que no me quiera cerca para tenderle una mano. La amo sin importar lo malo entre los dos, yo solo quiero estar ahí cuando necesite un abrazo.

Quiero hacerle ver que el mundo tiene colores.

Termino enderezándome y poniéndome de pie, dispuesto a esperarla afuera de su departamento si es necesario.

Tallo mis ojos y abro la puerta, solo para quedarme quieto como una estatua.

—¿Puedo pasar? —pregunta con timidez. Me hago a un lado para permitirle la entrada. Está cambiada y aseada, su cabello es reluciente y la piel de su rostro luce como la de la Maggie que yo conozco.

—¿Quieres tomar algo? No tengo mucho en el refrigerador, pero hay jugo de durazno.

—Jugo de durazno es perfecto —susurra con una media sonrisa que le correspondo automáticamente.

Me dirijo a la cocina y vierto el líquido en un vaso de plástico, al regresar, ella está sentada en uno de los sofás. Me coloco a su lado y le ofrezco la bebida, ella le da tragos sin mirarme. Por un momento me pongo nervioso, pero cuando me mira sé que no hay por qué temer.

—Lamento lo de anoche —dice, sorprendiéndome—. No quería que me vieras de ese modo, por eso te pedí que te fueras. Me avergüenza lo que me pasa y me da mucha pena tener que necesitar del alcohol para sentirme mejor.

Mi mano busca la suya y la aprieta, entretejo nuestros dedos, sintiéndola cálida contra mi palma.

—El que debe disculparse soy yo, es solo que no voy a superar lo que ocurrió hasta que no quiebre la mandíbula de ese imbécil. No lo pensé, solo dejé que el enojo burbujeara, debí detenerme para abrazarte y no soltar palabrería estúpida.

—Puedes abrazarme ahora. —Una sensación agradable se asienta en mi pecho. Maggie se deja rodear, apoya su cabeza en mi hombro y su mano en mi antebrazo, amoldándose a la perfección a mi anatomía. Siempre se ha sentido así, como si nuestros cuerpos estuvieran hechos para refugiarse en el otro.

Begonia © ✔️ (TG #2)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن