Capítulo 10 | Heridas tentadoras

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Canción: Thinking out loud - Jasmine Thompson


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CAPÍTULO DIEZ

Heridas tentadoras


Después de pasar siete años sin tenerla cerca, lo máximo que puedo soportar sin su presencia alrededor de mí, son dos días. No puedo concebir la idea de no vislumbrarla, aunque estar cerca signifique dolor y lejanía.

Dos días sin verla me parecen una eternidad.

No es que me emocionen las fiestas de cumpleaños, nunca he sido fanático de ese tipo de eventos, prefiero estar en un lugar más callado y solitario; pero ella estará ahí y necesito ir porque no sé cuándo va a huir y escapar a Hartford. Además, debo acompañar a Dan en el primer cumpleaños de las gemelas.

No es como si fuera demasiado sacrificio, de todas formas.

Así que cepillo mi poco cabello en este pequeño cuarto de hotel y me dirijo al exterior para tomar un taxi. El camino es tan corto que no tengo idea de por qué gasté dinero en un vehículo, bien podría haber llegado caminando.

La cuadra está llena de vehículos, de madres y padres cargando a sus hijos con regalitos envueltos de formas chistosas. Romina, la madre de Tess, está de pie en el umbral de la casa, dándoles la bienvenida a los asistentes. La saludo con una sonrisa, siendo testigo de que su esposo la rodea y besa su cabello rubio.

Adentro todo es multicolor. Una alfombra de confeti y un techo de globos les indican a las personas hacia dónde deben de caminar, como si fuera una pasarela. El patio trasero es grande y verde, mesas de todos los tamaños se encuentran debajo de un toldo blanco decorado con globos de colores.

En uno de los costados hay una mesa larga en la que hay hileras de pastelillos cubiertos por betún rosado con brillitos y regalos de todas formas, así que coloco mi presente en un espacio vacío y paseo la vista por todo el lugar.

Ubico a Tess y a Dan riendo con sus hijas junto a los padres de mi mejor amigo. George carga a una de las gemelas encantado, mientras Helen hace caras chistosas e intenta darle su dedo para que lo apriete. La escena me hace sonreír de oreja a oreja, ellos nunca fueron los mejores padres del mundo.

A Dan le gustaba ir a mi casa cuando éramos niños, recuerdo que le pedía consejos a mi madre. Ella siempre ha adorado a Dan, aquel pelinegro que un día encontró llorando en el jardín porque sus padres se habían ido de la ciudad y lo llevó a casa para darle una gran rebanada de pastel de limón. Desde ese día, pasábamos las tardes jugando con el balón de fútbol americano, prometiendo y soñando con que algún día entraríamos a un equipo importante, nos hicimos prácticamente inseparables.

Siempre supe lo mucho que le dolía el rechazo que recibía por parte de su familia, siempre supe que le gustaba la atención que recibía en la escuela porque no tenía atención en casa; pero él siempre fue un gran amigo, siempre fue una gran persona. Encontró a una mujer que supo ver su interior y él aprendió a valorar las pequeñas cosas y a pisar el suelo.

No obstante, la alegría me dura poco al ver a Maggie charlando con un hombre como de mi edad que le sonríe y la mira de una manera que no me gusta en absoluto. Me tenso, ¿qué mierda?

Nuestras miradas se encuentran y no se separan, el pobre muchacho sigue hablándole, mientras ella solo asiente sin dejar de mirarme. Nuestro último encuentro no fue la mejor cosa del mundo, me arrepentí como el infierno de haber insistido, pero luego me dije que a eso vengo.

Quizá no pueda impedir un matrimonio, pero al menos tomará la decisión de casarse con el conocimiento de qué fue lo que nos separó hace casi ocho años. Y partirá mi corazón, eso seguro, pero valdrá la pena.

Begonia © ✔️ (TG #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora