He oído muchas veces la metáfora del plato y el vaso. O quizá sea solo una mera historia que realmente sucedió. Pero estoy segura de que sabes a la que me refiero.
A veces he pensado en coger un vaso y tirarlo al suelo —porque sí, porque quiero— y quedarme quieta mirando todos esos trozos que antes estaban juntos, unidos.
Observar los pedacitos y compararlos con cualquier otra cosa: un país, un juguete, un libro, un hueso, un corazón. Y, entonces, recordar el momento exacto en el que sentí que cada una de esas partes que formaban aquello que bombeaba sangre a todo mi cuerpo volaron por los aires.
Y creo que por eso me encanta y a la vez aterra escuchar cómo se rompe un cristal; porque me recuerda al sonido que hice yo un día.
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Memorias de un corazón.
Short StoryBienvenidos al lugar más profundo de mi mente. Porque, si estáis aquí, supongo que será porque sentís que vuestro corazón tiene recuerdos, que cada pulsación no solo hace que la sangre recorra vuestro cuerpo, sino que tiene algo más. Y también supo...