38. Crisis existencial de un poco de polvo y su no-odio

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Esperé mucho de ti, quizá demasiado. Y creo que por eso me equivoqué contigo.

Deseé demasiado, imaginé bastante más de lo permitido, me pasé creyendo que tú y yo éramos los nuevos amantes que dejarían en la nada a Romeo y Julieta. Pero se quedó en eso: en deseos, imaginaciones y creencias. Eso es todo lo que fuimos, y ahora somos humo y cenizas.

Porque lo nuestro me recuerda a aquella canción de Amaral que dice que, si pudiéramos ser algo más que polvo y energía, seríamos la luz de dos estrellas extinguidas.

Porque éramos y somos exclusivamente eso, polvo y energía que pronto desaparecerán; somos una cantidad tan minúscula de eso que, si nos ponemos a pensar, somos insignificantes para el universo. Porque ese gran vacío, parecido al que siento en el pecho, seguirá funcionando como si nada hubiera pasado, como si no nos hubiéramos conocido, como si no hubiéramos existido.

Porque, dentro de unos años que no significarán nada comparado con lo que ha vivido todo aquello que desconocemos, ¿qué seremos? Creo que sería de verdad como si no hubiéramos pisado un mísero rincón de este jodido planeta, como si no te hubiera mirado una sola vez, como si no te hubiera sonreído, como si nunca nos hubiéramos besado el uno al otro en sitios que nos ponían el vello de punta, como si nunca hubiera sucedido algo entre nosotros.

Será como si nunca hubiéramos dejado nuestra huella en este lugar que dentro de más años siquiera existirá, como nosotros, y se sume a nuestra nada.

Será como si se me diera la oportunidad de odiarte durante toda la eternidad.

Pero no quiero hacerlo.

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