Memorias de un corazón.

7. Nunca más. Me rindo

Ahora mismo lo único que siento es que no sirvo, que soy inútil, y que nunca podré hacer nada, que nunca me podré valer por mí misma y que soy el ser más débil que hay sobre la faz de la Tierra. Y mientras, los demás, ¿qué harán?

Pues seguir con su vida, como hasta ahora, sin importarles lo más mínimo qué haga, cómo me sienta o cualquier cosa que tenga que ver conmigo. Aunque no es nuevo tampoco, la verdad, porque siempre he sido la chica mediocre, la que no ha llamado la atención nunca y ha pasado desapercibida a los ojos de la humanidad.

Y es que nunca, pero nunca, he recibido las muestras de apoyo que he necesitado para levantarme del suelo o de donde narices estuviera. Porque no, siempre, o casi siempre, he estado sola, curándome las heridas de la batalla o dejándolas al aire; ya sanarían solas. Porque sí, se podría decir que siempre he sido la única que ha estado por y para mí, porque nunca nadie más ha estado conmigo en momentos como este, en los que, directamente, ya parezco más un fantasma y un alma en pena que una persona normal y corriente como hasta hacía unas horas era; porque ya no soy la misma chica de antes, y creo que nunca más lo seré.

Y es que “Nunca más”, dije alguna vez. Pero sabía que eso no se iba a cumplir y que nunca me iba a rendir. Pero esta vez no es así.

“Nunca más”, me repetía continuamente. Pero lo volvía a intentar.

“Nunca más”, insistía sin cesar. Pero seguía.

Seguía. Es curiosa esa palabra, y más aún que antes lo hiciera y ahora no. Ahora, por estas tonterías...; exacto, me rendí por ellas. Pero antes no; nunca me cansaba de hacerlo hasta que lo conseguía mantener impecable.

Pero ahora he tirado la toalla.

No más intentos. No más ilusiones. No más esperanzas. No más nada. No más yo.

Me rindo, porque sí, porque ya lo he intentado varias veces para nada y he perdido, porque me han dado palos hasta cansarse pero nada importaba.

Me rindo, porque he tirado la toalla.