43. Ángeles y demonios

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He vuelto a rezarle a un Dios que no existía para que todo esto terminara. He acudido a Él como un acto reflejo, trantando de encontrar algo, cualquier cosa, que apaciguara la tormenta que llevo dentro. Pero no lo he podido encontrar.

En cambio, los demonios me están empezando a arrastrar con ellos, a decirme con palabras dulces que allí estaré mejor, a salvo, entre los brazos de alguien aún más cálidos que los de Él. Y empiezo a creerlos, porque son los únicos que acuden a mí cuando suplico piedad. Vienen esos ángeles, aunque estos con las alas cortadas y el cabello lleno de hollín, a contarme que allí arriba no me tendrán en tanta estima como ellos.

Pero aún estoy encerrada entre cuatro paredes conmigo misma, hablando sola y pidiendo calma, serenidad. Pero no me escucha, sigue sin hacerlo, y empiezo a dudar que sea capaz de acudir a Él de nuevo, porque dudo que salga de esta.

No puedo librarme de mis demonios.

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