Es extraño meditar lo que le vas a decir a una persona y terminar por no confensarle lo que se te ha pasado por la cabeza en ese momento, tener esa sensación de deber hablarle y abrirte pero ser incapaz de hacerlo. Y todo por el miedo a asustarla, a que deje de querer hablar contigo (si es que alguna vez lo ha hecho), a perderla todavía más que antes. Miedo a decirle que puede contar contigo en las buenas, en las malas o en las regulares, cuando se le caiga el mundo encima y tengas que ayudarle a ponerse en pie o cuando le aplaudas y vitorees porque lo ha conseguido ella sola y se lo merece. Miedo a querer que se adentre un poco más en tu vida y que ella rechace ser una de las afortunadas de ver el caos que eres desde dentro, desde un lugar privilegiado en el que poca gente ha estado antes. Miedo a que se marche sin avisar y te sientas más sola que nunca. Miedo a que deje un vacío en ti mayor que el que había antes. Miedo a que no le guste cómo eres y se marche de tu vida sin siquiera avisar. Miedo a que piense mal de ti. Miedo a que te ignore y no te cuente sus penas, a que tampoco quiera saber de las tuyas. Miedo a que no te escuche y hayas hecho el ridículo. Miedo a que piense que estás loca.
Tal vez solo sea miedo a decir la verdad, a ti misma.
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Memorias de un corazón.
Short StoryBienvenidos al lugar más profundo de mi mente. Porque, si estáis aquí, supongo que será porque sentís que vuestro corazón tiene recuerdos, que cada pulsación no solo hace que la sangre recorra vuestro cuerpo, sino que tiene algo más. Y también supo...