Capítulo Dos.

11.4K 854 234
                                    

—Yo también voy a casarme —dije con total tranquilidad en un invento que nadie podía creerme, pero Marcus me miró como si realmente fuera a suceder eso. Me dolió la mirada que me regalaron sus ojos, pero al mismo tiempo me pareció un acto hipócrita cuando él era quien se estaba por casar.

La tensión creció en ese lugar y me di cuenta de que estábamos en silencio porque yo no seguía contando lo que estaba haciendo ahí. Balbuceé como una niña, sintiéndome pequeña por el simple hecho de no tener una excusa real y la que había inventado fuera más bien un delirio.

—No sabía que... que ibas a casarte también. Simplemente, vine a ver la iglesia y... bueno...

—Viste el nombre de mi padre en la puerta —susurró Marcus y se me cayó el mundo abajo. Me sentí mal por burlarme de una persona que había fallecido y al mismo tiempo me llegaron mil dudas. No sabía qué decirle porque Marcus parecía devastado por lo que había sucedido y yo me sentía muy culpable por no haberle dicho la verdad—. Pensé que habías venido para apoyarme...

Otro golpe más en el pecho me dejó sin aliento y lo miré angustiada porque le estaba fallando de todas las maneras posibles. Di un paso hacia él y Marcus se fue hacia atrás, dejándome en claro que no quería contacto conmigo. No podía hacer nada, él me estaba negando algo que ambos habíamos dado final de manera amistosa.

—Pero... ¿Por qué me dijiste eso sobre no casarme? No concuerda con...

—Supongo que hablé sin pensar —decidí finalmente soltar una verdad entre tanta mentira y Marcus me regaló una sonrisa, seguida de esa mirada de regaño que solía darme cuando estaba enojado conmigo. Yo me sentí nuevamente en casa—. Lamento mucho lo que ha sucedido, Marcus... entiendo que debe ser muy duro...

Él suspiró y decidió no mirarme, sin querer responderme y entendí que todavía era muy fuerte todo lo que había sucedido. Di un paso más hacia él y finalmente decidió no moverse, por lo que lo envolví en un abrazo que yo necesitaría si perdiera a mi padre. Marcus finalmente me recibió y me correspondió el abrazo que yo deseaba darle, aunque en realidad quería hacer mil cosas diferentes con él, claro. Su aroma fue el mismo, la sensación de calidad fue la misma y sentí que todo lo que habíamos vivido volvía tan rápido como se había ido.

Siempre creí que había hecho lo correcto y jamás me iba a arrepentir, éramos dos personas en momentos importantes de nuestras vidas en donde necesitábamos estar solas. Me apenaba mucho que Marcus estuviera por casarse, pero tampoco podía detener una boda cuando era feliz con esa persona. Lo suficientemente feliz como para llegar a ese compromiso.

—Sigues teniendo mucho Photoshop —susurré y lo escuché reírse, moviendo el pecho demostrando aquella acción. Se alejó de mí con una pequeña sonrisa triste, de esas que uno daba cuando algo le causaba gracia, pero estaba demasiado roto como para reírse de verdad. Me tomó una de mis manos y me dejó un pequeño apretón, haciendo que todo mi cuerpo vibrara. Lo miré tratando de contener las lágrimas y la angustia que estaba viviendo en ese momento solo por él. No me imaginaba como era perder a una persona, mucho menos a un padre. Me dolía el corazón de solo verlo de ese modo tan angustiado y abatido. Ese no era mi Marcus, ese hombre que estaba frente a mí era una persona dolida al extremo de encontrarse perdido.

Quise ser esa que le diera la contención que merecía, ser esa persona que él necesitaba y por un momento me pregunté si yo podía serlo. Di un paso hacia delante olvidando su boda, mi falso compromiso y todo lo que habíamos vivido. Sin embargo, Marcus miró el suelo completamente fuera de la conexión que yo tenía con él.

Estaba perdido y yo quería encontrarlo.

—Te juro que no puedo creerlo... todo sucedió muy rápido y... y nada. Iba a casarme hoy, Lizzie, hoy iba a ser el día supuestamente y, en cambio, estoy despidiendo a mi padre. Mi vida... mi vida está de cabeza. Nunca me he sentido tan perdido en mi vida... ¿Quién soy sin mi padre? ¿Qué tengo que hacer ahora?

Sabía que para Marcus su padre había sido un gran pilar y no me sorprendía que estuviera perdido sin él. Si me sorprendía que continuara pendiente de él luego de tres años, supuse que ese tipo de relaciones tóxicas eran imposibles de soltar. Quise decir algo, pero la puerta del lugar se abrió y entró una modelo de Victoria's Secret.

Bueno, no, pero parecido.

Una chica que debía medir dos metros, con un cabello castaño rubio que caía como si fuera una princesa de Disney y unos ojos verdes que daban impresión de solo mirar. Me quedé observando a la mujer pensando que estaba en un casting de modelos y no me había enterado. Pero al instante me di cuenta de quién se trataba. La afortunada.

—¿Qué ha sucedido, Marcus? ¿Estás bien? —le preguntó ella, ignorandome, y por un momento iba a ponerme en plan intimidante (¿a quién engaño?) cuando ella se giró para observarme y en su rostro se notó la sorpresa—. Oh, por Dios, tú eres la escritora Elizabeth.

La que hizo correr a Marcus por un aeropuerto, sí, esa, mamita.

—Lizzie, ella es mi novia Portia —me presentó a la joven y por un momento iba a pensar algo malo, pero no pude. Ella se mostraba tan simpática que me dejó sin palabras y balbuceé sin saber qué decir. ¡Tenía que gritar! ¡Tenía que quemar el vestido, robarme al muerto y quemar la iglesia! Bueno, tampoco para tanto. Pero en ese momento nada salía de mi boca, vaya inútil me había vuelto—. Nos íbamos a casar, pero parece que el destino es una mierda. Vi tu vestido, cielo, lo siento.

Miré el vestido mil veces, lo fulminé con la mirada y quise quemarlo. Nada pasó, claro. Solo yo y mis ganas de quemarlo todo.

—Oh, no te preocupes, amor, no creo en esas cosas —le susurró con una sonrisa digna de un comercial de Colgate, pero luego me observó a mí y me siguió observando con cariño. Uno que no me gustaba nada—. Marcus ha hablado maravillas de ti siempre. Leí tu libro, me encantó.

¿También leíste como tu novio insertaba su moneda en mi...? Tomé aire y prometí que iba a calmarme. Ya no era Lizzie de veinticinco años, era una persona sensata, inteligente y una mujer muy decente. No tenía pensamiento en donde a mis genitales le ponía nombres de objetos.

—Lizzie me ha dicho que quiere casarse en esta iglesia, ¿crees que puedes ayudarla a hablar con alguien luego de todo esto? —le preguntó Marcus a su novia con un tono bastante neutro, casi como si no estuviera diciendo esas palabras. ¿Me estaba organizando mi boda falsa? ¿Qué carajos? ¿Por qué le había hablado a su novia de mí?

—Si, por supuesto. ¿Quién es el afortunado? —quiso saber la chismosa y yo me quedé en silencio porque no se me ocurría nada.

Piensa, Lizzie, piensa, piensa.

La puerta volvió a abrirse y Suni entró de una manera bastante atropellada, trayendo del brazo a un chico alto y rubio. Estaba sonrojada hasta la frente y su acompañante parecía estar enfadado por el ceño fruncido.

¿Qué decirles? A veces las personas cometen estupideces y yo era una experta en hacerlas. Por eso decidí cometer un error que me condenó por mucho tiempo, uno que no deben hacer nunca de ningún modo. ¿Por qué lo hice? No lo sé. Lo vi y me pareció un chico guapísimo, casi sospeché que Suni lo traía para eso. Era el destino, yo confiaba en él.

—Con él.

El joven me miró sorprendido y paralizado, como si no supiera que estaban diciendo. Marcus se giró para observarme y cuando volvió a mirarme su expresión era tan horrible que me petrifique. Me miraba con enojo, con bronca y rabia, como si lo hubiera traicionado.

—¿Te vas a casar con mi hermano, Lizzie? ¿Cuándo pensabas decírmelo?

El destino es una mierda.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu