Capítulo Siete.

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Salí de mi casa necesitando aire y fue ese el momento que Suni me llamó. La atendí sintiendo que ese era un día interminable y me preguntó en dónde estaba, que deseaba hablar conmigo. Le mandé la ubicación y en media hora estuvo en mi casa. Yo me quedé sentada en los escalones antes del porche, sin querer estar adentro con esa mujer malvada. Todavía no me había dedicado a pensar en lo que iba a hacer, todavía estaba en esa ciudad sin ningún tipo de propósito. Ignoremos el hecho que fantaseaba con destruir una boda, eso no era posible.

Suni bajó de un bonito auto y recordé que la chica era millonaria, su padre lo era, así que asumí que tenían la misma fortuna. Se notaba por su manera de vestir, que parecía venir de un drama coreano que veía cuando estaba aburrida y quería llorar. Debía pesar cincuenta kilos y era una preciosura la enana, con esas mejillas que daban muchas ganas de pellizcarlas. Seguramente a la chica no le gustaba nada eso, pero era un deseo que no podía evitar cuando la veía.

—Que bonita casa en la que vives, señorita Elizabeth —me dijo la chica con una sonrisa de dibujo japonés y le regalé la misma aunque sin tantos ánimos—. Muchas gracias por dejarme venir a hablar con usted...

—Suni, creo que sabes que no soy una anciana como para que me trates de usted. Y prefiero que me digas Lizzie —le pedí y ella asintió, sentándose a mi lado en el escalón. Se acomodó el vestido rojo lleno de flores blancas y sacó de su bolso una pequeña mantita para taparse las piernas. No la entendí, pero tampoco pregunté, Suni era un ser humano extraño que yo no entendía—. ¿Qué querías decirme?

—Lamento si hoy me comporté de una mala manera con usted... no era mi intención para nada. Le... bueno, te tengo mucho respeto y eres un ejemplo a seguir para mí. Todavía recuerdo esa chica que no sabía si promocionar su novela o no... estoy contenta que hayas logrado tanto —me contó y yo le regalé una sonrisa sincera llena de aprecio por sus palabras. No era la primera persona que me decía algo de ese estilo, pero siempre se agradecía—. Pero creo que ha llegado en un momento un poco complicado... y me gustaría contarle que ha sucedido en estos años que no ha estado para tenerla en contexto.

Asentí, agradeciendo que Suni cumpliera el deber que mi amiga Laura no estaba haciendo. Yo no sabía nada e iba descubriendo mil cosas y algunas de ellas no eran bonitas de escuchar. Me gustaba saber que a alguien le interesaba contarme, aunque suponía que la charla con Marcus iba a hablar sobre eso. Por lo menos iba a estar enterada de cosas y podía fingir sorpresa, que tan bien me salía eso.

—A la editorial le ha ido muy bien estos años y si bien no somos grandes, hemos logrado vender algunos títulos de valor. Ha sido mucho esfuerzo, muchas noches sin dormir en la oficina y mucho trabajo de parte de Marcus —me explicó y asentí, porque eso era algo que sospechaba. Marcus era muy decidido en lo que se proponía y sabía que había sacado a la editorial del peligro con mucho trabajo—. Cuando la editorial consiguió mantenerse en pie, fue el momento en que la familia de Marcus sufrió una crisis muy grande. La madre de él decidió finalmente divorciarse de su padre cuando se enteró de que tenía un hijo con otra familia.

Ahí entendí porque la mujer ni siquiera había ido al funeral de su marido, porque simplemente ya no era nada de él. Me daba pena por ella, pero al mismo tiempo me alegraba saber que finalmente había dejado a ese hombre que no hacía más que insultarla. Me pregunté que había sucedido con Susan, mi ex supervisora, porque no la había visto tampoco en el funeral.

—Ahí es cuando entra Declan en la familia. Su padre decidió que era hora de presentarlo y eso trajo el caos también a la editorial cuando lo incorporó como supervisor. Declan es mi jefe y yo pasé de ser pasante a ser su asistente... de un día para el otro —me contó y yo la miré confusa, porque Suni me había hablado de cuánto amaba su trabajo y dudaba que estuviera contenta siguiendo a Declan a todos lados. ¿Había sido un mandato de su padre?

—¿Tú quieres ser asistente de Declan? —le pregunté curiosa y como si fuera una amiga, porque Suni merecía que le prestaran atención. Parecía ser una chica que necesitaba de manera urgente una amiga y teniendo en cuenta todo lo que estaba pasando yo también necesitaba a alguien.

—No se trata sobre lo que yo necesito, Lizzie. A veces va más allá de eso —me quiso explicar y la miré sintiendo mucho conflicto ante sus palabras. No estaba en lo cierto, pero entendía que iba más allá de mí y no podía meterme en la vida de los demás.

Suspiré lentamente y observé el barrio, pensando en todo lo que había pasado cuando yo me había ido a vivir la vida a Nueva York. Algunas cosas no habían cambiado, pero otras eran realmente diferentes a como las había dejado. Un poco de nostalgia me dejaba y me hacía preguntarme qué pasaría si yo nunca me hubiera ido. No estaba para nada arrepentida de mi decisión, pero no iba a negar que no me preguntaba qué hubiera sucedido si me quedaba. Tal vez ni siquiera mi relación con Marcus funcionaba y terminábamos dejándolo al mes y me perdía todo lo vivido en Nueva York. No lo iba a saber nunca.

—Hace un año la editorial consiguió otro socio inversor haciendo a tres directores de la compañía. Mi padre, el de Marcus y este señor. Con su llegada las cosas mejoraron mucho y al rato incluyó a su hija en el proyecto. Esa hija es Portia —me dijo y en cierta parte me imaginaba que ella iba a formar parte de la editorial—. Casi al mes de su llegada, la empecé a ver más pegada a Marcus, pero hicieron oficial su relación como cuatro meses después. Sus padres estaban muy contentos, yo a ellos también los veía muy contentos a pesar de la rapidez de su relación. Pero... siempre he creído que Marcus lo hacía por su padre.

—¿Por qué lo dices? —quise saber, pero en cierta parte no era extraño que lo hiciera por su padre. Marcus siempre había sido así y si bien a mí me daba pánico que estuviera con Portia por su padre, podía ser cierto.

—Yo vi a Marcus enamorado de ti, Lizzie... y no tenía la misma mirada.

Sus palabras me golpearon al instante, porque no estaba esperando escuchar eso de ningún modo y no significaba que no doliera menos. Suni era una romántica empedernida y me lo había confesado tres años atrás, pero también había sido testigo de nuestra relación. Que me dijera que Marcus no miraba a Portia del mismo modo que me miraba a mí me hizo sentir algo que no estaba preparada para sentir.

—Hay diferentes tipos de amor, Suni. Puede que sea por eso —le expliqué algo que había entendido con el tiempo. Nunca iba a ser lo mismo, todos los amores eran diferentes de algún modo—. No queremos del mismo modo y no es que queramos más o menos a una persona, sino que son relaciones diferentes. Marcus y yo fue esporádico, bonito y mágico, pero estoy segura de que tiene otro tipo de relación con Portia.

Esas que hablaba era la Lizzie madura, la que yo a veces odiaba tener. En mi mente alguien gritaba: ¡Eso no es cierto! ¡Marcus no es feliz, ve por él! Pero al mismo tiempo había crecido lo suficiente para entender que no podía juzgar un romance solo por habladurías o como yo lo veía sin conocerlos. Suspiré, porque a veces la persona madura que había crecido en mí no lograba callar a la Lizzie de hace tres años, pero convivían juntas a pesar de todo.

—No, Lizzie, no lo entiendes. Sé que el amor... el amor es diferente, pero tienen que darse una segunda oportunidad. El destino los unió de vuelta...

—En realidad fuiste tú la que enviaste mal un mail y con esto que me dices me haces creer que en realidad no fue tan accidental como creía —comenté y me reí un poco al notar aquello. Suni sonrió y bajó la cabeza avergonzada, pero pude notar esas enormes mejillas sonrojadas—. No sé si soy la chica indicada para Marcus... hemos cambiado mucho. Tal vez Portia lo sea ahora y no quiero arruinarlo.

Suni no parecía conforme con mi cambio de parecer y en esos momentos me puse a pensar si estaba haciendo bien al estar nuevamente en esa ciudad. Tal vez era hora de volver a mi casa, a mi verdadera casa en Nueva York. Tenía que escribir un nuevo libro, tenía que volver a vender y tener eventos, no podía perder el tiempo creyendo que podía detener una boda cuando no sabía si estaba lista para una relación.

—Señorita Lizzie... no quiero ser insistente, pero creo que está dejando pasar la oportunidad de su vida. Usted en su libro me enseñó que hay un hilo invisible que nos une a la persona que nos acompañará toda la vida. Ese hilo a veces se estira y a veces se contrae... creo que ahora mismo está pasando eso. ¿No lo cree?

La miré a Suni sorprendida por lo mucho que recordaba mis palabras y recordé mi creencia anterior. Era ilógico que estuviéramos nuevamente juntos, algo mágico y extraño estaba sucediendo. Suni tenía razón. Eso que estaba sucediendo ahí era único y casi mágico, no podía dejarlo pasar. El destino, el hilo, lo que fuera, claramente algo nos unía y ya no podíamos negarlo.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now