Capítulo Treinta y Ocho

4.3K 416 93
                                    

La mayoría del tiempo, no consigo lo que quiero. Es algo a lo que estoy acostumbrada a vivir y no me molesta. Siempre a un paso de conseguir mis sueños, siempre cerca de lo que busco, casi. Toda mi vida he estado acostumbrada a decir que casi lo logro, casi lo consigo. Siempre he sido un casi.

¿Alguna vez le han tenido mucho miedo al cambio? ¿A fracasar? Así me sentía yo. Veía cómo todo se movía a mi alrededor y como cambiando según mis ideas. No solamente la editorial, sino mi vida. Todo comenzó a suceder como yo lo había planeado y al mismo tiempo deseado. A mí no me salían bien las cosas, entonces, ¿por qué esa vez estaba teniendo éxito?

A veces teníamos tanto miedo al éxito que nos poníamos trabas en el camino incapaces de creer en un buen resultado. Esa era yo tratando de boicotear lo que parecía ser un éxito. Estaba acostumbrada a fracasar y no podía creer que finalmente las cosas me salieron bien.

Portia vendió sus acciones como había prometido y Marcus finalmente cerró la editorial pagándole a todas las personas a las que le debíamos. Declan y Suni fueron los únicos que no quisieron recibir su dinero, diciendo que no lo necesitaban. Se notaba por parte de ambos que habían decidido aquello y a fin de cuentas era cierto que no lo necesitaban. Yo tampoco acepté nada, porque todo eso que sucedía a nuestro alrededor era lo que yo necesitaba.

Cerramos la editorial con una extraña sensación. No era tristeza, tampoco alegría, sino más bien angustia al ver todo lo que habíamos dado por ese lugar finalmente terminar. No podía evitar sentir una gran nostalgia por todo lo vivido y como lo dejamos para siempre abandonado. El primer mail erróneo, cuando me desmaye en el despacho de Marcus, la vez que él puso One Direction, nuestros besos a escondidas en todos lados, la propuesta de compromiso. Todo era extraño cuando finaliza, pero eso no quería decir que no fuera bonito.

Junto a Marcus y Declan, con Suni también involucrada, habíamos decidido crear una nueva editorial. Teníamos lo que se necesitaba y solamente faltaba gente comprometida en la causa que tuviera los mismos valores que nosotros.

Así fue que creamos la Editorial Sueños, sí, bien cliché.

Una editorial que estaba en busca de escritores que querían soñar y que buscaban un lugar en donde se pudiera.

—No quiero más escritores abandonando sus sueños porque solo pueden tenerlos cuando están durmiendo. No quiero saber que hay personas que dejan sus novelas porque temen ser leídos y nos estamos perdiendo la historia favorita de alguien. Quiero encontrar a esas personas que han soñado tan alto que no han encontrado un techo —nos dijo Marcus esa noche luego de varias horas de comer pizza, pelearnos y fantasear con un futuro mejor. Me encantaba cuando él tenía la voz del liderazgo y que podía mover montañas con sus discursos sacados de la completa nada—. Todos estos años me he dedicado a conseguir best seller basándose en las cosas que no me gustaban. Los escritores tenían que ser polémicos, su escritura podía ser mala y su novela aún más. Solo importaba que vendiera. Sí, el mundo editorial está en crisis... pero lo está porque nadie ve más allá. Nadie busca a la gente adecuada. Hay adolescentes leyendo frente a sus computadoras y escribiendo novelas de calidad, hay personas mayores que han dejado sus sueños por obligaciones. Quiero recordarle a esas personas que soñar es válido y que yo puedo ayudarlos a volver sus sueños realidad.

Buscábamos gente capaz de soñar, dispuesta a pelear por el éxito. No buscábamos vender y ser millonarios, porque nuestro mundo no se basaba en eso de ningún modo. Buscábamos llegar a las personas, hacerlas feliz y con eso hacernos feliz a nosotros.

Abrimos una editorial con nuestros amigos, con Laura de nuevo en el marketing, con su novio Tyler ayudándonos en la logística de los envíos, Suni como editora y Declan como jefe de operaciones. Marcus siguió siendo el jefe, aunque estaba horas con nosotros peleando, buscando nuevos autores o simplemente dejándose caer en el sillón cansado de tanto trabajar.

No sabíamos si eso iba a tener éxito, no estábamos seguros para nada de lo que hacíamos y a veces me sentía una niña jugando, pero cuando un nuevo escritor llegaba o lo encontrábamos todo parecía cobrar sentido.

¿Y yo? Bueno, hacía de todo un poco. Decidí no ser jefa junto a Marcus, sobre todo porque me estresaba y me cansaba lo intenso que era mi novio con esas cosas. Me dediqué a ser la líder de editores y trabajar de ese modo. Terminé mi libro como tanto lo había deseado y La chica del jefe fue el primer libro que publiqué con la nueva editorial. Una historia de verdad, diferente a lo que había hecho cuando no estaba con Marcus, y la amé por completo. Era una novela sobre volver a encontrarse con una misma, con aceptar errores ajenos y valorar al otro. Una historia sobre el amor de pareja, sobre tomar la mano del otro cuando está perdido y volverlo a llevar por el camino deseado.

Todos esperaban la continuación del segundo libro y tuvo las ventas que deseábamos, sobre todo cuando me veían de la mano con Marcus en cada presentación. El amor tiene sus tiempos y no hay que tratar de apurarlo. Si no es paciente, no es amor. Para estar con Marcus primero tenemos que querernos a nosotros mismos, vivir situaciones de éxito y felicidad, para finalmente estar juntos. No hubiéramos tenido un buen futuro si yo me quedaba tres años atrás y seguramente esta sería una historia diferente. Pero no lo fue, supimos aprender a querernos y, sobre todo, a esperarnos.

Una vez le pregunté a las luces del semáforo si iba a estar bien y ellas me respondieron que no lo sabían. Ni yo sé si estaré bien, ni lo que el destino me traerá en el siguiente capítulo de mi vida. Solo sé que tengo mucho que aprender.



—Siento que estoy dejando una vida aquí. No solo a mi padre, sino a quien fui... y me quedo con quien seré —me comentó Marcus mientras observábamos un lugar totalmente vacío, en donde si hacíamos mucho esfuerzo podíamos escuchar los sonidos de una editorial andando. Las risas, los murmullos, los susurros cuando algo pasaba. Todo, podía escucharlo y vivirlo todo.

Le estábamos diciendo adiós a la editorial Scott finalmente.

Ni yo podía creerlo.

Habíamos cerrado todo, mudado a otro edificio más pequeño, pero no habíamos vendido la oficina hasta ese momento. Se había acabado el tiempo y él habían ofertado por el lugar, dando fin a un capítulo más de nuestras vidas.

—La vida son etapas —sentenció Marcus de la nada, sorprendiendo e interrumpiendo lo que estaba a punto de decir para animarlo—. No quiero creer que este es mi final o mi única etapa. Quiero creer que quedan muchas más y que vamos a vivir todo tipo de cosas diferentes en nuestra editorial.

Nuestra.

Muchas novelas románticas terminan con un casamiento, con una boda o hijos en ambos brazos. Mi vida nunca había sido como una novela, sino que todo lo contrario, pero sin embargo, a veces vivía situaciones que me hacían sospechar que la ficción se asemejaba a la realidad. Ese no era mi final, para nada, sino que era el comienzo de un mundo completamente nuevo.

Sé que se estarán preguntando qué más sucedió a partir de ahí, qué más pasó en la vida de Lizzie y Marcus. No es lo importante para contar en esta historia, la que yo quería contarles de mi amor por ese hombre que logró verme en mis peores momentos. Marcus logró verme cuando yo no podía hacerlo, cuando ni siquiera me observaba en el espejo.

Yo quería contarles esta historia de superación, de ayuda y de amor. Una historia que le contaré a mis nietos y ellos le contarán a los suyos, una historia que le puedes contar a los tuyos y estoy segura de que lograrás darle el cariño que merece. No siempre todo termina en felicidad o como queremos, pero puedo asegurarles que Marcus y yo siempre seremos felices por lo que vivimos. No importa el destino, sino el camino hecho.

Espero que en sus vidas puedan encontrar un Marcus, una editorial Sueños, una amiga como Laura y Suni, un amigo como Declan y una historia como La chica del jefe. Pero más espero, que puedan encontrar en ustedes mismos a una Lizzie, una vez más, una chica que a pesar de todos sus errores, sus caídas y sus inseguridades, es capaz de dar amor a ella y a todos los demás.

Aquí termina mi historia, pero comienza la suya. Espero poder leerla en mi editorial muy pronto.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now