Capítulo Veintiocho

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Vi la sorpresa en su rostro y sentí un poco de nervios al darme cuenta de que no quería oír esas palabras. Marcus me observaba como si le estuviera diciendo que no podíamos tener sexo nunca más y no necesitaba que hablara para que comprendiera que estaba sucediendo. Tragué lentamente y suspiré mientras me terminaba de cepillar el cabello, sabiendo que no iba a quedar perfecto por falta de las mil cremas que solía usar en mi casa. Marcus balbuceó algo que no comprendí cuando salí del baño y avancé hasta su cuarto. No buscaba irme, pero sí un poco de espacio luego del rechazo que acababa de vivir.

Muchas veces mi vida estaba relacionada con respecto a lo que había visto en películas y en ese momento me sentía rechazada a más no poder. Estaba esperando que él me dijera que sí, que quería una vida conmigo y todas esas cosas románticas que nunca me habían sucedido. ¿No era el momento de cambiar la situación? ¿No era lo que tanto habíamos esperado? ¿Por qué tenía un sabor amargo en mi boca entonces?

Marcus apareció en la habitación y yo suspiré, conociendo la mirada en su rostro.

—No puedes decir esas cosas y ofenderte porque no consigues la respuesta que estás buscando, Elizabeth.

—¿Quién dijo que no puedo hacer eso? —pregunté a la defensiva, queriendo que Marcus dijera algo totalmente diferente a esas palabras. Me estaba tratando como una niña, cuando si él lo hacía yo tenía que aceptar que era romántico y bonito—. Te ibas a casar con una persona que ni siquiera querías y asumir una responsabilidad que no te correspondía... y no quieres hacer lo mismo contigo.

Él se puso en cuclillas ante mí y yo lo observé realmente dolida, buscando ese chico que me volvía loca. Entendía que habíamos crecido y que era yo la tonta en creer en cuentos de hadas. ¿Por qué no podía soñar? ¿Por qué todo tenía que ser calculado? Las mejores cosas salían sin ser pensadas.

—Siempre es una montaña nueva contigo, Marcus. Si no es el casamiento, es un bebe, si no es el bebe es...

—¿Estás citando a Miley Cyrus?

—¡Sí! —le grité enojada porque él sabía bien que me gustaba citar mis canciones favoritas, pero en ese momento no era lo importante. Necesitaba encontrar a ese chico que tanto me volvía loca. La persona que estaba frente a mí no era la que yo había amado y solamente era una copia parecida—. En las películas...

—Esto no es una película, Lizzie. No puedes enojarte porque no quiero casarme contigo. ¡Acabo de salir de un matrimonio! —se excusó y yo lo miré sin poder creerlo. ¿Estaba mal yo por enojarme ante un rechazo? El Marcus calculador, serio que seguía las órdenes de su padre seguía ahí a pesar de todo—. Ni siquiera sabemos si funcionamos como pareja... tenemos que pasar por la convivencia, el tiempo juntos...

—Todo tiene que ser finalmente calculado para ti, Marcus.

—¡No, Lizzie! No quiero volver a cagarla, ¿no lo entiendes? Acabo de salir de un compromiso, todavía tengo mil cosas que rechazar... no sé si realmente lo que quiero es casarme. Me estás pidiendo algo muy fuerte y te estás enojando sin poder comprenderme. ¿Puedes ponerte en mis zapatos un segundo? Además, ¿qué va a decir la gente? Hace una semana estaba comprometido con Portia y ahora contigo...

Suspiré una vez más al escuchar que, como siempre, le importaba lo que la gente dijera de él o que le dijera a Portia. No podía creer que estuviera haciéndome esto. Me levanté para ponerme una camiseta que él me había prestado y me acosté en la cama, aunque a kilómetros de él. Estaba enfadada al no poder mi capricho romántico y que ni siquiera me dijera que podía ser en otro momento, me estaba diciendo directamente que no podía. ¿Qué tenía Portia que no tenía yo? ¿Por qué ella sí y yo no? ¿Por qué ella podía soñar y yo no?

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora