Capítulo Quince

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Era una noche normal de evento en mi vida, de esos que odiaba con toda mi alma ir, pero disfrutaba una vez que estaba ahí. Se festejaba el cambio de la editorial y mi libro tenía una gigantografía en medio del evento, junto a otros autores. La editorial estaba de fiesta y todos teníamos copas en nuestras manos mientras sonaba música que a mí me parecía aburrida. Yo estaba atrapada en un vestido color esmeralda, de esos que me gustaba llevar para resaltar mi cabello, pero que era imposible moverme. Las fajas eran la salvación al mundo, pero eran lo más incómodo del mundo. A veces sentía que al hablar iba a escupir mis órganos y luego los iban a comer (o robar).

Yo pasé la noche con Suni, que estaba bella en su vestido carísimo pero sin dejar de ser muy ella, y traté de ignorar a todo el mundo. Odiaba por completo esos eventos con autores aburridos, que solamente querían demostrarme que no tenía por qué estar ahí. En Nueva York me había costado encontrar mi lugar en el mundo y me parecía terriblemente aburrido tener que pelear nuevamente por un espacio en ese mundo. Yo no quería tener que demostrar algo una vez más, mis números ya hablaban por mí, pero aun así ahí estaba tratando de recordarles quien era.

Yo había empezado a tomar desde que había llegado y no podía evitar comenzar a sentirme mareada, cómo también un poco lengua larga. Ya hablaba sobre cómo odiaba el tiempo en la ciudad, que me había depilado para la ocasión y cuanto me gustaba Marcus en traje. Eso último solo con Suni y Laura, no me animaba a decirle eso a otros autores.

—¿Y a qué te dedicas ahora mismo, Elizabeth? ¿De qué trata tu libro? —me preguntó uno de esos autores que solamente escriben para vender y tienen un séquito de chicas a su alrededor. Las mujeres se pegaban a él y yo solamente pensaba que feo grano tenía en la nariz. Claudia, mi agente, me había dicho que me comportara porque era un hombre que atraía mucho a la gente.

—Sobre como quiero arruinar la boda de mi ex, lo difícil que es ser soltera con treinta años y lo mucho que necesito sexo...

Todos me miraron en ese momento y los miré como si fuera rebelde por haber dicho lo que pensaba, sin embargo, todos se empezaron a reír como si hubiera dicho un chiste buenísimo. Puse los ojos en blanco alejándome de la gente y entendiendo que por muchos años había sido una persona que no decía nada en serio, ahora había pasado tiempo de eso. Estaba lejos de los treinta, pero a la vez muy cerca y no seguía siendo la misma chica que se había desmayado en ese lugar. Aunque no perdía del todo quién era.

Mis ojos fueron directo a Marcus que se estaba acercando a mí con su copa en mano y por un momento sentí que mi ropa interior se caía lista para él. Sin embargo, me comporté como una señorita que no buscaba saltarle encima a un hombre comprometido. ¿A quién mentía? Mi mente estaba fantaseando como le quitaría la corbata con un rápido movimiento mientras lo atraía hacia mí y como mi boca...

—Estos eventos nunca han sido lo mío —me habló como si nada y dejé de fantasear como montaba a Marcus en pleno evento. Necesitaba sexo pronto si no iba a terminar cometiendo una locura—. ¿Te sientes bien? Estás roja...

—Ya sabes como me pongo en estos eventos, tomó mucho y empiezo a desvariar...

Me regaló una pequeña sonrisa, casi tímida y yo le devolví el gesto porque parecía que en ese momento estábamos flameando las banderas blancas frente a nosotros. Lo último que habíamos vivido había sido intenso y nada había cambiado. Sin embargo, yo no podía sacarme de la cabeza su boca sobre la mía y estaba con esperanza al creer que él tampoco. Me miró la mano que sostenía la copa y alzó una de sus cejas rubias, porque era obvio lo que estaba haciendo falta ahí.

—¿Podemos hablar, Marcus?

—¿Ahora? —me preguntó y asentí, porque había tomado valentía y no quería perderla. Lo noté nervioso cuando insistí con la mirada, pero él imitó mi gesto al asentir y comenzó a caminar hasta su despacho.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora