Capítulo Veintisiete

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Por un momento todo dejó de importar en nuestras vidas y comprendí que ahí era donde deseaba estar. Con Marcus, entre sus brazos y siendo una sola persona. Nos quedamos quietos la primera vez que nuestros cuerpos se encontraron, sintiendo todo y viviendo de todo. Los brazos de Marcus rodeaban mi cadera y yo hacía lo mismo con su cuello. Podía sentir nuestras respiraciones siendo el único sonido en ese departamento y al mismo tiempo era el único que necesitaba.

Busqué su mirada y me regaló una sonrisa cuando sus ojos celestes aparecieron en la escena. Nos fundimos en un beso que tuvo total sentido por unos minutos, perdidos en las sensaciones que estábamos viviendo y que ninguno había dejado de sentir por más que estuviéramos lejos del otro. Marcus era parte de mí de un modo que todavía no podía comprender. Lo deseaba todos los días en mi vida, en mi cama, en todos lados. Antes, cuando estábamos juntos, no sabía si era él a quien quería para siempre, pero en ese instante todo cobraba sentido. Quería vivir con Marcus para siempre, quería que fuéramos uno solo para toda la vida.

Pensarlo era algo fuerte, pero no tenía dudas en mi cabeza de lo que deseaba.

Decidí hacerlo todo mucho más complicado, mucho más lento y sensual de un modo que nos volviera locos a los dos. No teníamos nada que nos corriera y por eso podíamos tomarnos el tiempo del mundo para disfrutar de ese momento. Lentamente, me levanté para volver a hundirme y aquella penetración fue aún más placentera que la anterior. Solté un pequeño quejido que salió del fondo de mi garganta y se quedó en cada poro de mi piel. Marcus también hizo lo suyo, moviendo sus caderas en busca del encuentro y nos volvimos a fundir en aquel pequeño espacio y tiempo.

—No te haces una idea de lo mucho que necesitaba esto —susurró Marcus dejando besos en mi piel mientras volvíamos a encontrarnos una vez más. Tomó con su mano mi cabello y los retuvo para poder dejarme pequeños mordiscos en la piel. Aquello estaba lejos de causarme algún dolor y lo buscaba desesperadamente.

Nuestros movimientos se hicieron más rápidos y mi propio cuerpo comenzó a fallarme mientras que nos encontrábamos en cada embestida. El fuego me abrumó, las manos de Marcus me cubrieron por completo y empezamos a movernos con más agilidad y rapidez, haciendo que cada vez que nuestros cuerpos se encontraran nos fundiéramos en esa sensación. Mis oídos solo escuchaban nuestros jadeos y cuerpos chocando, por un momento todo se resumió a las sensaciones que teníamos en ese instante.

Había tenido otros encuentros sexuales, pero nada era como Marcus y estaba segura de que para él había sido así. Había algo de piel entre nosotros, una unión capaz de llevarnos al delirio con demasiada rapidez. Siempre había sido así desde la primera vez que nos habíamos tocado y aumentó con nuestro primer beso. Marcus era para mí, siempre lo había sido.

Quería volverlo loco, quería que yo fuera su única pareja por un largo tiempo y que nuestra vida estuviera unida por algo más que un hilo invisible. Al mismo tiempo pensaba que todo eso era producto de la pasión y no estaba pensando con claridad, pero no quería vivir sin eso. No quería vivir sin mi Marcus.

Nos movimos en el sillón, primero él amagó con moverse y yo le hice caso, quedando esta vez encima de él. Sentir su cuerpo sobre el mío me trajo ese placer que no recordaba y sus embestidas se volvieron más profundas, esta vez actuando con mucha más fuerza. Cada vez que me penetraba perdía un poco el control de mis pensamientos y terminaba gimiendo sin poder evitarlo. Llevó mis piernas a uno de sus hombros, como si quisiera que no hubiera nada entre nosotros que nos interrumpiera. Me escuché pidiendo más, clavando mis uñas en su cuerpo y moviendo a su ritmo, deseando sentirlo todo nuevamente. Marcus seguía siendo ese chico de ensueños con su cuerpo tallado a mano que me volvía loca. Lo toqué, lo mordí, dejé marcas en toda su piel que le recordaran que era mío y que no me iba a ir por nada en el mundo.

Mi cabeza golpeaba contra el brazo del sillón, por lo que apoyé mi mano tratando de usarla como palanca y aquello intensificó nuestro ritmo. Marcus jugó con mis pechos haciéndome chillar de placer cuando mordió uno de mis pezones y me di cuenta de que me estaba quemando viva de un modo fascinante.

De nuestras bocas comenzaron a salir palabras inentendibles, cargadas de pasión, de demanda y de necesidad que fueron las necesarias para poder llegar hasta donde queríamos. Hacía mucho tiempo que no tenía un compañero sexual como Marcus que siempre pensaba en mí y me hacía ver el cielo con las estrellas. En ese momento, perdida por las sensaciones de placer que me recorrían el cuerpo, recordé que bueno era el sexo y lamenté haber perdido tanto tiempo con dramas innecesarios.

Fui yo la primera que llegó al clímax, explotando en miles de pedazos que me dejaron a la deriva por unos largos segundos. Mi cuerpo se salió un poco del sillón y dejé caer la cabeza tratando de volver un poco a mí. Marcus lo consiguió también y se dejó caer sobre mi cuerpo, aunque de un modo mucho menos ridículo que el mío. Incluso acabando era sexy y me seguía volviendo loca.

Tomé aire, queriendo decir algo, pero realmente no encontraba qué decir más que elogios sobre lo sucedido. Me sorprendía con qué rapidez lográbamos todo eso y lo fácil que era para ambos llegar a un clímax, cosa que con otros no me había sucedido.

—Me había olvidado de todo esto —susurré y lo escuché reírse, aunque todo parecía ser tan absurdo en ese momento. ¿Cuánto tiempo había deseado eso como una loca? Ni yo lo sabía, pero estaba segura de que no quería perderlo por nada en el mundo.



—¿Me puedo quedar a dormir? —pregunté cuando salí de la ducha con Marcus, sin ser capaz de dejarlo en paz durante un minuto y retomando lo perdido en ese mismo lugar. Tenía que recuperar todo nuestro tiempo perdido y no me importaba de qué modo. Nos reímos cuando nos vimos en el espejo, con el cuerpo rosa por el calor del agua que no nos importó mucho en nuestros momentos bajo la regadera.

—Me parece que no tiene sentido que te vayas ahora mismo —me dijo Marcus mientras se secaba el largo cabello rubio y yo observaba esa acción estupefacta—. De hecho te iba a preguntar si quieres mudarte conmigo. Sé que no estás pasando un buen momento con tu abuela dando vueltas por tu casa.

Aquello me sorprendió y me quedé sorprendida por escuchar sus palabras. Nunca se me había pasado por la cabeza vivir con Marcus y no sabía ni siquiera cómo era convivir con alguien que no era yo. Me quedé observando su reflejo por el espejo, fascinada por lo bueno que estaba y a veces se me olvidaba aquello.

—Pero si no quieres está bien, eh. No quiero que no...

—Claro que quiero, Marcus. Pero no puedo dejar de ver que es un poco... ya sabes, una locura.

—¿Por qué lo dices?

Suspiré sabiendo que eso tal vez traería más de un conflicto y tomé aire preparándome para lo peor. Pero al mismo tiempo pensaba, ¿qué podía ser lo peor? Hacía minutos, en pleno momento de delirio me había dado cuenta que estaba lista para estar con él para siempre. El recuerdo me sorprendió por completo y me abrumó un poco, pero me encontré diciendo algo que jamás en mi vida se me hubiese ocurrido decir.

—Marcus...

—Temo cuando me hablas en ese tono de voz —soltó él mientras se cepillaba los dientes frente al espejo y yo lo miraba atentamente. Dejó de hacer eso y volvió a mirarme por el espejo. Yo me reí de manera nerviosa y solté una gran locura:

—¿Te quieres casar conmigo?

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now