Capítulo Veintiséis.

2.9K 417 26
                                    

Había una realidad, yo no estaba preparada para decir lo mismo que había dicho Marcus. ¿Lo amaba? Seguramente. ¿Era el amor de mi vida? Claro que sí, pero nunca le había dicho a alguien aquello y creía que era demasiado para soltar. No quería decir las palabras sin pensarlas, no quería contar cosas sin saber si las sentía. Marcus me miró sin ningún tipo de rencor, seguramente sabiendo que yo necesitaba ese momento para pensar cuáles eran mis sentimientos.

Sonrió de lado, con un cariño que no me dejaba pensar, y yo me acerqué para besarlo como llevaba deseando hacer en toda la noche. Había sido una noche larga y cansadora para ambos. Habíamos vivido demasiados sentimientos y finalmente era el momento de relajarnos un poco, incluso cuando los dos teníamos en mente todo lo que había sucedido.

—¿No íbamos a hacer las cosas con más lentitud? —pregunté divertida cuando Marcus dejó mi boca para bajar por mi cuello. Lo escuché reírse suavemente sobre mi piel, creando una descarga eléctrica que logró hacerme temblar de solo escucharlo—. Esto no es ir lento para mí.

—Para mí tampoco —reconoció dejando un beso suave sobre mi piel, bajando con una total tranquilidad que era contagiosa. No dije nada, dejé que me tocara como deseara y me entregué un poco a los sentimientos que vivía por ese hombre—. Pero estoy cansado de portarme bien, estoy harto de ser el chico bueno... el educado, el que piensa en los demás. Quiero ser egoísta, quiero ser egoísta contigo.

Que dijera eso me animó a cualquiera cosa en ese momento y volvimos a besarnos como si fuera la primera vez. Le quité el saco y él lo dejó sobre el otro sillón, recostándonos sobre el de siempre. Escuchaba a lo lejos que una tormenta había comenzado, una de esas de verano que aliviaban un poco el calor que atormentaba nuestros días. Marcus tenía la ventana del balcón levemente abierta y la fría brisa nos golpeaba de vez en cuando. Entre nosotros solo era calor.

Quité la corbata de manera algo torpe, pero esta vez si dejándola caer y haciéndolo con mucha rapidez para que Marcus no fuera corriendo a buscarla para dejarla doblada en algún sillón. Era muy prolijo con su ropa, siempre doblando absolutamente todo y teniendo en cuenta cada cosa, algo que yo odiaba porque si fuera por mí dejaría todo tirado en el suelo. Era de esas que tenía bragas colgadas en el baño y se olvidaba de quitarlas cuando alguien llegaba a mi casa.

Me quité los zapatos con dos movimientos simples de mis pies y él hizo los mismos con los suyos, como si tuviéramos prisa. En otro momento le diría que no lo hiciera así, que nos tomáramos el tiempo del mundo, pero la realidad es que muchas cosas nos habían pasado como para hacerlo lento. Quería acción y se notaba que Marcus estaba en la misma situación.

La ropa comenzó a caer al suelo, ya ignorando por completo el orden que Marcus alguna vez había querido y cuando quedé desnuda frente a él sentí aquella sensación de inquietud y ansiedad que no sentía hacía mucho tiempo. Marcus fue el primer hombre que me vio desnuda, mi primera vez y mi gran amor, todo aquello parecía irreal. Sentía que Marcus era mi novio de la secundaria al que volvía a ver después de mucho tiempo y por el cual terminaba teniendo sexo repentino en alguna reunión de colegio.

Nada más lejano, pero aquello era tan familiar que parecía como si solo nos hubiéramos tomado tiempo. Un largo tiempo de tres años.

—No sabes lo mucho que esperé esto, Lizzie...

—¿Tienes muchos sueños mojados con tus socias, señor Scott? —pregunté divertida mientras me atrevía a estirar una de mis manos y llevarla hacia la entrepierna, todavía cubierta por la ropa interior. Lo escuché suspirar ante mi roce y sonreí divertida al saber que control podía tener y lo diferente que se había vuelto el sexo para mí. Antes todo era tímido y hasta preguntaba si podía tocar, en ese momento me sentía mucho más segura de cada acción. Sabía lo que causaba, no tenía dudas ni confusiones, y eso se notaba en mis actos.

—Muchísimos.

Marcus tomó mi cintura y me empujó hacia él mientras se ponía de pie. Comprendí que quería sentarse y le hice caso, dejando que lo hiciera para yo sentarme sobre su regazo. Me gustaba la posición, me gustaba tener el control en ese momento. Creo que eso estaba buscando él y yo no me quejaba para nada, a fin de cuentas había entendido que el sexo era disfrute de ambos.

Mis rizos rojos cayeron como cascada en mi espalda y él los corrió de mi cuerpo, acercándose para dejar varios besos sobre mi piel desnuda. Yo moví mi cintura contra su entrepierna, sintiéndose su erección desesperada entre su ropa y queriendo poder tocarla, pero Marcus siempre tenía otras ideas y a mí me encantaba que me dijera que hacer.

Su boca fue hasta mis pechos, besando uno y acariciando otro con su mano, haciéndome suspirar con la estimulación intensa en ese momento. Fueron unos segundos que perdí un poco el control de mis pensamientos, queriendo vivirlo a flor de piel y me quedé tontamente sorprendida ante sus caricias. Sabía que era una zona que a otros podía causarles placer, pero a mí realmente nunca me había pasado mucho. Sin embargo, con Marcus, como de costumbre, todo era un mundo nuevo y me volvía loca.

—Basta de juegos —susurré sobre su boca, volviendo a colar mi mano entre nuestros cuerpos para finalmente tocar su miembro y lo vi cerrar los ojos ante el tacto.

—¿Basta de juegos y te portas mal? Quien te entiende, Elizabeth.

—Señorita Elizabeth para ti —corregí y Marcus se rio al instante, aunque luego me regaló una de esas miradas que enamoraba a cualquiera. Sobre todo a mí. Nuestras bocas se encontraron una vez más, pero yo no dejé de mover mi mano arriba hacia abajo sabiendo que estimulación causaba y me divertía escuchar sus gruñidos interrumpir nuestro beso.

De un momento a otro la mano de Marcus detuvo la mía, atrapándola con fuerza y yo lo miré sorprendida por sus ganas de detener nuestro juego. Me gustaba darle placer, teniendo en cuenta las millones de veces que él lo había hecho conmigo. ¿Cuántos orgasmos había tenido en ese sillón? Ni recordaba el número. Marcus siempre había sido ese tipo de chico que creía las mujeres merecían atención, pero sinceramente ya con un beso yo estaba perfecta.

Eso comprobó él y buscó mi mirada como si quisiera mi aprobación, aunque yo me reí levemente. No era Lizzie la virgen de antes que le temía miedo a todo, en ese momento quería todo con él.

Se quitó finalmente la última prenda que nos separaba y yo me levanté levemente para que hiciera aquello, aunque cuando estuvo lejos del juego, decidí tomar su miembro con mis manos y me dejé caer en busca de nuestro encuentro. La primera penetración me dejó sin aire, pegada a él mientras podía sentir pequeñas gotitas de sudor caer por mi espalda. Un pequeño jadeo escapó de mi boca y me aferré a Marcus como si mi vida dependiera de eso. El placer me golpeó al instante, recordándome las noches que había vivido con él en ese departamento. Las risas, los jadeos, los miles de orgasmos. Todo volvía finalmente y parecía que todo tenía sentido.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now