Capítulo Treinta.

2.7K 381 72
                                    

Con todo lo que había pasado en tan poco tiempo, conocer la normalidad fue algo extraño para mí, pero finalmente llegó luego de tanta tormenta. Marcus y yo comenzamos a vivir la vida de pareja que no habíamos tenido en años y, para mi sorpresa, me encontré disfrutando más de lo que pensaba. Me mudé a su departamento, el cual convertimos en propio con mucho esfuerzo y hasta rompí mi contrato de alquiler en Nueva York. Finalmente, estaba en un lugar que se sentía mi casa, cuando por tres años no me había sentido así.

La noticia del compromiso fue para todos un gran golpe, pero muchos terminaron aceptando aquello con felicidad. Laura comenzó a reírse a carcajadas, comentando que ya sospechaba que eso iba a pasar en cualquier momento. Mi editora se alegró al saber que finalmente ese chico de mis novelas estaba conmigo. Mis padres fueron algo difíciles, pero sobre todo porque no conocían para nada a Marcus y tuve que presentarles al hombre con el que me iba a casar y no un simple novio. Sin embargo, lo tomaron bastante bien, incluso mi abuela quedó enamorada de él. Era encantador cuando quería y salió de la casa de mis padres con miles de promesas de volver a encontrarse con ellos. Cenar con ellos, ir a pescar con mi padre y llevarle unos libros a mi abuela. Me sorprendía con que facilidad él convencía a cualquiera.

—Te he convencido a ti, ¿no? —me preguntó a modo de broma y yo puse los ojos en blanco, aunque aquello era realmente cierto. Odiaba que tuviera tanta razón.

Para mi sorpresa, la vida de pareja tampoco se nos hizo tan difícil. Comenzamos a vivir juntos como si fuera lo más fácil del mundo y a los dos nos sorprendió que fácil logramos ser una pareja más. Marcus era fácil para convivir, no rezongaba, tenía buenos hábitos y hasta se acostaba temprano. Mi gran miedo es que no pudiera soportar el desastre que yo era, pero si algo había comprendido de Marcus es que era paciente y sabía cómo decirme que cosas hacía mal. No se desesperaba, sino que me volvía a explicar lo que hacía mal para que lo entendiera.

Y el sexo frecuente era algo que no había tenido en cuenta jamás, pero que pequeño gran detalle. De no tener nada con nadie a hacerlo seguido había comenzado a ser algo necesario en mi vida. A veces observaba la casa buscando un lugar en donde no lo hubiéramos hecho, pero realmente no encontraba uno. La mesada, la mesa de café, los sillones, el balcón, el suelo, la alfombra. Me reía sola de recordar como en la casa ya no quedaba lugar. Me había atrevido a hacer cosas que nunca en mi vida se me hubieran ocurrido, a comprar lencería que no estaba en mis planes jamás y a mostrarme con una seguridad que parecía ajena a mí. Pero al mismo tiempo seguía siendo muy yo todo el tiempo.

—¿Tienes un día largo hoy? —le pregunté a Marcus cuando bajamos de su auto, luego de estar un rato buscando en donde estacionar frente a la editorial. Le hice un pequeño gesto con la boca, casi un puchero tonto y él se rio—. Podemos salir más tarde...

—Tengo un día complicado —confesó acercándose a mí luego de rodear el auto y extender su mano hacia mí—. Hoy tengo una reunión con los socios de la editorial para saber algunas cosas sobre el futuro de la editorial. No sé cuánto tardará la reunión... realmente creo que no tendré buenas noticias.

—¿Por qué no? —quise saber sorprendida. No había escuchado hasta el momento problemas con la editorial, creía que le estaba yendo bastante bien. Además, estaban haciendo mucha promoción a mi nuevo libro, lástima que no tenía mucho terminado. No le había dicho nada a Marcus sobre eso, ni siquiera que había usado bastante de inspiración de su vida.

—Mi padre dejó mucho caos cuando se fue, Lizzie. Muchos desastres he podido solucionarlos... pero algunos se caen sobre mi cabeza y no sé qué hacer —me explicó al tiempo que tocaba el botón del ascensor y suspiraba, como si estuviera realmente cansado de todo eso que estaba sucediendo.

—¿Puedo ayudar en algo?

—No aparezcas por la oficina para distraerme —se burló y puse los ojos en blanco porque odiaba cuando Marcus estaba tan ocupado que ignoraba mis nudes o mis ganas de ir a molestarlo a la oficina. Supuse que podía vivir sin molestarlo por un rato.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now