Capítulo Treinta y Seis

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—¡Marcus, está lloviendo muy fuerte!

Mi voz sonó casi inaudible contra el sonido de las gotas cayendo sobre el asfalto y los autos andando sobre ella. Algunos truenos se escuchaban a lo lejos, pero realmente no podía estar pendiente de eso, ya que estaba más preocupada por Marcus moviéndose como un suicida por la calle. Lo tomé del brazo, deteniendo su andar y tapándolo con mi paraguas enorme que me había comprado en Nueva York. Él se detuvo sorprendido, como si por un momento se hubiese olvidado de mi presencia. Sin embargo, asintió, porque era cierto que llovía con fuerza y además estaba mojándose el pulcro traje que llevaba de color azul oscuro.

Entramos al cementerio en silencio, pero pegados para que el paraguas nos cubriera a los dos por completo, aunque era difícil teniendo en cuenta mi físico. Pero Marcus lucía tan distraído que parecía no importarle en lo más mínimo lo que sucedía. Ese día llegué a la editorial peleando con mi piloto y mi paraguas, pero dispuesta a comenzar un nuevo día de trabajo con todas mis ganas de solucionar nuestros problemas en la editorial. Para mi sorpresa, la editorial estaba vacía y solo se encontraba Marcus en su despacho.

Cuando decidí acercarme finalmente para hablarle, me pidió si podíamos ir al cementerio a ver a su padre. Ni siquiera lo dudé y me puse nuevamente el piloto dispuesta a salir en cualquier momento. Viajamos en el auto de Marcus en silencio y fuimos a una velocidad bastante baja para que no hubiera ningún accidente en la calle.

No sabía por qué Marcus quería llevarme a ese lugar, tal vez finalmente decidía matarme y enterrarme junto a su padre. O tal vez estaba mirando muchas películas de terror en mis tiempos libres.

Caminamos un poco más, agradeciendo que llevaba botas de lluvia, pero Marcus no y veía como el barro se pegaba a sus zapatos en cada paso. Su expresión era tan triste que no quería ni decirle una palabra, simplemente quería estar a su lado. No sabía que estaba sucediendo y por un momento quise preguntarle si podía hacer algo por él, aunque sabía que no había nada que pudiera hacer.

Finalmente, Marcus se detuvo y nos encontramos frente a una tumba. No me gustaba la muerte, era algo que me costaba entender y me daba un poco de miedo. Todo lo relacionado a la muerte me daba una sensación de vacío y en ese momento, al leer el nombre de la persona que alguna vez fue mi jefe sentí eso: vacío.

Marcus estaba sintiendo algo totalmente diferente, por supuesto, así que decidí que su silencio fuera su paz en ese instante. Suspiró por unos segundos y finalmente se acercó a la tumba saliendo de nuestro pequeño techo. Quise acompañarlo, pero él levantó su mano dejando que la lluvia lo cubriera.

—No quiero ser este que me has obligado a ser —soltó finalmente y las lágrimas aparecieron en mis ojos al instante, sintiendo la presión y la angustia de las palabras de Marcus. A veces me sorprendía como podía entenderlo solo escuchando el tono de voz, comprendiendo su dolor de ese modo y haciéndolo mío—. Por muchos años me dijiste que tenía que ser a tu semejanza... que era el camino correcto y el que debía seguir. Hoy más que nunca me doy cuenta de que eso me aleja de lo que quiero. Me aleja de las personas que amo, de mis sueños y de todos mis objetivos. Hoy ser como tú me hace daño, papá.

Tragué lentamente, sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas, pero no dije una palabra y me mantuve ahí firme con el paraguas en mano, aunque las manitos me temblaban sin poder evitarlo. Marcus estaba empapado, su cabello largo se le pegaba al rostro y lo tapaba impidiéndome verlo. Era la imagen de una persona perdida, de alguien que no sabía hacia donde ir, pero soltar esas palabras demostraban que estaba intentando.

—Perderte fue lo más difícil que me pasó en la vida. Fue rápido y me quedé con muchas cosas que decirte. Cosas buenas, cosas malas, cosas que no tenían sentido. Cierro los ojos y solo tengo recuerdos malos de ti. Nuestras peleas, nuestros enojos, el último día —se quebró al recordar aquel día que su padre murió en brazos, pero lo vi tragar lentamente y seguir, como si no pudiera parar—. Pero no voy a seguir así, papá. Seguir tu camino solo me ha hecho daño. No quiero seguir las enseñanzas que me arruinan la vida... quiero seguir las que me hicieron quien realmente soy. Me enseñaste a trabajar, me enseñaste la importancia de querer, me demostraste como una persona puede caer bajo y levantarse si lo intenta. Quiero enterrarte nuevamente, pero esta vez no en cuerpo y alma... quiero enterrar al padre que me persigue en sueños. Quiero enterrar al hombre que me hace mal. Y quiero simplemente quedarme con mi papá. Con ese hombre que podía hablar horas de música, que le gustaba la música pop en secreto, que le encantaba leer y me enseñó la pasión de leer. Quiero quedarme con el padre que me hace bien, con tu imagen que me hizo quien soy... pero no puedo seguir siendo quien me obligaste a ser. Porque solo hago daño. A mí y a todos.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Kde žijí příběhy. Začni objevovat