Capítulo Dieciséis

2.7K 444 57
                                    

La noche terminó cuando Marcus decidió hacerme daño sin pensar en las consecuencias y me marché sin mirar hacia atrás. Escuché a algunas personas llamándome, pero decidí que no quería escuchar a nadie en ese lugar. Estaba agotada mentalmente, cansada de esas personas que solamente me hacían daño y que no estaban de acuerdo con lo que yo hacía. Entendía que era una locura mi idea de arruinar una boda, pero no necesitaba escuchar las palabras fuertes de Marcus. Me fui angustiando mientras caminaba bajando la calle con esos zapatos horribles y ese vestido que era imposible de caminar. Mi humor iba terminando cada vez más y terminé llorando frente a personas que pasaban a mi lado juzgando lo que estaba haciendo.

¿Estaba mal en aferrarme a un sentimiento que había tenido tres años atrás? ¿Era realmente una chica que no entendía cómo funcionaban las relaciones? ¿Era destructiva?

No iba a poder ir caminando hasta mi casa, la de mis padres, pero de todos modos en mi cabeza aquello era realmente una buena idea. En algún momento iba a cansarme de caminar y llamaría un taxi, para hacer más llevadero todo aquello decidí quitarme los zapatos.

Cuando estaba por llegar a mi antiguo barrio, el teléfono me sonó y miré la pantalla sin muchas ganas. Marcus. Otra vez. Corté la llamada sin pensarlo dos veces e insistió un largo tiempo hasta que puse el teléfono en silencio. No iba a dejar que me siguiera haciendo daño, no iba a permitirle que me tratara así y luego me besara. Porque él no había hablado del simple hecho que me había besado él primero.

Vaya uno a saber por qué motivo sentí que tenía que mirar el teléfono, tal vez la ansiedad, no lo sabía. Miré mi pantalla y estaba llena de llamadas, haciéndome asustar un poco. Nadie me llamaba tanto.

Me detuve y observé los mensajes de texto que me había dejado, esperando que fueran disculpas. Aunque fue todo lo contrario.


"Por favor. Ven a casa. Declan ha perdido el control.

Por favor, Lizzie, no sé a quién más llamar.

Declan está muy mal, tengo miedo de que le suceda algo. Necesito que vengas".


No entendía por qué me había pedido a mí aquello y no a Suni, que era casi su alma gemela, pero decidí acceder ante esa petición. Seguramente Declan estaba gritando y tirando cosas, no creía que un chico como él pudiera ser realmente un problema. Tenía, como mucho, veinticuatro años, no creía que pudiera hacer realmente terrible. Llamé a Suni mientras pedía un taxi y como no me respondió le dejé un mensaje explicándole vagamente lo que sucedía.

No quería ir, sobre todo porque no quería tener algo con esa familia y aun así le di hasta propina al taxi cuando llegué al departamento de Marcus. Me dio indicaciones por mensaje, pero no las necesitaba cuando seguía viviendo en el mismo lugar. Me pregunté qué había cambiado y si todavía conservaba todos esos lugares en donde nos habíamos besado.

Me abrió la puerta el portero y luego la principal de manera automática, seguramente de algún modo que yo no conocía. Caminé sacándome el abrigo, dejándolo sobre la mesada de la cocina, observando un lugar totalmente desconocido para mí. Esa no era la casa que yo había conocido, alguien se había llevado todo lo que la hacía conocida y había traído muebles más caros y aburridos. No estaba el perro pulgoso de Marcus que yo amaba. No encontré rastros del Marcus que decía querer.

—Menos mal que has llegado —me dijo apareciendo de la nada y yo lo observé sin ganas, porque no tenía ganas de hablarle luego de lo sucedido. Sin embargo, hubo preocupación en mi rostro cuando vi el suyo. Estaba pálido, con la nariz lastimada y el labio partido, claramente había sido parte de una pelea—. Por favor, haz algo...

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora