Capítulo Trece.

2.9K 454 61
                                    

Me daba miedo soltar una palabra que destruyera esa burbuja que nos habíamos creado en donde no entraban nuestros problemas y las influencias del pasado. Un mundo sin mi abuelo, sin mis inseguridades, sin nuestros errores y sin el padre de Marcus. Él se estaba abriendo y yo no quería perder la oportunidad, por eso fui nuevamente a su búsqueda buscando besarlo.

Solo que esta vez me devolvió el beso.

Fue algo que esperaba desde que nos volvimos a reencontrar, pero no me animaba a decirlo en voz alta. Su boca encontró la mía y nos fundimos en un beso que llevaba tiempo deseando desde que nos volvimos a encontrar. Fue como volver a reencontrarnos, como si todo volviera a tener sentido de un momento a otro. Besar a Marcus fue como hacer algo que siempre había sabido, pero con el tiempo me había olvidado de cómo se hacía. Sus labios se deslizaron sobre los míos, reconociendo el camino, sabiendo que debía hacer para ponerme como una tonta y yo me aferré a él dispuesta a más, queriendo más.

Había pasado tiempo, pero no había nada que no conociéramos del otro en ese momento. Sabíamos que quería el otro en lo más profundo de su interior, sabíamos cuáles eran las intenciones y que nos gustaba. Éramos uno solo, por más que a mucha gente no pudiera gustarle.

Volví a sentirme querida, a sentir que valía la pena todo lo que había hecho. Una cosa era estar bien con una misma y otra cosa era sentirse querida. Marcus siempre había logrado eso conmigo, siempre me hacía sentir querida.

Tenía una de sus manos en mi cuello, presionando suavemente para profundizar el beso y otra mano en mi cadera acercándome a su cuerpo. Mi mano estaba perdida en su cabello rubio y tiré de él para despeinarlo un poco, como a mi tanto me gustaba. Con mi mano libre me aferraba a su pecho como si de eso dependiera mi vida.

Era como si no hubiera pasado tiempo, como si nada hubiera sucedido. Como si fuéramos los mismos jóvenes inexpertos, con miedo a lo que nos iba a pasar e incapaces de ver la verdad.

Nos separamos unos segundos y yo busqué su mirada sin querer perder el efecto, sin querer perderme en el momento y en todo lo que nos sucedía. Estaba cerca de él y era como pelear contra un reloj que cada minuto corría. Incluso podía escuchar el TikTok incesable en mi cabeza, aunque no era más que una ilusión mía.

—Dejame quererte, Marcus —me animé a pedirle casi como un ruego, deseando que el chico finalmente se quitara los sentimientos que lo acorralaban y me dejara ser lo que necesitaba. Él suspiró lentamente, dejando salir todo el aire que parecía estar acumulando y apoyó sus manos sobre las mías, que descansaban en su pecho—. Volvamos a empezar...

—Sabes que no puedo, Lizzie. La boda... mi padre... hay mucho en juego que no puedo terminar por mis sentimientos por ti —confesó y si bien todo dolía, al menos sabía que seguía queriéndome a su modo. En secreto, en silencio—. Ni siquiera deberíamos haber hecho esto...

La puerta de la sala se abrió y ambos dimos un pequeño salto que nos separó considerablemente. Declan entró junto a mi madre y ella se quedó mirándome como si estuviera enfadada. Miré a los Scott, primero a Declan y luego a Marcus sin entender qué estaba pasando. Primero no entendía qué rayos hacía Declan ahí (seguramente Suni tenía algo que ver) y después no entendía la furia de mi madre. Sin pensarlo dos veces, analicé que había sucedido y até cabos.

Oh, no.

—¡Elizabeth! ¿No pensabas nunca decirme que estás por casarte con este muchacho? ¿Cómo no le cuentas eso a tu madre? —me preguntó enojada como una fiera, sabía que iba a darme una bofetada si me acercaba. Cerré los ojos al darme cuenta de que estaba en un problema porque la situación comenzaba a crecer y crecer cada vez más. En algún momento la mentira iba a destruirse para peor, pero yo decidí seguirla. Porque estaba atrapada y no sabía qué decir en ese momento.

Es decir, podía explicar mi situación y decirle la verdad a mi madre. Pero estaba Marcus ahí y no podía decirle la verdad de ese modo tan brusco. ¡Además, también estaba Declan ahí! ¿Por qué mi vida era un caos a cada paso? ¿Por qué no podía vivir tranquila? Tenía que ser todo un caos a todo momento.

—Ma, ¿podemos hablar en otro momento? —le pedí por qué en ese instante no estaba ayudándome, pero al hacer eso levanté mi mano y mi madre al instante encontró mi anillo falso de compromiso. Soltó un grito de alegría y se acercó a mí luciendo totalmente sorprendida.

Miré a Declan furiosa, porque no podía creer que él tuviera algo que ver en ese momento. ¿Por qué le decía a mi madre eso en aquel momento? ¿No podía simplemente decirle que era un amigo? Cambié mi mirada a Marcus, que parecía neutral a toda la situación y observaba a mi madre en vez de a mí. Todo se estaba arruinando, cuando finalmente había podido llegar a él.

—Gracias por la charla, Elizabeth, debo irme —me avisó, comenzando a avanzar hacia la puerta de salida, aunque Declan fue quien lo interrumpió—. ¿Qué quieres ahora?

—¿Qué estabas haciendo aquí, uh? ¿Siempre vas a querer tomar lo que es mío?

Mi cara debería parecer un poema, porque en ese momento no estaba entendiendo que sucedía. ¿Declan estaba diciendo que yo era suya? ¿Sabía él que todo eso era una mentira? ¿Por qué se lo estaba tomando en serio? Mi madre vio el problema y desapareció por donde vino, dejándome a mi solita con el problema. Por supuesto, como siempre.

—Chicos, por favor... no es el momento para pelear.

—No sé de qué hablas, Declan. Compórtate, no eres un niñito —le respondió Marcus con enojo y por un momento me pregunté si se iban a poner a pelear en medio de la sala de mis padres. Y yo en bata y con ruleros. Definitivamente, quien escribía la historia de mi vida no tenía alma, por lo menos quería verme sexy cuando estaban peleando por mí. ¡No! No podía estar pensando en eso, no tenía sentido—. Deberías comportarte como un adulto, eso es lo que querría nuestro padre.

—¿Te crees que a mí me importa lo que quería nuestro padre? La mitad de mi vida me ocultó, no me interesan sus enseñanzas. Deberías ser un poco más inteligente y dejar de imitarlo. Vas a quedarte solo con gente que solo te quiere por tu dinero, como papá.

Para mi sorpresa, algo que no esperaba, es que Marcus le dio un puñetazo a Declan en la cara sin previo aviso. Ni siquiera dio algún indicio de que iba a hacerlo, simplemente lo golpeó como si nada. Me quedé sorprendida por lo que hizo y fui directamente a Declan, porque no tenía sentido estar del lado de Marcus en ese momento.

—¿Qué rayos te pasa, Marcus? ¡Es más chico que tú! ¡Es tu hermano! —le grité enfadada mientras ayudaba a Declan a ponerse de pie, aunque le costó hacerlo debido a la sorpresa del golpe. Le sangraba la nariz, en donde su hermano había golpeado con fuerza. No podía creer que se estuviera comportando de ese modo y entendía que mucho tenía que ver con el duelo, pero tenía que detenerse—. Sal de mi casa, Marcus. Sal ahora mismo.

No dijo una palabra, sino que se fue por donde vino y por un momento me quedé en silencio viendo su espalda. Declan tosió, tapándose con su mano y luego la miró sorprendido al ver sangre en ella. Suspiré comprendiendo que en ese momento Declan estaba lastimado por mi culpa y que en parte yo había creado ese desastre.

—¿Tenías que decirle a mi madre que eres mi prometido? ¿No podías simplemente decirle que eres un amigo? —le cuestioné y él negó con la cabeza, aunque un poco dolido todavía por el golpe. Lo dejé en el sillón de la sala y suspiré, sabiendo que iba a tener que quedarse ahí—. Eres un tonto, Declan. No tenías que pelear con Marcus.

—Algunas cosas van más allá de ti, Elizabeth.

Asentí porque estaba en lo cierto. Había cosas que ya no podía detenerlas con mis manos como antes. La realidad me caía y lentamente me alejaba de Marcus. Pero la realidad no sabía que yo no me rendía fácil.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora