Capítulo Veinticuatro.

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Creo que la Lizzie del pasado podía esconderse asustada ante lo que le estaba pasando y nunca enfrentar el momento. Sin embargo, lejos estaba esa chica que escondía sus sentimientos entre sus ropas grandes y su escritorio. No podía quedarme callada por la acusación que me estaba dando una persona. Desde el espejo del baño podía ver como Suni se había quedado sin voz y decidí dar un paso hacia delante.

Entendía la posición de Portia, entendía qué le sucedía a pesar de todo lo que podía pensar cualquier persona. Estaba perdida, totalmente a la deriva y con una vida encima. Podía comprender que estaba aterrada y no podía ver quien era el culpable de todo eso, sobre todo cuando ese culpable ya no estaba en nuestras vidas. Le dije a Suni que volviera al evento, que iba a tratar de hablar con Portia y la chica se fue un poco dudosa, como si quisiera quedarse por si íbamos a empezar a agarrarnos de las mechas. No estaba preparada para arruinar mi peinado por una chica que podía ayudar.

La rubia se miró al espejo una vez más y trató de arreglarse el cabello, aunque estaba temblando y no podía hacer el simple movimiento que requería ponerse labial en los labios. Tomé coraje y me acerqué a ella tratando de entablar conversación sin sacarnos los ojos.

—Nunca quise arruinar tu vida, Portia —le dije con total confianza, porque al mismo tiempo tampoco quería decirle mentiras—. No voy a negar que cuando llegué dije esas palabras, pero... realmente no quería interferir en su historia. Fue Marcus él que siempre te puso a ti primero, incluso cuando finalmente quiso terminar su relación. No puedes... no creo que seas una persona que quiere que alguien la ame por obligación.

Ella me miró capaz de entender mis palabras, como si le estuviera diciendo algo que no tenía sentido en ese momento. Quise aclarar mis palabras y suspiró, dejando caer el labial en el lavado. Sus manos se apoyaron en la cerámica y abrió el grillo para utilizar esa agua en el rostro. No dije nada mientras veía como las gotas golpeaban su rostro y caían luego por su cuello, perdiéndose por completo entre su ropa y cabello. No quería seguir siendo parte de ese dolor, quería ayudarla de algún modo.

—No quise culparte —susurró finalmente, todavía mirando el lavado siendo incapaz de verme. No supe qué decir en ese momento, porque no encontraba las palabras correctas. No era psicóloga, no sabía cómo ayudar a una persona que necesitaba ayuda—. Marcus siempre estuvo enamorada de ti, desde que lo conocí me lo dijo. Yo simplemente quise tener una vida para... para mi bebé.

Las palabras las dijo tan lentas y con dolor que comprendí que era una de las primeras veces que lo confesaba en voz alta. Que le daba identidad a todo eso que estaba sucediendo. Yo asentí, porque sabía que nunca había sido mala conmigo. Al contrario, se había portado de manera amable a pesar de tenerme a su alrededor.

—No es tu culpa, Portia —solté finalmente, decidida a hablar—. Para nada es tu culpa. Es hora de que comprendas que no eres más que la víctima aquí. Ese hombre, el señor Scott los destruyó a todos de a poco. Estoy segura de que te prometió mil cosas y tú solo le creíste... como cualquiera de las dos haría. Yo también fui una chica enamoradiza antes, yo también creí que el amor lo puede todo. Pero lamentablemente no... lamentablemente no es así.

La vi asentir y me acerqué un poco más para tratar de darle la contención que necesitaba. Lucía más delgada que de costumbre y eso también me preocupaba bastante.

—Yo siempre supe que él no iba a darme lo que necesitaba, pero soy una romántica. Pensaba que iba a pasar como en las novelas y finalmente iba a dejar a su esposa por mí. Iba a decirme que me amaba y que quería estar conmigo. Incluso cuando me enteré de que estaba embarazada, creí que finalmente era el momento. Fui llena de esperanzas a contarle que íbamos a ser padres, que de nuestra relación iba a nacer un hijo... pero creí demasiado en cuentos de hadas, Lizzie —susurró bajo, angustiada y pude ver como nuevas gotas caían por sus mejillas, aunque estas parecían ser ajenas a las gotas de agua—. No todas podemos tener tu historia feliz... no todas encontramos un hombre como Marcus capaz de salvarnos de cualquier situación. No lo pierdas, por favor, él es muy importante para mí.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now