Capítulo Doce

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Esa noche dormí poco y nada, con Suni llamándome sin parar y pidiéndome disculpas hasta en su idioma natal. Sin contar las llamadas de Marcus a las que por supuesto decidía ignorar o los textos de Declan buscando explicaciones. La cabeza me daba vuelta sin parar y lo que menos quería en ese momento era pensar en la solución a todos los problemas que estaba viviendo. Supuestamente, había ido para tratar de recuperar a Marcus, pero me había metido en miles de conflictos y perdido el eje principal.

Mi madre fue la que me sorprendió y quitó los pensamientos que estaba teniendo apareciendo a mitad de la noche en mi habitación. Pegué un pequeño saltito al verla, porque no estaba esperando para nada encontrarme con ella a esas horas de la noche.

—Elizabeth... hay un hombre afuera que quiere hablar contigo y está asustando a todo el vecindario —me dijo y yo me vi al espejo. Mi cabello estaba atrapado en miles de ruleros para hacer que mis bucles no fueran un desastre a la noche siguiente, tenía puestas algas en las bolsas de los ojos y estaba en bata. No había nada menos sexy que yo, pero de todos modos salí.

Como había dicho mi madre, Marcus estaba apoyado en su auto, cruzado de brazos y casi amenazante con su expresión. No le presté atención, porque hacía tiempo que a mi Marcus no me daba miedo y me acerqué con pasos firmes. Lo más firmes que mis pantuflas de gatitos podían.

—¿Qué es lo que quieres, Marcus? Estás asustando al vecindario, van a llamar a la policía si te sigues comportando como un matón —le expliqué odiando que supiera todo, incluso donde vivía. Me sonaba que Suni había estado detrás de eso, pero teniendo en cuenta mi suerte, esa maldita estaba detrás de todo últimamente.

—Vine muy enojado, furioso y sin pensar en lo que estaba haciendo... pero ahora que te veo así me cuesta enojarme —soltó y no pude evitar reírme porque seguramente lucía bastante mal. Pero no me daba vergüenza. ¿Qué mujer se veía hermosa antes de irse a dormir? Seguramente la modelo de Marcus, no lo negaba, las mortales como yo teníamos que usar todas esas cosas para vernos bien.

Lo invité a mi casa, porque no quería que todos los vecinos se enteraran de nuestra conversación y entramos a la sala de estar. Por suerte mi madre no apareció y me dio la intimidad que necesitaba, a fin de cuentas era bastante de noche como para que estuvieran presentes.

Le pedí que se sentara, pero él no quiso y se mantuvo de pie cruzado de brazos.

—Lamento lo que sucedió hoy. Ni siquiera conozco a tu novia como para enojarme con ella. Hablé sin pensar y mandé el mensaje. Nunca iba a creer que iba a suceder...

—¿Por qué quieres detener la boda, Lizzie? Me lo dijiste cuando volvimos a vernos y me lo dices ahora. Te juro que no te entiendo —exigió saber lo obvio y yo suspiré cansada porque obviamente no podía seguir manejando una mentira. No podía volver a estar con él si estaba usando la mentira todavía como estandarte, sin embargo, no me dejó hablar y yo también tenía mucho miedo de su enojo—. ¿Me quieres, Lizzie? ¿Quieres volver conmigo? Pasaron tres años, no somos las mismas personas.

—Tú no eres la misma persona, yo sigo siendo la misma persona...

—Por supuesto que no. Has cambiado y madurado, aunque no parezca ahora mismo, no creo que seamos los mismos cuando tuvimos esa conexión. Fallamos, no pudimos mantenerlo y lo dejamos atrás. Yo quiero estar con Portia y seguramente tú quieres estar con mi hermano... ¿Por qué buscas confundirme tanto? Estoy como un idiota pensando en ti todo el tiempo desde que llegaste. Estás en mi casa, en mi familia... me estás volviendo loco, Lizzie. Ni siquiera puedo pensar en el duelo porque estás ahí haciendo desastres a mi alrededor.

Suspiré porque sabía que había llegado para el descontrol, pero tampoco me gustaba escuchar eso. Mi madre me lo había hecho saber, él también, me sentía una intrusa en mi propio mundo. Sentía que la gente a la que había amado ahora me trataban como una peste molesta y aquello me angustiaba, solo que no sabía cómo expresarlo con palabras.

—Estás arruinando mi futuro matrimonio...

—Pero tú no la quieres Marcus.

—¿Y por qué mierda asumes eso, Lizzie? —me preguntó ya enfadado. Sabía que la conversación iba a ir hacia ese punto, sabía que iba a hacerlo enojar, pero estaba ciega y desesperada. Buscando en ese Marcus al chico que había visto la vez anterior, el chico con el que había tenía una conexión imposible de romper—. Ni siquiera nos conoces. Ella ha sido buena contigo y hasta ha leído tu libro, le interesa tu libro. Has llegado pensando, como siempre, que esto es una novela romántica y tienes que destruir la boda. Esto no es una novela ni mucho menos...

Todas las esperanzas se estaban yendo y yo estaba perdiendo la batalla. Lo peor es que no podía ir a esconderme a mi cama y llorar hasta que todo se fuera, porque estaba atrapada en esa editorial. Con Marcus siendo feliz con una chica que no era yo.

—Decidimos juntos terminar nuestra relación. Estuvimos de acuerdo... ¡Vas a casarte con mi hermano! ¿Por qué estás tratando de destruirlo todo?

¿Nunca les ha pasado sentir que su vida no es una novela, pero quieren responder como una? Creo que ver tantas películas, leer tantas novelas románticas me hicieron esa chica. Creía que diciendo las mismas palabras o comportándome de esos modos iba a lograr lo que quería: conseguir a Marcus. Pero esas historias lo único que hicieron fue crearme una idea de vida que no era correcta. Las personas somos más complejas, la vida es más compleja.

—¿No sientes nada por mí? —pregunté dando un paso hacia él, buscando la conexión. En algún lado tenía que estar, en algún lugar de esa habitación tenía que estar el Marcus que yo conocía y podía reunirse con la Lizzie que todavía lo quería. No podía rendirme, tenía que dar manotazos de ahogado, dispuesta a conseguir lo que había ido a buscar. Por eso, sin previo aviso, lo besé.

Fue realmente algo inoportuno, sin química y casi como si obligara a alguien a besarme. No estábamos en la misma sintonía y mi boca encontró la de Marcus para nada, porque al segundo él se corrió. Me tomó de los brazos y me miró a los ojos, como si estuviera buscando en mí la chica que era antes. Pero no estaba lejos de serlo, seguía siendo la loca enamorada, la que buscaba el romance en cada esquina y metía la pata cada vez que caminaba.

—Por supuesto que siento cosas por ti, Lizzie. Fuiste la primera chica de la que me enamoré sinceramente, que tuve una conexión única. Pero el tiempo pasó y Portia logró llenar los vacíos que dejaste —me explicó de un modo que me destrozó por dentro. Lo miré angustiada, queriendo entender y conseguir una solución—. Nuestro momento pasó y creo que es hora que lo entiendas. Yo quiero a Portia, no sé qué idea tonta tienes en tu cabeza. La quiero y es la mujer con la que me voy a casar.

Me acarició la mejilla con su pulgar y mi piel al instante se estremeció ante su contacto. Quedamos en silencio finalmente, ambos en la sala de estar en donde mis padres solían jugar a las cartas. Todo se sentía tan lejano y a la vez tan común. Marcus se mantuvo unos segundos largos mirándome, queriendo decirme con su mirada lo que ya habían dicho sus palabras. Y para mi sorpresa, el mismo se comportó de otro modo. Se acercó a mí y comprendí que me estaba buscando, a pesar de todo lo dicho, quería besarme. Mi corazón se estremeció al comprender que a pesar de todo lo que había dicho, a pesar de su enojo, sus palabras y la promesa a Portia, su propio cuerpo le pedía estar conmigo. Una vez más Marcus era débil a sus sentimientos y la influencia de su padre caía lo suficiente para que sea mío.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now