Capítulo Nueve.

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Marcus se alejó de mí a pesar del pequeño intercambio que tuvimos en ese momento y sentí que el cuerpo me dolía con esa simple acción. Sin embargo, me mantuvo firme y tomé aire para tratar de no caerme ahí mismo. Sabía que tampoco podía exigirle algo con todo lo que estaba pasando con el hombre y poco me demostraba. Marcus siempre había sido una persona callada con respecto a los sentimientos. En nuestro breve tiempo juntos no me había demostrado demasiado y siempre hablábamos de mí, de mis problemas e inseguridades. Nunca sabía lo que le pasaba y cuando la editorial se vino abajo, él jamás me dejó entrar. ¿Era Portia quién había logrado eso? ¿Era por esa razón que se casaba con ella? Me generaba dudas por completo y me quedé en silencio pensando en esas cosas.

—¿Qué quieres tomar? Tienen muchas cosas ricas, no solamente café. Frapuccinos, batidos...

—Un café está bien para mí, negro —le dijo a la mesera ignorando por completo mis energías cuando le conté que tenía tantas opciones. Comprendí que algo le sucedía y no me estaba dejando llegar a él. Suspiré y pedí un batido, a fin de cuentas hacía bastante calor y el sol me quemaba la cara.

Nos quedamos unos segundos en silencio, casi minutos, mientras yo jugaba con la carta y él miraba a su alrededor claramente incómodo. Ninguno de los dos sabía qué decir y era una situación bastante extraña. Era la primera vez que realmente nos sentábamos a hablar luego de nuestra despedida. Todo eso tenía un sabor extraño, casi amargo.

—Me fue muy bien en Nueva York —le conté contenta, para entablar conversación. Marcus levantó una de sus cejas y me miró con una expresión que no supe identificar, y eso que yo era buena en eso—. Estoy aquí en busca de inspiración para un nuevo libro o... una segunda parte.

—¿Una segunda parte? Pensé que era autoconclusivo el libro... bueno, eso me planteaste en su momento.

—Sí, lo era. Pero los lectores pidieron tanto una segunda parte que tengo que inventarla de algún modo —confesé, porque nunca había pensado que la historia de esos dos podía continuar—. Tal vez haya una historia pendiente entre ellos dos... tal vez hay cosas que no se dijeron y necesitan decirlas para comenzar una nueva historia.

—No creo. A veces es mejor finalizar las cosas y no herir a nadie más —me respondió con frialdad y se detuvo cuando la mesera nos trajo las bebidas con una rapidez increíble. Miré a mi alrededor y noté que no había nadie, así que sospeché que se debía a eso. Suspiré al escuchar las palabras de Marcus, porque notaba cierto recelo y enojo. No lo culpaba, pero tampoco creía que era una buena idea arruinar nuestra relación así—. Así que Declan...

¿Estaba viviendo una escena de celos por parte de Marcus?

—Así que Portia...

—¿Qué hay con ella? ¿Por qué no tienes anillo? —me preguntó y yo me vi atrapada en busca de una mentira. Obviamente, si en algo era buena era en mentir.

—Se me cayó mientras tocaba el botón del inodoro.

—No esperaba menos —me respondió sin emoción a lo divertido que podía ser una anécdota inventada y él asintió dando un sorbo al café negro como su alma en esos momentos. No sabía muy bien adónde íbamos a llegar, pero Marcus había traído las armas para un tiroteo.

—¿Te casarás? —quise saber—. Entiendo que la boda se canceló...

—Portia era muy amiga de mi padre y ella también está dolida por lo sucedido. Yo creo que tenemos que hacerlo, porque era su última voluntad, pero ella no ha pasado el duelo todavía —me explicó y yo miré a Marcus sin poder creer lo que me estaba diciendo en ese momento. Me di cuenta que había un problema mayor.

—Marcus... tu padre murió hace menos de una semana —le recordé. No sabía nada de muertes, no entendía cómo se manejaban los duelos, pero Marcus no lo estaba haciendo del todo bien en ese momento y lo podía ver a kilómetros de distancia—. Es entendible que cualquiera esté triste por lo sucedido. ¿Cómo te sientes con todo eso?

Su mirada estaba tan vacía que me daba pena incluso mirarlo, pero tampoco podía juzgarlo. La pérdida de un padre debía ser algo horrible que yo nunca había vivido y Marcus tenía una relación enfermiza con su padre, entendía que en ese momento mil cosas estaban pasando por su mente y cuerpo. Quise poder entenderlo, poder tomarle la mano y llegar a él, pero cuando lo hice nada sucedió otra vez.

—Estábamos peleando, ¿sabes? —susurró en un tono tan bajo que me partió el alma. Me acerqué un poco para tratar de escucharlo, porque el ruido del ambiente no me dejaba entender lo que decía. Se aferraba con fuerza a una pobre servilleta que había caído presa en sus manos—. Yo no me quería casar tan rápido, le pedía tiempo para postergar la boda y no cometer un error. Necesitaba tiempo con Portia, necesitaba conocerla... tener una conexión. Él estaba enojado y me gritaba, me decía que faltaba poco para la boda y que no podía ser un cobarde. Soltó lo peor de él, sus palabras más horribles y me dijo que por mi culpa mi madre se había ido. Mi padre vivía en una burbuja... no notaba que sus errores nos hacían daño. La llegada de Declan nos hacía daño, sus juegos y su manera de ser nos destruía... pero él no lo veía. Siempre creía que tenía razón, siempre era él quien estaba en lo correcto. Y ese día decidí que finalmente se lo iba a decir. Me llené de valor luego de más de treinta años y le grité todo lo que sentía. Le dije que era un padre de mierda, que me había arruinado la vida y... y ahí fue.

Me tembló todo el cuerpo. Me quedé en silencio comprendiendo que había sucedido y porque Marcus estaba tan mal.

—Fue instantáneo. Como un golpe en el pecho, me dijo. Grité mil veces, llamé a la ambulancia, grité y grité... pero se murió en mis brazos. Ni siquiera pudo hablarme, Lizzie, pero yo lo único que escuchaba eran sus palabras. "Eres una decepción, Marcus" una y otra vez.

Me miró con esos ojos claros tan preciosos con lágrimas, pero sin derramar ninguna. Era tan orgulloso que era incapaz de dejarse ir; sin embargo, estaba hablando de eso. Extendí mi mano una vez más para tomar la de él y si bien lo logré, él luego se alejó. Miró hacia el lago, pendiente del agua en vez de lo que yo estaba tratando de hacer.

—Quiero que te vayas de vuelta a Nueva York, Lizzie. Tenerle aquí es un recordatorio de lo que no pudo ser.

Las palabras fueron tan fuertes que me dejaron sin voz, lo miré sorprendida por su brutalidad y su manera de tratarme. Me dolía el recuerdo de solo pensar en lo que me estaba diciendo. Me estaba pidiendo que me vaya, como si fuera una peste, como si fuera alguien que había llegado solo para molestar. Un poco lo era, pero no iba a decirlo de ese modo.

—Me voy a casar con Portia y tú con Declan. Me parece que lo mejor que pueden hacer es hacerlo en otro lado... no aquí. No quiero verlos.

Dio otro trago largo a su café y se puso de pie, sin darme tiempo a decir absolutamente nada. Estaba escapando de mí luego de sus palabras, que había soltado sin explicación alguna y me dejaba con el corazón en la boca. Sacó un billete de su billetera y lo dejó en la mesa dando a entender que se iba.

—Marcus... espera... no he podido ni hablar.

—No vine a escucharte, Lizzie —me dijo con una seriedad que me dejaba de colores. ¿Qué había pasado con Marcus?—. Estás arruinando mi vida estando aquí. Te pido por favor que vuelvas o por lo menos no nos crucemos más. Ve a hacer tu vida, yo trato de hacer la mía.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now