Capítulo Treinta y Tres

2.6K 375 56
                                    

—¿Y no puedo verla? —pregunté cuando mi agente, Suni y Marcus aparecieron en la sala de reuniones y se sentaron para contarme las novedades. Quería ver a Susan, quería preguntarle que estaba buscando de mí y porque estábamos peleando por algo que era mío desde el vamos.

Me angustiaba mucho más de lo que aceptaba y no quería ponerme a pensar en lo mal que me hacía todo eso. Susan estaba tomando mi novela, mi hija y todo mi esfuerzo para pelear contra nosotros. Decía cosas que me dolían con solo pensarlas, sobre todo porque aquella novela era y siempre sería mía. Eran mis vivencias, mi relación con Marcus y mi amor por él, el amor a mi misma. No podía creer que la gente fuera tan cruel como para querer tomar ventaja de algo así.

El mundo no dejaba de sorprenderme incluso cuando estaba llegando a mis treinta, era imposible para mí comprender que había gente realmente cruel. Me sorprendía aún y me dejaba de ese modo vulnerable en donde no sabía qué hacer. Era una suerte que toda la editorial estuviera de mi lado para ayudarme y contenerme, porque en ese momento no sabía qué hacer.

—No, no pueden hablarse ni verse —me explicó Claudia, mi agente, sentada a mi lado mientras dejaba un par de papeles en la mesa. No quería leerlos, no quería entender qué estaba sucediendo. Solo quería mi novela—. No tengo buenas noticias para ti.

—Susan nos está chantajeando —decidió explicarme Marcus y yo lo miré angustiada, tratando de entender que estaba sucediendo—. Parece ser que consiguió trabajo en nuestra competencia en la ciudad y tiene evidencias de su participación en tu novela... y en su segunda parte.

—¿Cómo puede tener la segunda parte? —quise saber sin poder creerlo—. Yo escribí esa novela, pero nunca vio la luz porque no lo permitimos. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué la tiene? Yo confiaba en ustedes...

Mi queja era hacia Claudia, que me miraba avergonzada como si hubiera cometido un gran error que no podía explicar. El hackeo no me parecía algo coherente y tampoco cualquier tipo de decisión. Declan entró al lugar, pidiendo disculpas por la tardanza y lo miré totalmente dolida. ¿Por qué no estaba en ese momento tan importante para mí? ¿Qué era más importante para él que eso? ¿Qué era más importante para todos que el momento en donde me quitaban algo tan privado como una historia sin publicar? Me sentía como Stephenie Meyer cuando le robaron Midnight Sun, estafada y engañada por las personas que dijeron que iban a cuidarme.

—Me siento tan vulnerable... ¿no lo pueden entender? —les pregunté dolida, mostrando la angustia en ese momento que no había demostrado—. No solamente tomaron algo mío y dijeron que era de ellos. Escribir esa novela me causó insomnio, dolores y angustias... está escrita desde el fondo de mi corazón, desde mi angustia y dolor... ¿Y qué tengo que hacer? ¿Asentir que Susan me ayudó como editora en algunas partes que no tenía fuerza? Se supone que debías cuidarme de eso.

Mi mirada fue hacia Marcus, quien humedeció sus labios y se mostró frío a pesar de verme en ese estado. No podía creer que no tuvieran nada para decirme, nadie soltaba una palabra mientras me ahogaba en un vaso de agua.

—¿Y la segunda novela? ¿No van a decir nada? Eso fue un robo, me robaron una historia que escribí para mí y que no quisiera que nunca nadie la viera porque habla del dolor que sentía en ese momento. Es algo privado, es mi dolor en crudo... no puedo creer que esto esté sucediendo.

Me llevé las manos al rostro y me angustié sola, porque no había nadie para mí en ese momento que entendiera mi dolor. Un libro era como una pequeña parte de un escritor y sentía que me habían quitado eso, sin contar que también habían tomado algo privado de mí y pensaban exponerlo al mundo usando mi nombre. Esa novela era amarga, estaba llena de pensamientos agridulces sobre no saber qué hacer con mi vida, la pérdida de Marcus y el interés en el amor. No quería que la gente la viera, yo quería dar un mensaje con mis escritos y tratar de ayudar a la gente como tanto lo había hecho. Esa novela había sido mi diario íntimo y de hecho había sido rechazada por la editorial. Me estaban haciendo daño de un modo que solo un escritor lo entendería.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now