Capítulo Veintiuno

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—Portia no es una mala chica —me dijo Marcus convencido, con la mirada de una persona que le tiene cariño a otra—. Es una increíble empresaria, pero no se atreve a serlo. Es simplemente una víctima de la manipulación de mi padre y ahora sufre lo mismo por su propio padre. Somos víctimas de sus manipulaciones... ni siquiera mi padre pudo soportar más estar cerca de él y se fue. No vino al funeral, Lizzie, no le importó ni siquiera verlo por última vez. Y yo... yo... no puedo dejar de pensar en él. Me persigue en sueños cuando cierro los ojos...

Le tomé la mano que temblaba sobre su rodilla y fue como despertarlo de aquella pesadilla, como si me viera entre tanta neblina. Sus ojos claros se encontraron conmigo en aquel lugar, recordando esos momentos vividos y pude ver que él veía lo mismo que yo. Que finalmente después de tanto tiempo tratando de llegar a él, Marcus finalmente veía lo mismo. Nos veíamos el uno al otro.

—¿Por qué ella no quiere dejarte? Vino a mi casa a decirme... bueno, ya sabes.

—Lamento que haya hecho eso, supongo que está tan perdida como yo y no sabe hacia dónde ir. ¿Qué va a pensar la gente de ella? ¿Qué van a decir sus padres? ¿Qué va a pensar la gente de mí o de ella? A mí me dejó de importar eso —me explicó y asentí, porque entendía que Marcus podía llegar marcado por esa situación teniendo en cuenta que no había un padre para esa criatura. Casándose con él iba a tener un apellido y un padre presente, ahora no iba a tener nada—. Dios, cuando Declan se entere...

Sonreí de lado al escuchar como quería a su hermano y como pensaba en él en esos momentos. Iba a ser duro para Declan, otra persona manipulada por ese hombre que formaba parte de la pesadilla de muchos. Estaba segura de que era más fuerte de lo que aparentaba y que iba a encontrar la manera de salir de esa situación.

—Ahora no sé qué hacer... porque he terminado esta relación y estoy más perdido que antes. Siento que hice lo que tenía que hacer... pero tampoco sé si es lo correcto. ¿Estoy haciendo bien al no hacerme cargo del hijo de mi padre? ¿Estoy haciendo bien las cosas? ¿Lo estoy haciendo, Lizzie? —me preguntó buscando algo que yo no iba a darle.

—Marcus... yo no voy a darte la aprobación que estás buscando. Yo no soy la persona que estás buscando. La persona que debe aprobar tus acciones eres tú mismo —le aseguré en ese momento porque no había nadie que fuera a decirle esas cosas. No estaba su padre y su madre había huido. No había nadie más que él y era hora que se hiciera cargo de sus acciones, que comenzara a tener las propias—. ¿Sabes que me enseñó eso?

Su mirada buscó en la mía la respuesta a mi pregunta y me reí sin poder evitarlo. Estaba tan perdido que se había olvidado de la persona que me había ayudado a encontrarme. Le acaricié la mano con cariño, queriendo recordarle lo que éramos y la persona que él era cuando estábamos juntos. Recordaba su fuerza, su capacidad de convertirme en una persona gigante con solo mirarme a los ojos y quise recordarle eso. Quise ser Marcus mientras que él era Lizzie.

—Tú, tonto.

Marcus me sonrió, riéndose un poco de la situación y se despeinó un poco el cabello con su mano libre. Yo estiré mi mano para tomar la goma que atrapaba su cabello rubio y liso, dejando que sea finalmente libre. Cayó como cascada sobre su rostro y levantó la cabeza para mirarme de ese modo que me llevaba a lugares que amaba. Ese era mi Marcus, rebelde, apasionado, capaz de dar un discurso tan fuerte que dejase a todos amando sus palabras.

—No te haces una idea de lo mucho que te he extrañado, Lizzie —susurró dejando escapar un largo suspiro y acercando su cuerpo al mío. Su proximidad me brindó ese calor que creía perdido desde hacía mucho tiempo, pero ahí estaba nuevamente para mí. Le regalé una pequeña sonrisa, contenta de tenerlo nuevamente para mí y que fuera ese chico que yo tanto quería—. Nunca he querido hacerte daño, nunca he querido lastimarte... pero tu llegada fue un golpe grande. No esperaba volver a pensar en ti, pero llegaste a cambiar mi mundo como la primera vez.

—Soy un poco así, lo admito —bromeé y él me regalé una sonrisa dulce, de esas que me hacían temblar. Su mano acarició mi mejilla una vez más, dándome esa satisfacción que yo estaba buscando—. No quiero presionarte como lo hice la otra vez... pero quiero estar contigo, Marcus. Quiero que volvamos a empezar, quiero que dejemos todo desde dónde nos quedamos.

Lo vi dudar, vi la duda en sus ojos y sentí que cada vez quedaba más lejos de él, pero fue un segundo, al instante volvió a demostrarme que estaba ahí ese chico que yo quería. Vi un brillo especial que no veía hacía tiempo y pude confirmar que estaba haciendo lo posible por volver a sentir seguridad en un momento que todo pendía de un hilo.

—¿Quieres volver conmigo? —me preguntó manteniendo la sonrisa dulce. Humedecí mis labios buscando las palabras que quería decir para darle sentido—. Porque ahora mismo no me siento digno de ti, Elizabeth. Te hice daño, le he mentido a la gente, casi me caso con una persona a la que no amo...

—No empieces otra vez, Marcus. Deja de buscarle excusas a la felicidad —me quejé y él asintió dejando escapar un largo suspiro luego. Me sorprendía con que facilidad escuchaba y creía en mis palabras de una forma que nadie había hecho antes. Marcus y yo siempre íbamos a tener esa conexión extraña, esa capaz de entendernos simplemente con mirarnos. Recordé esa noche en el bar, cuando me engañó y echó a todos sus empleados del lugar para pasar la noche conmigo. Me había dicho que para tener la primera vez se necesitaba conexión con la otra persona.

En ese momento me di cuenta de que Marcus y yo teníamos eso: una conexión. Volvía a pensar en el hilo invisible que seguramente nos ataba de un modo que a pesar de lo mucho que nos alejábamos, volvíamos a encontrarnos. No me di cuenta de que había estado acercándose a mí mientras hablaba, dejando su frente sobre la mía y obligándome a cerrar los ojos por la cercanía. Mi corazón latía como un loco en ese momento por tenerlo tan cerca y él tomó mi mano para dejarla en el pecho, demostrando que sentía lo mismo. A veces podía ver a través de mí como puertas abiertas, como si yo fuera su libro favorito y conociera cada detalle.

—Vayamos lento —susurró cerca de mí y yo asentí, aferrándome a lo que me diera. Iba a seguir sus condiciones porque no quería que siguiéramos solos, iba a aceptar lo que podía ofrecerme porque él antes había hecho lo mismo conmigo en su momento—. Todos en la editorial van a sorprenderse, necesito que no hagamos demasiado descontrol.

—Yo hago lo que quieras si entre nosotros todo funciona cuando estamos solos.

—Siempre todo ha funcionado cuando estamos solos, Lizzie.

Dicho eso cortó la distancia que nos separaba y me besó como tanto había deseado que lo hiciera. Besarlo fue renovador, fue alentador luego de tanto caos alrededor de nosotros y sentí paz finalmente. Sentí que luego de una larga tormenta finalmente salía el sol y que finalmente todo volvía a estar en orden.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now