Capítulo Treinta y Cinco

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No era la mejor opción que se me podría haber ocurrido, pero lo había discutido con Suni y ella había estado de acuerdo. Estaba nerviosa, las manos me temblaban y estaban sudorosas, pero ahí estaba esperando por esa persona que iba a cambiar mi destino. Esperaba mi destino en la cafetería cerca de la editorial, ansiosa y nerviosa, sin saber que podía suceder, hasta que finalmente la vi llegar.

Portia seguía luciendo preciosa sin importar qué, incluso con ese embarazo avanzado que llevaba y me sorprendía. Cuando estaba con Marcus casi ni se le notaba, pero en ese momento se notaba lo mucho que había crecido ese bebe en su interior.

—Hola Elizabeth, no pensé que nos volveríamos a ver.

Quise decirle que estaba llevando el hermano de mi novio, pero no sabía que sucedía entre Marcus y yo, así que no era la más indicada para decir algo. Suspiré con un poco de tristeza y miré a la chica indicando si quería entrar a la cafetería. Aceptó y nos sentamos en una mesa a lo lejos, como si nos estuviéramos escondiendo de alguien. Tal vez de todo el mundo.

Era mi lugar favorito, a veces iba a escribir a ese lugar mientras tomaba un café observando al mundo moverse a mi alrededor, pero en ese momento estaba muy lejos de ser la misma persona. Portia se pidió un té y yo un café del día, porque amaba todo lo que hacían ahí.

—Sé que ha sido raro invitarte aquí, pero agradezco mucho que hayas venido a verme, Portia. Pensé que no ibas a venir...

—Aunque no lo creas, la editorial ha sido un lugar que aprendí a amar —me dijo con sinceridad y yo le creí porque podía ver en sus ojos que estaba soltando aquello sin mentiras. Además, estaba ahí—. Pero no puedo editar tu libro... nunca fui una buena editora, simplemente había tomado el trabajo porque mi padre me lo había impuesto.

—¿Y ahora qué haces?

—He decidido dedicarme a mi hijo y luego trataré de encontrar lo que me gusta.

La conversación no era fría, pero si tirante, llena de tensión. Yo quería empatizar con ella y al mismo tiempo me daba pánico. De un momento al otro me di cuenta de que yo no tenía por qué sentirme mal, a fin de cuentas no había hecho nada mal. Marcus y yo habíamos tenido una relación especial y no significaba que le hubiera quitado el novio.

—La editorial está en problemas...

—Lo sé, mi padre me lo ha hecho saber. Con la acusación de fraude han caído mucho los números y hace rato que estaban en una crisis editorial que no ha ayudado a nadie. Los socios inversores están por romper lazos con la editorial... no queda mucho tiempo para que termine el sueño de Marcus —me dijo lo que yo ya sabía y asentí, pero busqué en ella algo de cariño por Marcus. Entendía que eso a ella no le correspondía, sin embargo, no me rendí al buscar algo en Portia.

—Sé que te interesan los negocios y que tienes una parte de las acciones de tu padre.

—¿Cómo sabes eso? —me preguntó sorprendida mientras nos daban nuestros tragos. Bajó un poco la voz, notando que estaba hablando alto—. No lo saben muchas personas...

—Suni es la asistente de Declan... pero también sabe leer —le recordé y le sonreí un poco, esperando que no se tomara a mal lo que estaba por proponerle. Suni había encontrado en algunos papeles de Declan, unos que él no quiso dar explicaciones, sobre aquellas acciones que le correspondían a Portia y juntas se nos ocurrió una idea—. Quiero que vendas esas acciones, quiero que nos ayudes a vender la editorial.

—¿Vender la editorial? ¿Estás loca, Lizzie?

—Siempre he estado loca, pero mi padre decía que las situaciones locas resolvían problemas gigantes... y esta es la idea más loca que he encontrado, pero efectiva.



—Esto es un delirio, Lizzie, Marcus no va a aceptarlo —me respondió Declan mientras observaba el plan de pago que Portia había hecho para mí luego de nuestro encuentro a la mañana. Suni miró al rubio entrecerrando los ojos, como si quisiera regañarlo aunque era una imagen tierna en vez de darle miedo a cualquiera—. No me mires así, Suni, sabes muy bien que esto es una locura... por más que crean que es una idea buena, Marcus no es tonto y sabe que estos sacrificios no ayudan. Esta editorial es su sueño, es lo último que nos queda de nuestro padre y Marcus no va a poder desprenderse.

—¿Te piensas que quiero dejar esta editorial? Para nada. Aquí conocí a Marcus, escribí mi novela y me propusieron casamiento. Para mí también es un lugar importante, pero un lugar que necesita terminar para que podamos cerrar las heridas.

—No le va a gustar a Marcus, no lo aceptará. Se cree que es el capitán del Titanic y él se morirá mientras se hunda. Sabes cómo funciona su cabeza terca —me explicó cosas que yo ya sabía, pero había una diferencia. Marcus cambiaba cuando más personas le demostraban de maneras diferentes que los planes iban a funcionar, por eso buscaba apoyo.

—Me recuerda a alguien...

A veces ignoraba por completo los dardos que se lanzaban entre sí Suni y Declan, sobre todo porque yo tenía cosas mucho más importantes que hacer como salvar a Marcus de morir ahogado en el Titanic que era la editorial. Ya nos habíamos golpeado contra el iceberg, solo faltaba hundirse lentamente. Yo no me iba a rendir, iba a nadar sobre agua helada hasta conseguir un barco nuevo.

—No se trata sobre ser terco o no... sino en encontrar una nueva solución. Necesitamos pagarle a Susan y por más que cada uno de nosotros ponga un granito de arena... nunca lograremos pagarle a todos los empleados, a los escritores y a nosotros mismos. La única manera es vender la editorial.

—¿Y quién va a querer la editorial? ¡Está casi muerta! Lo mejor es presentar quiebra y no pagarle a nadie —decía Declan totalmente convencido, casi sonando como su padre y yo negué con la cabeza indignada por aquel acto de cobardía. Recordé las palabras de Marcus esa vez que la editorial vivió lo mismo, no podíamos dejar a la gente en la calle.

—No, tengo otra solución...

—Me gustaría escucharla.

Levanté la mirada para observar en la puerta a Marcus, que lucía tan abatido que por un momento me dieron ganas de abrazarlo y quitarle todas las cosas malas que le estaban pasando. ¿Podía? ¿Me daba permiso? Me dolía verlo así, pero tampoco podía hacer mucho más de lo que ya estaba haciendo.

Le indiqué a Marcus que se sentara y Suni se puso de pie para darle su silla, buscando otra con su característica rapidez. Lo notaba realmente cansado, como si llevara días sin dormir cuando solo llevábamos una noche sin vernos.

—No le hagas caso, Marcus, está delirando —comenzó a decir Declan, casi queriendo detener lo que estaba a punto de decir—. Mira, Lizzie, te respeto mucho como autora, pero creo que eres eso: una escritora. No sabes de las internas de la editorial, de negocios o números...

—¿Y por eso no voy a tener buenas ideas? —quise saber, totalmente decidida a decir lo que estaba pensando sin importar absolutamente nada. Tenía una idea en la cabeza y la iba a defender tanto que todos iban a creer en ella, porque así funcionaban las ideas.

—Quiero saberlo de todos modos, cuéntame...

—Tenemos que vender la editorial —solté y vi como el rostro de Marcus se desfiguraba de horror al decirle que íbamos a terminar con la editorial Scott. No esperaba otra reacción en ese momento, pero tomé fuerzas para decirle lo que estaba preparando soltar desde hacía mucho tiempo—. Para crear nuestra propia editorial.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora