Capítulo Tres.

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—¿Tu hermano? —pregunté con la mandíbula en el suelo. No exactamente así como el personaje de La Máscara, pero casi que así. Miré al chico nuevamente y noté el gran parecido que tenía con Marcus, aunque se asemejaba más a los rasgos de su difunto padre.

No recordaba que él me hubiera dicho que tenía hermano, de hecho estaba casi segura que en algún momento su madre me había dicho que Marcus era hijo único. ¿Qué hacía ese chico ahí entonces?

—¡Declan! —exclamó Suni de la nada y nos asustó a todos, sobre todo al chico nombrado que parecía totalmente alejado de lo sucedido. Me miraba como si estuviera loca, pero al mismo tiempo sentía que lo hacía con un poco de curiosidad y no de la buena. No sabía como explicarlo, pero seguramente Colón tenía la misma expresión cuando descubrió América—. Lo siento mucho, chicos, Declan estaba buscando a Lizzie y nos perdimos en esta enorme iglesia. Creo que están buscándote Marcus... ¡A ti también, Portia!

—Sí, mi hermano... ¿Te ibas a casar con alguien que no sabías su apellido? —me preguntó un Marcus enojado, casi pidiendo explicaciones. Yo lo miré sin entender, porque yo no estaba haciendo lo mismo. Había aceptado que nos habíamos separado y no había dicho nada al conocer a Portia; sin embargo, él parecía realmente dispuesto a pedirme explicaciones. Una pena que yo no iba a dar ninguna.

—No se lo he contado, Marcus.

Declan, el chico alto y rubio que decía ser hermano de Marcus, finalmente habló y yo lo miré tratando de entender adónde íbamos a ir con esta farsa. ¿Por qué había decidido seguir las locuras de una persona como yo? No lo sabía, pero comenzó a caminar hacia mí y se posicionó a mi lado, tomando mi mano. Oh no, ¿qué estaba pasando? ¿Estábamos atrapados en un cliché en donde yo iba a fingir una falsa boda? Al parecer hacía ahí íbamos.

—Declan es mi hermano menor, mi medio hermano. Una sorpresa que dejó antes de irse —me explicó mi ex jefe dejando escapar un largo suspiro. Intercambiaron miradas que no pude comprender y por un momento yo también me quedé a la espera de una explicación de su parte. Sin embargo, ninguno dijo nada—. Iré a ver que sucede. Quédate, Lizzie, me gustaría que estés.

Me sorprendía que dijera ese tipo de cosas tan abiertamente, pero asentí, porque ese día se suponía que Marcus no tenía que vivir tantos problemas y yo le había traído mil. Portia me regaló una sonrisa amable y se marchó, haciéndome odiar su existencia. Una vez que se fueron nos quedamos los tres en esa pequeña sala con el vestido de Portia que aparentemente no iba a usar ese día.

Miré a Suni, que estaba cariz baja con el cabello castaño tapando su rostro y luego a mi prometido falso, que sonreía con una especie de maldad que no supe comprender. Era hora de entender todo lo que estaba pasando y tratar de solucionar los problemas. Pero antes faltaba una explicación.

—Bella y hermosa, Suni... ¿Me puedes explicar que carajo hago aquí?



Un poco más calmada, comprendí que había sucedido y aun así no podía creer que alguien como Suni, que medía 1,60, pudiera ser tan despistada. Con un gesto muy asiático, Suni había bajado el cuerpo para formar una L y pidió disculpas por casi una hora mientras explicaba lo sucedido. Como yo sospechaba, se había olvidado de sacarme de la lista de empleados y me había enviado la invitación de empleados, cuando se dio cuenta del error decidió ignorarlo. Creyó que yo no iba a mirar el mail de la empresa, cosa que tenía razón, y por eso no tenía que explicarme del fallecimiento del señor Scott. Por eso cuando yo llegué como loca dispuesta a interrumpir un casamiento (¿en qué pensaba?), ella comprendió que había metido la pata hasta el fondo.

—¿Y por qué entraste con él a esta habitación? Podrías haber entrado sola y yo no estaría comprometida con alguien que no conozco —confesé y el joven se rio—. Sin ofenderte.

La chica del jefe [Editorial Scott #2]Where stories live. Discover now