12• La boca del lobo (parte 2)

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Cuando los automóviles frenaron frente a la casa de los Stretcht y los conductores bajaron, se vieron inmersos en las preguntas de los niños: "¿A qué hora se iban? ¿Irían todos los padres? ¿Estarían toda la tarde?"

Mientras tanto, Melanie presentaba a Octavio entre los presentes padres como el vecino nuevo, profesor de universidad y dueño de Mascarita. Octavio no pudo recordar los nombres o asociarlos al niño que correspondía porque, básicamente, no le interesaba.

—Tres autos, cariño, hay espacio para todos —dijo Robert acercándose con Alena tras él.

—Creo que sí, ¿no? —respondió Melanie y procedió a contar a los presentes, sin tener en cuenta a los vecinos curiosos.

—Buenas, eres Octavio, ¿verdad? —dijo Robert mirando en dirección al joven de rostro asustado.

—Eh, sí, señor. Es... es un placer conocerlo al fin —dijo un poco tartamudo mientras estrechaba la mano que Robert le tendía.

—Ah, apretón firme, buena señal me han dicho. ¿Tienes mucho que hacer hoy, Octavio?

Octavio lo miró con una expresión de genuina sorpresa en sus facciones. Luego negó con la cabeza.

—Perfecto —dijo Melanie incorporándose en la conversación a la vez que se colgaba del brazo de su marido —. Necesitamos toda la ayuda posible. Ve a entrar a Mascarita que hoy vamos a la feria.

Octavio nunca en su jodida, miserable y desastrosa vida, comprendería el funcionamiento de ese vecindario. Pero obedeció, después de todo, no tenía nada que hacer.

Luego de asegurarse de que su perrita tuviera agua y comida suficiente, la dejó durmiendo en el sofá. Salió pensativo respecto a que acababa de aceptar acompañar a un montón de niños y a sus padres a la feria. Genial.

—Sonia, manejas el azul pequeño... —decía Melanie cuando él se acercaba.

—Un Renault, amor —precisaba Robert.

—Robert, no me corrijas, no creo que Sonia sepa la marca del auto... aunque pensándolo bien es más probable que lo sepa ella a que lo sepa Richard. ¡Richard! —gritó—. Tú sube en el blanco que no tiene colita.

—Melanie, si te sirve de consuelo, yo de verdad tengo menos idea de autos que mi esposa —dijo Richard.

—Octavio, ¿puedes ser el copiloto de Richard? —preguntó Robert. El joven asintió aún con rostro sorprendido. Robert negó con la cabeza divertido ante la reacción de su vecino, que no era mucho mayor que ellos cuando tuvieron a Alena, ni mucho menor que ellos ahora.

Julia subió al auto junto a Sonia. No había vuelto a mirar a Octavio. Estaba demasiado avergonzada y sorprendida. Octavio tampoco intentó hablar con ella nuevamente.

Así que, Alena iba con sus padres. Los dos chicos, Astrud y Tadeo, iban con Richard y, Micaela y Silvia subieron al auto de Sonia.

Richard y Sonia eran los padres de Silvia, un matrimonio común, inmerso en la rutina de cuidar dos hijos, un muchacho de 25 y su pequeña Silvia. Así que, a diferencia de los padres de Micaela que habían visto insalvables sus diferencias, ellos se enfrentaban cada día a ellas y salían victoriosos.

Los padres de Astrud saludaron tímidamente desde el portal mientras los vecinos los engullían a preguntas sobre Noruega.

—Espero que te gusten los niños, porque estamos a punto de ir a buscar a tres niños más que nos esperan en el parque.

Octavio soltó una risa un poco afectada, constatando que se había metido de lleno en la boca del lobo.

Desde que el mismo había dejado de ser un niño se había alejado de los niños, porque, todos los que conocía, habían crecido con él. El único niño con el cual pasó más de una hora en los últimos años había sido Facundo, el hermano menor de su ex novia.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now