10- Juls, lo siento

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1996
Robert estaba enojado, más que enojado frustrado. Octavio había sido la pista más sólida que había tenido en lo que iba del caso y estaba convencido que produciría algo, que daría más pistas o el paradero final de su hija.

Sabía que no encontraría a su hija en esa casa, porque las ventanas de Octavio siempre permanecían abiertas y si Alena hubiera estado allí hubiera encontrado la forma de comunicarse con él.

Caminaba en la oscuridad de la noche que se veía interrumpida por farolas cada media cuadra y por las luces de los pórticos de las casas. Había salido a caminar muchas veces luego de que caía el sol, lo ayudaba a aclarar las ideas.

Pensaba en la pequeña esperanza que le había dado la idea de Julia respecto a las habitaciones escondidas y en como había golpeado las paredes esperando oír algo. También pensaba en que tan confiable era Julia respecto a la información que le podía dar de Octavio. También se preguntaba que la había hecho sospechar hasta el punto de hablar con él sobre eso e incluso proponer que revisaran la casa. Una casa en la que no había encontrado ni una mísera pista. Lo único que había en la casa era ropa no muy moderna y facturas por pagar...

No había planos, recordó, y se suponía que Octavio era arquitecto.

-¿Robert? Hola, ¿cómo te encuentras? -le preguntó la voz de una mujer. Robert giró sobre sí mismo y se encontró con la señora Sanders, la madre de Nicolás.

-Estoy como puedo, la verdad -le respondió Robert.

-¿Nicolás logró hablar contigo? Parecía muy interesado en hacerlo -dijo la mujer cambiando de mano la bolsa con cajas plegadas que tenía.

-Ah, sí, nos encontramos, pero dijo que no era nada importante -aseguró el oficial que no pudo evitar fijarse en la bolsa que tenía la mujer.

-Oh, bueno. Nosotros nos mudaremos dentro de poco, me ofrecieron un trabajo en otro estado y a Nicolás aún lo atormentan esos chicos con los que solía reunirse... además de que aquí son poco tolerantes algunas personas. Lo mejor va a ser irnos.

-Les deseo toda la suerte del mundo.

-Gracias, espero que tu corazón logre sanar y que encuentren a Alena pronto.

Se alejó caminando y Robert intentó recuperar el hilo de sus pensamientos, no queriendo pensar en el sufrimiento que debía pasar Nicolás para que su madre decidiera alejarse de los recuerdos de su esposo e irse a otro estado.

Recordó caminar por la casa de Morales y notar la falta de planos y maquetas. Sabía que Octavio trabajaba de eso, porque el sueldo de profesor no le daba para mantener una casa así, se lo había dicho a Melanie en una ocasión. Así que, ¿dónde estaban sus obras?

Sabía también que su único lugar de trabajo era la facultad y que de allí le habían devuelto todas sus pertenencias.

Un pensamiento cruzó su mente como un rayo: debía de haber otra habitación en la casa, como un depósito o un sótano.

Recordó revisar las paredes y todas las puertas pero también recordó que chirrió el piso al caminar por la sala, como si hubiera un espacio hueco debajo (la casa de Octavio no tenía piso flotante, solo pisos de madera). Un sótano, la casa debía de tener un sótano.

Y allí podría estar su hija. Solo necesitaba saber lo que sabía Julia, si era algo tan terrible como para que traicionara a su amado, debía de ser algo que lo ayude a revisar ese sótano.

La declaración de Julia podría resultar crucial para conseguir una orden de allanamiento. Porque la tranquilidad del muchacho mientras revisaba la casa se podía deber a que la existencia del sótano no era pública y Robert estaba seguro que si volvía sin una orden podría enloquecer, pedir la existencia de una orden judicial y alejar a su hija mientras ellos la conseguían. Debía pensar con claridad y lo primero que debía hacer era llamar a Julia.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now