Epílogo: Secretos revelados

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Era domingo por la mañana, el sol de verano asomaba en el horizonte, saliendo con todo su esplendor en el inmenso cielo despejado. Robert salía de su casa, camino a la prisión estatal, como todos los domingos. Eran casi dos horas de viaje que el hombre hacía con gusto para visitar al chico que no recibía visitas.

La carretera estaba transitada por familias que se dirigían a pasar el domingo fuera, en alguna playa, sin preocupaciones, sin tener idea de lo dura que la vida era para algunas personas.

El oficial Strecht masticaba un chicle de fresa, había desarrollado una extraña adicción a esos dulces desde que había dejado la bebida, era un buen sustituto para sus noches de borrachera. Eso y tomar una simple copa de vino, pero no había necesidad de comentarlo al grupo de apoyo, ¿cierto? Ya había pasado por una rehabilitación antes y no le había ido muy bien.

Saludó al guardia, mostrando su placa como era costumbre, eran pasadas las nueve de la mañana cuando entró en el recinto.

Ese domingo la visita a Avan fue diferente ya que al fin el oficial le mostró todos los secretos guardados por esos años. Le entregó la carta que su hermana había dejando explicando que ella era la causante de los acontecimientos que habían llevado a Avan a donde estaba.

El muchacho no se lo tomó bien cuando descubrió la verdad tras los asesinatos que lo llevaron a tomar la decisión que lo trajo hasta allí. Sus últimas palabras antes de perder la conciencia de la impresión fueron:

—Feliz cumpleaños, Livvy.

Robert no podía creer que precisamente ese día se celebrara el cumpleaños de Olivia. No se creía que tuviera tanta mala suerte.

Los doctores fueron a atenderlo en medio de la sala de visitas, donde todos los reos miraban curiosos. Robert les explicó a los médicos la situación y ellos le aseguraron que se debía al delicado estado mental de Avan. Desde que las sesiones con la terapeuta habían terminado, el chico no había logrado mayores avances, incluso había mostrado una desmejora, pero lo cierto es que el estado no podía seguir cubriendo el tratamiento.

Robert lo miró recostado en la camilla de la sala de enfermería con olor a hipoclorito donde lo había encontrado hacía cosa de un año malherido cuando fue a pedirle ayuda. Había guardado tanto tiempo el secreto de su hermana y justamente ese día había decidido hablar.

Tocó el hombro de Avan, buscando que despierte para asegurarse de que estaba bien.

"No puedo... no puedo con esto. Usted me tendrá que ayudar. Me... me lo debe" había dicho el chico y Robert sabía lo que le pediría, pero él no estaba dispuesto a ayudarlo.

Avan abrió los ojos y lo miró.

—¿Después de aquí irá a ver a Alena? —preguntó, descolocando a Robert.

—Sí, como cada día...

—Pues ella también merece saber la verdad, no puede seguir creyendo que verá a Octavio cuando esté mejor. —Avan lo miraba con rostro serio y un poco enojado.

Robert lo pensó, tenía toda la razón, pero no podía hablar con Alena aún. Poco a poco ella iba recobrando el comportamiento de una persona normal, había hecho salidas con la clínica y se relacionaba con las personas, incluso era voluntaria en un refugio de animales para sorpresa de todos (creían que ver morir a tantos animales sería un trauma insuperable para ella).

Pero muy en el fondo Robert creía que parte de ese progreso, del esfuerzo que ella estaba poniendo se debía a que creía que Octavio estaba esperando por ella.

La terapeuta que llevaba el caso de Alena había comenzado a implantar la idea de que ella era un ser independiente y que quienes esperaban su mejoría eran Robert y sus amigos: Tadeo, Tamara que había logrado rehabilitarse y Silvia que había empezado a visitarla cuando pudo comenzar su propia terapia particular.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now