15- Lo trajo la lluvia

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1996

La investigación había llegado a un punto muerto y los recursos policiales dedicados a la misma se habían reducido, lo que era solo una forma linda de decir que habían dejado de buscar a la niña.

La Navidad se acercaba y Julia estaba colocando adornos en la casa (no había logrado reunir dinero para un árbol de Navidad de verdad, así que tendrían uno pequeño en la mesa de la salita).

Tadeo había entregado su carta para Santa Claus a Julia el día anterior para que la lleve al correo, para que llegue a tiempo al Polo Norte, había dicho el niño. Julia la leyó, para saber que tendría que comprar este año. Había tres cosas anotadas en la carta.

(*)Querido Santa Claus (Papá Noel):
Esta Navidad quiero pedirte tres cosas.
La primera es una cama para Mascarita porque ah crecido un poco y mamá no quiere que siga durmiendo con migo en el cuarto.
Lo segundo que quiero pedirte es una pelota de fútbol para jugar como Beckham.
Y lo ultimo y mas mas importante que quiero es que vuelva Alena.
Muchas gracias.
Con amor Tadeo.

A Julia se le había llenado el corazón al leer como su niño había usado su carta de Navidad para expresar sus profundos deseos y éstos eran tan desinteresados y puros.

Julia aún sentía una opresión en el pecho al recordar lo ocurrido meses atrás. Recordaba como luego del testimonio de una joven, asegurando y probando que Octavio había estado con ella a la hora del crimen, la investigación hacia él había tomado otro rumbo, Julia no había querido saber muchos detalles sobre la declaración que hizo esa chica y Morrison no se los había dicho, respetando sus aún confusos sentimientos hacia Octavio. Lo que hizo en cambio fue asegurarle que lo encontrarían y que cuando lo hicieran lo tendrían vigilado respecto a la atracción que sentía por menores de edad. Declarándolo como posible pedófilo.

Morrison estaba realmente interesado en Julia de una forma en la que Octavio jamás habría podido estarlo. Con Octavio, siempre tenía una sensación en el pecho de inquietud, no porque él fuera agresivo o algo, sino como si estuviera más allá de los sentimientos humanos del enamoramiento. Octavio era alguien difícil de descifrar en más de un sentido. Cuando por fin parecía haberlo entendido, hacía algo que la descolocaba y la hería. En cambio Morrison era un hombre sencillo y bueno, la clase de hombre con la que te gustaría sentarte a la sombra de un árbol en verano a tomar limonada y comer frutas.

Octavio era un paso en la noche, en pleno invierno con mucho frío, un paseo muy muy deseado pero que terminaba dejándote un sabor agridulce en la boca y ganas de más y más y más. Amar a Octavio era masoquista.

Acababa de colgar unas luces en el techo sobre el sofá de color blanco y azul. Había puesto tres clavos nuevos en la pared exclusivamente para las luces y se había caído un poco de la pintura al rededor del clavo del centro. Las enchufó y al instante comenzaron a prenderse y apagarse como en un baile al compás de una música imaginaria.

Estar con Octavio era como bailar al compás de una música que solo él era capaz de oír.

Julia había repetido muchas veces las palabras que Octavio le había dicho en su casa, el beso que le había dado y la forma en la que la había mirado. Sentía aún la sensación exacta de sus ojos grises clavados en ella y no podía evitar estremecerse al recordarlo.

Octavio no sabía amar, pero lo hacía aunque él no lo entendiera. Ella se preguntaba cómo se sentiría ella de haber sido él quien hubiera secuestrado a Alena realmente. ¿Habría sido capaz de dejar de amarlo? Sabía que era un monstruo, un pedófilo, pero, ¿no le había dicho él que buscaría ayuda? Y ahora, ¿dónde estaba? ¿por qué se había alejado para no volver?

Ella misma llegó a preguntarle a Morrison si no pensaba que Octavio pudo enviar a alguien por Alena mientras él fabricaba su coartada. Morrison le había respondido que esa clase de cosas eran el tipo de cosa que se hacía solo y que si hubiera querido fabricar una coartada habría hecho otra cosa, se habría colocado en otra situación. Además no había nada que probara que Octavio tenía relación con nadie más: las únicas personas con las que tenía contacto eran los profesores en la universidad (contacto meramente laboral y muy distante), la familia Stretcht y ella misma, además de los que tenía en su anterior lugar de residencia. Incluso hablaron con sus padres y con Alexia, su ex novia. Su padre no parecía sorprendido cuando hablaron con él al respecto casi diez días después de que Octavio se alejara, cuando Julia había propuesto la idea del cómplice; el hombre se había limitado a decir lo que ya sabían de él. La madre, por el contrario, se notaba horrorizada ante los dichos de la policía. Ambos aseguraron que él los había llamado para pedirles que vendieran la casa, porque se mudaría a otro estado y quería comprar una nueva casa. Él no dijo a que estado.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now