13• Como un suspiro perdido

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Octavio veía el rostro de Alena con miedo. La niña no parecía estar realmente allí, casi como si de una posesión demoníaca se tratara.

—¡Robert, Melanie! —gritó con apremio, esperando que sus palabras atravesaran el bullicio general y llegaran a los oídos correctos. Melanie y Robert ya se dirigían hacia allí.

Octavio sostenía el cuerpo tembloroso de la niña y para cuando Melanie llegó, esquivando un montón de cuerpos que comenzaban a acercarse a curiosear, lo vio más pálido que un muerto.

—¡Déjala en el piso! Con el cuerpo de costado —dijo la mujer mientras desataba un suéter que tenía colocado sobre los hombros. Lo dobló con cuidado y se agachó junto a su hija mientras Octavio la depositaba con sumo cuidado en el sucio suelo de tierra y la colocaba de costado. Sus piernas y brazos se movían sin control; Melanie colocó el suéter bajo la cabeza de la niña y le quitó el cabello de la cara con ternura.

Robert se quedó parado con una mano en la cabeza y otra en la cintura, su rostro era una máscara de tristeza y preocupación. Octavio se paró despacio y se alejó del lugar con sigilo.

No tenía nada que hacer allí, no sabía nada de convulsiones y le aterraban las enfermedades, casi hasta un punto paralizante. Odiaba el concepto de enfermedad, detestaba sentir que su cuerpo no estaba funcionando como debía, lo asustaba poder perder el control. Y al ver a Alena en ese completo estado de descontrol de sí misma había rememorado viejos temores.

Octavio siguió caminando hasta ver un rostro conocido: Julia. Buscaba con desesperación a su alrededor con la mirada, Octavio supuso que a Tadeo.

Mientras tanto la feria seguía con su normal funcionamiento: palomitas explotaban en las máquinas, niños apuntaban al blanco y atracciones se ponían en movimiento.

—¿Qué pasó? —preguntó la muchacha cuando él se acercó.

—Alena tuvo una crisis convulsiva, ¿buscas a Tadeo? —cuestionó él a su vez parándose frente a ella y mirándola directo a los ojos.

—Sí, vi todo el alboroto y me preocupé. ¡Mira, ahí viene! —dijo Julia suspirando de alivio, aferraba la sucia rana de peluche como si de un salvavidas se tratara. Tadeo venía con rostro asustado mirando a las personas con recelo, caminaba rápido. Al llegar a su altura tiró del brazo de su hermana para que se agachara y susurró:

—Juls, hay un hombre con un arma.

Julia lo miró un poco divertida pensando que era una broma del chico, pero Octavio no dudó ni un segundo en sus palabras.

—¿Dónde lo viste? —preguntó el muchacho mirando con seriedad al chico.

Julia lo miró impresionada de que le creyera.

—Estaba junto al carrousel.

Octavio se quedó de piedra. Estaba demasiado cerca de donde Alena aún se recuperaba de la convulsión.

Si era verdad lo que el niño decía, todos podían estar en peligro.

Tadeo había visto el arma en su cinturón cuando el hombre se agachó; corrió lejos de allí al instante y buscó a su hermana con desespero mientras la gente se amontonaba, él no sabía el motivo.

Octavio tomó a Julia del brazo, sabiendo que Tadeo no soltaría a su hermana, y se encaminó al carrusel, desandando sus pasos.

—Mantén la calma, hablaré con Robert.

—Octavio, debe ser un broma de Tadeo...

—¿Él suele hacer bromas de este estilo? —preguntó el mayor. Silencio fue la respuesta—. Eso pensé. 

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora