11- Tras pistas

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1996

Era temprano en la mañana, el cielo estaba nublado y la humedad era aplastante, no soplaba viento y pronto empezaría a llover. Julia había tomado el paraguas del paragüero a último momento y, mientras veía el cielo cada vez más gris, se enorgullecía de su decisión.

La había despertado el timbre del teléfono, pero no había llegado a atender a tiempo porque se había enredado en la sábana y había caído al piso. Cuando el aparato volvió a sonar ella atendió temerosa de quién estuviera al otro lado.

-Julia, la conseguimos -dijo el oficial Stretcht con la voz más viva que ella le había oído desde el día del crimen.

-¿De verdad? -respondió ella sorprendida de la rapidez de la situación.

-Sí, Morrison está reuniendo a un par de efectivos y partiremos hacia allí, no me dejarán entrar, porque no estoy en la labor, pero al menos podré esperar afuera -. La esperanza teñía su voz de una manera desesperante.

Julia anhelaba que encontrara a su hija, pero quería que Octavio fuera inocente como juraba ser.

-Robert, iré hacia allí, quiero ver que pasa...

-No sé si sea lo más conveniente, el tenerte allí puede complicar las cosas.

-No está a discusión. Nos vemos allá, solo dejaré a Tadeo con la señora Nash y en quince minutos salgo hacia allí.

Cuando Julia llegó a la casa de Octavio ya estaban los policías aporreando la puerta. Robert caminaba como desesperado de un lado a otro mientras Morrison intentaba ver a través de una ventana. Mascarita ladraba con vehemencia desde el interior.

-Robert -dijo Julia acercándose a él.

-Creo que no está en casa. Tal vez huyó, tal vez ayer cometimos un error y lo alertamos para que se lleve a Alena a otra parte -dijo Robert.

La sangre se congeló en las venas de Julia al recordar la llamada que Octavio le había hecho la noche anterior.

-Si hubiera hecho eso alguien lo habría visto... -comentó más para sí misma que para Robert.

-¡Sabes que en este vecindario nadie ve nada, Julia! -le dijo frustrado el oficial mientras llevaba su manos a su cabello en una gesto nervioso. Julia notó canas en su pelo que no estaban ahí hacía un mes.

-Bueno, de todas maneras podrían entrar...-comenzó ella.

-No, no podemos forzar la cerradura -la cortó Robert. Podían hacerlo, pero eso complicaría las cosas.

-No, pero yo sé donde hay una llave de la casa -declaró Julia nerviosa.

Se acercó a las piedras que Octavio mencionó en el mensaje dándole una sonrisa a Morrison que les decía algo a los oficiales y encontró la llave allí escondida.

-Tomen -dijo alargándole la llave a Morrison que la miró impresionado. El oficial admiraba la fuerza de la chica, al poder hablar y actuar contra la persona que amaba por más que eso le partiera el corazón.

Morrison abrió la puerta y Mascarita salió disparada a los brazos de Julia, agradecida de ver una cara conocida. Robert miró a su alrededor, más por nervios que por querer ver algo y vio como un cortina se corría, ocultando el rostro de alguien en una casa circundante.

Empezó a llover con bastante fuerza, por lo que Morrison les hizo un gesto a todos para que entrasen al recibidor luego de comprobar que estaba despejado.

Ya dentro dos oficiales fueron al piso de arriba con sus armas en alto (Julia odió la visión de esas cosas) y otro se dirigió al área de la cocina.

-Les diría que esperen aquí, pero es más seguro que me sigan -dijo Morrison mirando a Julia, cuyos rizos habían atrapado un par de gotas de agua, y a Robert que tenía el rostro serio y el cuerpo en tensión.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now