19• Mariposa

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Octavio perseguía a la pequeña mariposa lila  por un hermoso campo de pasto fresco que llegaba casi a las pantorrillas, el rocío empapaba todo el prado. Cada vez que él se acercaba lo suficiente, el hermoso ser alado volaba lejos, de flor en flor, alejándose. Pero Octavio no se daba por vencido, iba tras la mariposa casi como un desesperado; cuando estaba tan cerca de ella que casi podía tocarla, despertó.

El cielo estaba clareando, la temperatura había ido en descenso a lo largo de la noche pero Octavio sudaba. Mascarita se removió a los pies de la cama, sin despertar.

Con cuidado de no mover a su mascota se levantó, lo que de todas maneras despertó a la perrita, para ir a la cocina por un vaso de agua. El piso frío en sus pies le provocó un estremecimiento en todo el cuerpo. 

Se guió por la casa gracias a la tenue luz que se colaba entre las cortinas proveniente de las farolas de la calle. Octavio no se sentía bien.

Había estado coqueteando con Kaytlin, y más que eso, intentando distraer sus oscuros pensamientos. Se rehusaba a usar a Julia para algo semejante.

Lo que él necesitaba era hablar con Alexia. Su ex era la única capaz de hacerle entender que todo iría bien, que él estaba bien.

Pero una parte de Octavio, esa que solo salía en las lúgubres noches cuando no se podía ocultar de sí mismo, sabía que él no estaba bien. Mascarita lo seguía fielmente por la casa, mientras él caminaba con el vaso de agua ya vació en la mano.

Él nunca había estado bien. Algo en él no encajaba, era como un puzzle con una pieza defectuosa de fábrica, porque él sabía que este sentimiento siempre había estado en él.

Era una necesidad imperiosa de lo nuevo. Nuevos juegos, nuevas emociones, nuevas necesidades que habían comenzado a alimentar al pequeño monstruo que crecía en su alma. 

Al principio no lo entendía, las palizas que su padre solía darle, pero luego supo que era el desesperado intento de un hombre por arreglar lo que en él estaba roto de fábrica. Pero eso no era posible, y con cada golpe lo había roto más; como cuando intentas arreglar algo de lo que no tienes idea y terminas rompiendo más, empeorando la situación.

Por eso Octavio odiaba a su padre. A pesar de que una parte de él era capaz de entenderlo, era imposible no odiarlo.

Tiró el vaso con fuerza al recordar el sueño, y la inquietante sensación de su pecho al despertar.

Porque, mientras miraba los cristales en el suelo, supo a que se refería el sueño.

La pequeña mariposa era Alena.

*****

Tadeo miraba a su amiga con las manos tras la espalda.

—Tadeo, por favor, dime que es —pidió la chica con desesperación alargando las vocales y usando sus ojos de cachorrito. Pero Tadeo se negaba a mostrar lo que escondía a su espalda.

En realidad, momentos antes le había parecido la mejor de las ideas, pero al ver a Alena a los ojos se había arrepentido. 

Ambos niños se habían hecho muy cercanos en ese tiempo y en ese momento estaba en el parque a un par de cuadras de la casa de la niña bajo el cuidado de Julia. 

La mujer tenía un par de muletas que la acompañaban a todos lados hacía más de dos semanas, porque se había esguinzado el tobillo al caer en la escalera, pero eso no le impedía seguir con su vida diaria, lo que si había jodido era su trabajo, pero aún podrían vivir por ese mes con lo poco que tenían ahorrado.

—No, ya está, me arrepentí. Date vuelta y...

Alena no dejó que el chico terminara cuando ya estaba intentando dar la vuelta para ver que escondía tras la espalda, pero Tadeo fue más rápido y llevó las manos adelante, mostrando su secreto.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now