16• Mímesis

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(1996)

—Podrán decir que estoy metiéndome en un área que no me corresponde, pero para explicar correctamente el surgimiento de esta teoría matemática, necesito sondear sus conocimientos. ¿Quién puede decirme que es la mímesis?

Los alumnos de arquitectura e ingeniería civil miraron extrañados al profesor Morales.

—Emmm... si mal no recuerdo la palabra viene del griego... y se divide en "mimos" que significa "imitación" y "sis" que quiere decir "impulso" o "formación" —dijo Kaitlyn con soberbia.

—Muy bien, señorita, para la próxima haga mímesis de sus compañeros y levante la mano para hablar. ¿Algo más para agregar? ¿Señor Gorriti?

Kaitlyn sintió sus mejillas volverse rojas antes de que su compañero hablara:

—¿No tiene dos significados? Uno habla de imitar a las personas y el otro de imitar la naturaleza con propósitos artísticos.

—Exactamente, se preguntarán por qué saqué este tema en clase, bueno jóvenes, hablaremos de una persona que gustaba de imitar el actuar de su tutor y que, a su vez, era un hábil diseñador de edificios que mimetizaban la naturaleza.

Julia miraba su cuaderno, que no tenía casi ningún apunte. La verdad poco le interesaba esa clase: había leído el capítulo del libro el día anterior y lo había entendido por su cuenta. En realidad estaba pensando, sin temor a admitirlo, en lo grandes que eran las manos del profesor y en como se amoldaban a su cintura de forma deliciosa. Mordió su lápiz distraída casi con una sonrisa cuando Octavio posó sus ojos en ella, su mirada le paralizó la sangre.

Ella había descubierto en estas semanas algo inquietante, la mirada de Octavio parecía siempre ligeramente peligrosa, casi como si fuera un león esperando el momento justo para atacar su presa y eso, en combinación con su sonrisa coqueta, le encantaba. Estaba decepcionada de sí misma: al parecer su idiota capricho por los chicos malos no se había acabado.

Aunque Octavio no era exactamente un chico malo. No fumaba ni bebía más de una cerveza; tenía a su pequeña perrita como si de una princesa se tratase, su madre lo trataba como a un adolescente. Octavio era, sin ninguna duda, inofensivo. Aunque Julia no tenía muy buen criterio al respecto.

Cuando la hora terminó ella se iba a acercar a Octavio con cualquier excusa, esa sería la última clase que él impartiría a ella y sus compañeros pues su aula ya estaba en perfectas condiciones, pero una chica que no conocía se acercó a él antes, y ella solo se marchó.

—Profesor Morales, no me quedó muy clara esta parte de la fórmula, ¿qué se supone que hago si no tengo estos datos? —preguntó Dominik.

Octavio siempre respondía con gusto las dudas de sus estudiantes, pero en secreto creía que eran ligeramente estúpidos al preguntar. Él explicaba de manera muy clara cada tema y si no lo habían entendido se debía a que su IQ era demasiado bajo para cursar una carrera universitaria o a que no habían prestado atención.

—Es bastante simple, señorita Rublo, los datos son suyos. Usted diseñará el edificio, así que las medidas, los materiales, el diseño, todo corre por su cuenta —respondió él con una sonrisa. Sabía que Dominik tenía un IQ más que correcto y que prestaba atención a todas sus clases, ella le preguntaba cosas porque buscaba excusas para hablar con él. Y eso lo complacía.

—Sí, tiene razón, que tonta soy —dijo con las mejilas rojas y una sonrisa nerviosa. A Octavio le parecía bastante tierna, con su cabello teñido de rojo y sus ojos apenas rasgados. 

—Señorita Rublo, si quiere probar la fórmula puedo traerle algunos datos de edificios reales para que lo compruebe usted misma —dijo él.

—¡Sí! Eso sería maravilloso —respondió visiblemente aliviada.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now