22• Cumpleaños feliz (1)

24.3K 2.4K 929
                                    

*Ya hago la aclaración: por si dije antes en algún punto de la historia el día de la semana del cumpleaños de Alena... no lo recuerdo y saben que soy una floja para buscarlo, así que lo olvidan y quedamos en que es un domingo a la tarde, ok? xD*

*Tampoco recuerdo el apellido de soltera de Melanie, así que, como sé que prefieren historia a detalles insignificantes, prefiero seguir escribiendo antes que ponerme a buscarlo. Por ende el apellido será... Loom. :D Dicho eso...*

****

Esa mañana de domingo cuando Alena abrió los ojos, la voz de su madre decía algo que no comprendía porque aún no estaba del todo despierta, la emoción invadió su cuerpo: era su cumpleaños.

Abrió los ojos con rapidez y miró a sus padres con una sonrisa enorme.

—¡Feliz cumpleaños, dulzura! —dijeron ambos adultos casi al unísono.

—Ya son dos cifras, Ali —la felicitó su padre a la vez que su madre le daba un enorme abrazo. La mujer se recostó en la cama y Robert se tiró sobre ambas y entre risas empezaron la mañana.

Un delicioso desayuno la esperaba en la mesa junto a dos paquetes envueltos en papel color lila.

—¿Puedo abrir primero los regalos? —preguntó la niña luego de sentarse a la mesa.

Robert sonrió y miró a su esposa con ilusión esperando su aprobación. La mujer suspiró, fingiendo resignación y derrota.

—Claro, amor, pero primero el de mamá —dijo Melanie y miró a Robert con suficiencia. Acto seguido le dio su paquete a su hija mientras el rostro de Robert se transformaba en una mueca de decepción. Pero cuando Melanie le sonrió, él solo pudo devolverle la sonrisa con picardía.

Alena abrió el de su madre, que era más pequeño. Rompió el papel con rapidez y se encontró con dos cajas de joyería. Abrió la primera, más cuadrada y se encontró con dos pendientes de plata con forma de mariposa color lila. La caja más alargada contenía un collar que hacía juego. Alena sonrió emocionada, en el paquete había también un juego de té nuevo, con pequeñas flores de colores decorándolo.

—Gracias, mami, todo es demasiado genial. ¡Te amo! —dijo la niña a la vez que abrazaba a su madre por el cuello.

Robert extendió su paquete antes de que Alena soltara a Melanie y sonrió.

La cumpleañera tomó el paquete con sus manos, era bastante grande, así que lo depositó en la mesa y quitó el envoltorio. Dentro había un oso muy grande color beige oscuro. La niña abrió los ojos con fuerza y lo abrazó al instante. Junto al oso había una caja del perfume favorito de la niña.

Alena se vistió con su vestido favorito, color blanco con detalles púrpuras en los bordes. Se puso un saco tejido púrpura que su madre odiaba porque ese día estaba un poco nublado y fresco. También se puso unos shorts deportivos bajo el vestido porque sabía que correría y saltaría por todos lados.

Mientras, su madre preparó la parte interior de la casa a la vez que Robert se encargaba del exterior. 

—Robert — dijo su suegra al bajar del auto que acababa de estacionar en el frente de la casa —. Tanto tiempo sin verte. Mario, ven, es Robert.

Un hombre de unos sesenta años bajó del auto con rostro serio. No se parecía en mucho a la mujer que tenía a su lado, tan alegre siempre. Quizá demasiado, para la opinión de Robert, pero eso jamás en la vida lo diría en voz alta.

—Mario, ¿cómo le va? —dijo Robert dejando las cintas de colores para estrechar la mano que le ofrecía el hombre.

—Muy bien. ¿Dónde está la bebé? —preguntó el hombre dirigiéndose a su mujer, aunque ella poco podría saber sobre la ubicación de Alena.

Sus abuelos por parte de madre solían llamarla "la bebé" cuando era una bebita y el apodo se quedó con los años.

—Debe estar ayudando a Mel con las golosinas —respondió Robert.

Mario entró en la casa sin prestarle mucha atención mientras Gliselda sonreía e intentaba ser cordial.

La relación entre Robert y sus suegros no era la mejor. Nunca lo habían querido demasiado, lo veían como alguien mediocre para su preciosa y sumamente inteligente hija

Cuando Robert y Melanie salían en la secundaria tenían un grupo de amigos en común, amigos que los padres de Melanie no consideraban apropiados para ella, Robert incluido.

Más de una vez Mario debió ir en busca de los muchachos cuando la policía los llamaba para que fueran a buscarlos a la comisaría como un llamado de atención hacia los jóvenes.

Luego de la graduación y de la trágica muerte de una de las amigas más cercanas de Melanie, ella se había refugiado en Robert y ambos pasaban mucho tiempo en casa de los padre de la chica. Y éstos veían como su relación evolucionaba hacia algo sólido e irrompible. Melanie cambió la Medicina por Enfermería y Robert una carrera militar por la de policía y el matrimonio Loom comenzaba a sentir cierta desesperación.

Cuando la pareja se confirmó como algo que parecía ser para toda la vida, brindaron su ayuda, seguros de que nadie querría a su hija como él. Pero esa certeza no cambiaba su actitud hacia Robert, a pesar de que con los años habían aprendido a convivir en armonía con él.

—Está quedando todo precioso, mi Alena debe estar encantada —dijo la mujer con una sonrisa discreta. 

A la legua siempre se había notado la diferencia entre la familia de Robert y la de Melanie. Los padres de la mujer eran más elegantes, les gustaba vestir bien y hacer gala del poder adquisitivo que tenían, mientras que los padres del oficial siempre habían sido modestos y humildes en su vida cotidiana, a pesar de tener un buen pasar económico.

—Claro, pero lo que más le importa en este momento son los regalos y el trampolín.

Ambos se sonrieron y ella, luego de una inclinación de cabeza, entró a la casa. Robert suspiró con rostro rendido ante sus suegros.

Tampoco era que la familia se juntara en su totalidad muy seguido, pero los momentos en los que eso ocurría la incomodidad se sentía.

En frente, Octavio miraba por la ventana cual señora chismosa. No había que ser muy inteligente para deducir que era el cumpleaños de Alena gracias a las decoraciones; además Melanie lo había invitado el día anterior  y él tenía el mejor regalo para la niña.

Sonrió mientras acariciaba con el pie la panza de Mascarita, quien no paraba de pedirle mimos. Él a veces pensaba que es perrita lo ayudaba a mantenerse del lado correcto en la balanza de la cordura. Y a veces deseaba haber conseguido un cactus para poder pasar al extremo incorrecto sin impedimentos.

Y eran esa clase de pensamientos los que hacían que su comunicación con Alexia fuera más frecuente de lo que querría.

—¿Sombras? —había preguntado la chica al otro lado del teléfono la noche anterior.

—Sí, sombras en mi mente, Alexia, como siempre pero diferente. Más oscuras —había respondido con sinceridad.

—¿Has pensado en ir al médico?

—Eh, que tampoco es que estoy loco ni me quiero tirar del techo de la casa...

—No no, claro que no. Pero la mente hay que cuidarla así como el cuerpo, recuerda que eso siempre nos han dicho los profesionales de mi hermano y han sido muy acertados.

—Mientras pueda hablarlo contigo, no voy a destrozar más maquetas.

—Me parece excelente. ¿Hablamos en la semana?

—Por supuesto. Gracias.

Ahora, mientras las sombras de su mente casi nublaban la visión de la realidad correcta, él no podía dejar de pensar en su conversación con Alexia y desear que fuera Julia quien lo escuchara.

*******

No me odien!! Estaba con un gran bloqueo y quería que este capítulo fuera uno solo, pero para subir HOY (haber si me obligo a tener constancia) lo dividí en dos... o tres xD

Eso ♥

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora