4- Preocupaciones

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-Maestra, ¿usted cree que Alena está bien? -preguntó Astrud con mirada triste.

La ausencia de la niña en el salón se sentía como un vacío asfixiante. Los niños habían hecho dibujos en su honor y le habían escrito cartas, eso los hacía sentir mejor.

Cada vez que una risa sonaba un poco fuerte era sofocada por la tristeza de que la pequeña no estuviera allí, cada vez que la maestra pasaba la lista y la nombraba sin intención, el silencio se apoderaba del salón. Los niños estaban tristes y asustados por su amiga.

-Yo creo que si, su papá está haciendo todo lo posible por encontrarla, recuerden que él es policía. Estoy segura que pronto estará de nuevo aquí con nosotros.

-¿Es una de esos niños? Miro las noticias con mamá y hace tiempo dicen que se llevan a niños de sus familias, ¿eso le pasó?

Ante la duda de sus alumnos la maestra creyó conveniente hablar sobre el tema con sinceridad, en este momento no bastaba un dibujo o una carta para calmar las inquietudes de sus estudiantes.

-La verdad, Mica, todavía no están seguros de qué pasó. Lo que dicen en las noticias, como más de uno pudo haber oído, es que a la mamá de Alena la mató alguien muy malo y se llevó a la niña, seguramente porque ella fue un testigo, porque ella vio lo que esa persona hizo. Hay gente mala en el mundo, mis niños. Por fortuna somos más los buenos, por eso mucha gente está ayudando a la búsqueda de Alena y de todos los niños que son alejados de sus familias.

-¿Yo podría ayudar en la búsqueda? -preguntó Tadeo con voz y mirada firme. El niño había sufrido mucho la falta de su amiga y quería que volviera y le ofreciera té como cuando jugaban.

-No lo creo, Tadeo, ahora lo que mejor podemos hacer por Alena es mantenernos seguros, unidos y desear con mucha fuerza que ella pronto esté aquí, escuchando un poco de matemáticas, como ustedes escucharán ahora.

Los niños se sintieron reconfortados por las palabras de la maestra Kimba. Pero Tadeo quería ayudar a encontrar a su amiga, así que, mientras la maestra se puso a explicar matemáticas, él armó una lista de los lugares favoritos de Alena, tal vez estuviera en alguno, escondida. Porque tal vez ella había huido cuando le hicieron daño a su mamá y tuviera mucho miedo a salir. Tal vez él podría encontrarla.
....
-Papá, soy yo. Llámame cuando puedas -dijo Octavio luego de que la llamada fuera al buzón de voz de su casa. Acababa de subir del sótano y se sentía rodeado de miseria.

Casi de forma instintiva, se acercó a la ventana luego de colgar el teléfono. Miró la casa de enfrente, aún acordonada con cinta amarilla que rezaba: "NO PASAR - ESCENA DEL CRIMEN".

Por millonésima vez se preguntaba como su vida había llegado a la posición que había llegado y qué de depararía el futuro siendo él quien era. Siendo lo que era.

¿Podría tener una vida normal? ¿Podría llegar a destacarse como arquitecto? ¿Formar una familia...? No es que él hubiese querido formar una familia, pero ahora que la posibilidad de hacerlo parecía escurrírsele entre los dedos, se cuestionaba si podría él ser un buen esposo o un buen padre. ¿Y si tenía una niña? El horror lo invadió, pensando en otra niña que nadie parecía querer parar de buscar.

Se rascó la cabeza y llamó a Julia, nadie atendió.

Volvió a hacerlo y una voz de niño le contestó medio adormilado. Al instante le pasó el teléfono a su madre.

-¿Octavio? ¿Qué pasa?

-Pensaba que tal vez podamos vernos un rato esta noche.

-No lo sé -contestó ella dudosa. La verdad me cuesta dejar a Tadeo solo luego de que oscurece, ya ni siquiera voy a trabajar en la noche.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora