18• Muñequita

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•1996•

Silvia se sentaba con su amiga, feliz de que a su madre se le ocurriera la idea de traer té de verdad a la fiesta, no se creía capaz de fingir beber del aire que su amiga solía preparar. Mientras los adultos se reunían entre ellos, las niñas disfrutaban de un bello día de sol con té tibio y galletas, rodeadas de animales de felpa y porcelana.

Alguien miraba con malicia y malas intenciones la celebración de la hora del té ese lunes.   

****

—Esto es así, tú te sientas y esperas a los demás invitados mientras yo sirvo el té. Mascarita puede sentarse sobre ti.

Alena estaba preparando la hora del té del miércoles con sus nuevos invitados: Mascarita y Octavio. 

La verdad era que ella necesitaba allí a Mascarita. Octavio le caía bien, como le podía caer bien la señora Sammuels, como un adulto le podía caer bien a un niño. No estaba segura de si él podría ser divertido, en la cena se había portado bien y había hecho algunos comentarios que la hicieron reír. Pero a ella le interesaba Mascarita. Siempre había adorado a los perros, amaba a los perros de su abuela y no podía esperar para que llegara el domingo y verlos.

La perrita había crecido desde la primera vez que Alena la vio, pero no mucho. El contraste de su mascarita con el resto de su pelaje se había acentuado y se veía hermosa con su collar color lila y un tutú que Alena había encontrado entre la ropa de sus muñecas y que le iba de maravilla.

Alena tenía puesto un pantalón de jean y una camiseta color celeste, se había puesto un viejo collar de su madre que ya había hecho suyo y muchos broches en el cabello para sujetar el fleco que su madre le había cortado el día anterior; a ella no le gustaba. Su madre aseguraba que la hacía ver como una muñequita de porcelana, pero a ella le picaba en la frente y le sudaba al correr además de que se le paraba mucho en los costados.

Con parsimonia trajo uno a uno los peluches y los depositó en sus respectivas sillas asegurándose de que estuvieran cómodos.

Octavio la veía actuar, preguntándose si sus padres no notaban que la chica actuaba como una loquita. ¿Quién jugaba a lo mismo día tras día como una rutina sin aburrirse? Octavio no sabía como funcionaba la mente de los niños, pero estaba seguro que su yo infantil no hubiera soportado eso. Su yo infantil era activo y necesitaba innovar a cada momento sus juegos, eso le había ocasionado problemas con su padre a medida que crecía.

Aunque él no sabía que Alena no jugaba a lo mismo todos los días, ella se sentía en la obligación de oír a sus queridos peluches y de darles cariño, aunque a veces no le apeteciera, igual lo hacía y mientras lo preparaba se sentía feliz. 

Mientras ella servía el falso té, alguien tocó la puerta con apremio. Nicolás Sanders se encontraba en el umbral con rostro pálido cuando Melanie abrió.

Alena no lo vio, pero oyó como rogaba por ayuda a su madre.

Quiso ir a ver, pero Octavio la tomó de la mano antes de que pudiera alejarse.

—Alena —dijo escuchando como Melanie llamaba por teléfono a Robert—. Es mejor que esperes a que tu madre resuelva esto. Ven, siéntate y cuéntanos de tu día.

Alena lo miró insegura, de verdad quería saber que pasaba en su casa, pero creía que Octavio tenía razón, Nicolás lloraba y su madre hablaba bajito por teléfono a su padre, no parecía algo que ella debiera presenciar.

Pasó toda su vida sabiendo que habían "momentos de adultos", por lo general cosas malas que pasaban en el trabajo de su mami y de su papi. Ella sabía comportarse y les dejaba su tiempo de hablar a ellos.

Pasó toda la hora del té medio oyendo como Octavio intentaba distraerla y medio oyendo a su madre y Nicolás dentro, pero no sabiendo que pasaba en ninguna de las situaciones. Mascarita se había dedicado a morder uno de sus peluches y ella lo había permitido.

Cuando Octavio ya no sabía que más hacer para desviar la atención de la niña que parecía nerviosa, Robert entró por la puerta delantera haciendo bastante ruido. Octavio ni siquiera intentó detener al torbellino en que se convirtió Alena al oírlo. Solo se quedó allí, mirando la porcelana y pensando que tanto tendrían para contar unos cuantos peluches cada día.

—Necesito que vengas a la comisaría a dar tu declaración, no puedo hacer nada de lo contrario.

—¿De verdad hay algo que se pueda hacer? —preguntó Nicolás mirando a Robert con ojos suplicantes.

—Podemos enviar a los chicos a una correccional, o ponerte algún patrullero de custodia —respondió Robert, no muy seguro de sus palabras.

Alena entró con rapidez y se acercó a su padre que le tomó la mano y la acarició con delicadeza.

La situación de Nicolás era delicada, las amenazas de su ex pandilla habían llegado hasta su madre, y él estaba desesperado. Se sentía un tonto al no saber en lo que se estaba metiendo. Cuando Octavio entró con un brazo cargado de peluches y el otro sosteniendo a Mascarita todos lo miraron en silencio.

—Yo... esto, los invitados estaban inquietos porque... porque su anfitriona se había ido y... y pues los acerqué a que vieran que estaba bien. La-lamento interrumpir —dijo con nerviosismo.

—Ah, Octavio, veo que mi hija te hizo su víctima.

—¡Papi! —se quejó la menor mientras su madre le hacía señas para que la acompañara a la cocina. La mantendría allí hasta que su padre fuera a la comisaría y lograra resolver la situación de Nicolás.

*

Esa tarde, luego de terminado el horario escolar, Octavio estaba ocupado corrigiendo pruebas cuando Kaytlin entró al aula.

Cuando Julia entró a buscar a Octavio para invitarle un café encontró a la muchacha bajo el escritorio con la cara entre las piernas del profesor, y la cara de éste apuntando al techo con la boca entreabierta y la respiración agitada.

Julia hacía mucho no corría tan deprisa.

Tanto que tropezó en las escaleras, doblando mucho su tobillo y provocando que un grito escapara de su garganta. Ella no estaba segura si las lágrimas que rodaban por sus mejillas eran del dolor o la frustración con ella misma.

Seguía siendo la misma tonta e ingenua, la misma chica enamorada de los cuentos de hadas. La misma y a la vez diferente, solo que esta derrota fue más dolorosa porque sabía en lo que se estaba metiendo.

Solo no sabía que tan metida estaba hasta ese momento.

*****

Canción chuli pa usté

Cosita chiquita, tengo una nueva historia, esta vez de romance juvenil "normal" o casi. Sin muertes ni enfermedades mentales al menos xD, pasen a leerla si quieren ;P "Flores bajo fuego" se llama. Kissssss

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now