3- Lugar y momento equivocado

10.3K 1.6K 368
                                    

Octavio acababa de colgar el teléfono y había vuelto a la tarea de corregir planos de sus estudiantes cuando alguien golpeó la puerta y Mascarita empezó a ladrar.

Robert estaba al otro lado, con el rostro demacrado y la mirada perdida. Llevaba una camisa limpia y planchada que su madre le había entregado hacía un rato pero se sentía sucio, y eso era algo que no saldría de él nunca. La suciedad de la soledad y la tristeza se había pegado a él.

-Hola, Robert. ¿Qué se te ofrece? -preguntó Octavio con amabilidad, no le preguntó como estaba pues no se creía capaz de asimilar la respuesta.

-La verdad aún no estoy seguro, ¿puedo pasar? -cuestionó el hombre. Octavio se hizo a un lado y lo hizo pasar. Notó que el hombre había perdido peso y el porte fuerte que tenía era cosa del pasado, si Octavio no lo hubiera conocido antes, hubiera jurado que ese siempre fue su aspecto.

-¿Quieres café o cerveza? -ofreció Octavio, intentando ser un buen anfitrión.

-Cerveza está bien.

Robert siguió al muchacho a la cocina mientras Mascarita lo seguía de cerca oliendo sus pies. La casa de Octavio estaba bastante ordenada sin contar todas las hojas y lápices que tenía sobre la mesa. Octavio le extendió una lata de cerveza y despejó un costado de la mesa, para que Robert pudiera sentarse, al joven le pareció que lo necesitaba; él, por otro lado, se recostó en la encimera sosteniendo la cerveza entre sus dedos, el frío de la lata le entumecía la piel de la palma de la mano.

-No sé que más hacer ni a donde ir, no sé donde encontrar las respuestas a las preguntas que ni siquiera me atrevo a formular. ¿Tú sabes algo? ¿Viste algo? A esa creo que estabas aquí, ¿no?

-En realidad, me había quedado a corregir unos trabajos, unas maquetas que los chicos trajeron a clase y no podía traer a mi casa.

-Claro, entiendo. La verdad es que intento que alguien me diga algo, cualquier cosa, he hablado con un par de vecinos, a demás de lo que les dijo la policía, pero ninguno vio nada. ¡Ellos, que saben sobre la vida de todos en el barrio!

-A veces no ven nada y a veces no quieren verlo. Conozco a alguien que sufrió violencia desde que fue un niño de parte de su padre y todos lo sabían, pero fingían no saberlo y no hacían nada.

Octavio hablaba de si mismo cuando le dijo eso a Robert. Los golpes de su padre, acompañados del llanto de su madre llegaron a su mente como fogonazos de recuerdo, pero los reprimió.

-A veces lo hacen por miedo, a veces por ignorancia a veces porque simplemente no les importa lo suficiente.

Robert dejó la cerveza a medio tomar y se puso de pie dispuesto a marcharse, no sin antes preguntar:

-¿Y tú? ¿Por qué no denunciaste el caso ese niño? ¿Por miedo, ignorancia o porque no te importaba o...?

-Por miedo, Robert. Porque ese niño era yo.

......
Caía la noche y las farolas comenzaban a encenderse con lentitud, todas menos la de la esquina de la casa azul. Nicolás caminaba hacia esa esquina con paso presuroso: se le había hecho tarde estudiando en la biblioteca del secundario y su madre debía estar esperándolo preocupada. A él ya no se le hacía tarde nunca.

La luna aún no había salido y las estrellas estaban brillando cada vez con más fuerza, mientras los últimos minutos de claridad abandonaban el cielo.

Nicolás iba tarareando una canción que escuchaba en su discman pensando en que debía dejar de ser tan cobarde y decirle a Robert lo que sabía. Miró a ambos lados para cruzar cuando los vio calle abajo.
Eran cinco chicos rodeando algo en un terreno baldío a mitad de la cuadra, y lo estaban pateando. Nicolás reconoció casi instantáneamente a los muchachos con los que se juntaba tiempo atrás. Medio escondido por la oscuridad de la farola que no andaba, se agazapó cerca de los arbustos de la casa azul. Bajó los cascos de música hasta colocarlos en su cuello con la intención de oír algo.
Una parte de él sabía que debía correr, que eso sería lo más sensato, pero otra parte quería saber que pasaba, qué era lo que pateaban.

Vio como uno de ellos se agachaba y tomaba algo del bulto en el piso, y en seguida oyó un par de risotadas provenientes de los otros. Nicolás creyó distinguir una cartera, pero no pudo comprobarlo porque todos salieron corriendo con rapidez calle arriba, hacia donde él se hallaba escondido, alguien se aproximaba a la figura en el suelo -qué el vio era una joven mujer- así que ellos huían.

Nicolás no tenía tiempo de moverse, intentó meterse más entre los arbustos rezando porque no lo vieran. Pasaron corriendo y uno de ellos giró el rostro hacia donde él estaba y lo vio.

Siguieron corriendo y Nicolás rezó que la falta de luz fuera suficiente para que no lo hayan reconocido.
No se animó a acercarse a las personas que iban llegando a la figura del suelo, no se animó siquiera a pararse de donde estaba por más de cinco minutos, hasta que los latidos de su corazón volvieron al ritmo regular. Luego, oyó las sirenas de policía, alguien había alertado de esto a los oficiales y Nicolás lo agradeció.

Mientras caminaba las pocas cuadras que quedaban hasta su casa se convencía a sí mismo que no lo habían reconocido, que ni siquiera se percataron de quien era.

Cuando abrió la puerta de la casa su madre se acercó con rapidez a él y le reprochó la hora de llegada, asegurando que estaba muy preocupada por él.

.......
-¿Es usted uno de los hombres que investiga mi papá? -preguntó Alena al hombre. Ella estaba parada en un rincón, abrazando un pequeño conejo rosa que Él le había traído de obsequio, mientras él cambiaba las sábanas de su cama por primera vez desde que llegó allí.

-¿Podría responderme, por favor? Hace mucho no hablo con nadie...

-No sé a quien investiga tu padre. Ni me interesa -dijo con una voz forzadamente diferente a la suya.

-A los que se llevan niños en camionetas, ¿usted me trajo en una camioneta? -preguntó sorprendida de haber hallado respuesta por parte del silencioso hombre.

-Algo así.

-¿Y podría volver a casa en una camioneta?

-Nenita linda, ahora esta es tu casa. Nadie te busca, porque nadie te quiere, solo yo te quiero.

-¡Eso es mentira! Mis papás me quieren mucho -respondió la niña con voz llorosa. Lloraba ante las palabras del hombre y lloraba ante la posibilidad de convertir ese lugar en su hogar
........................

a que no se lo esperaban dudes??
Siganme en IG para enterarse de más novedades y cosas de las historias!! v.gise.s es la cuenta
perdón los guiones cortos!!!

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora