21• Celos

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Había desaparecido otro niño. Eso decía en las noticias, habían comenzado a llamar "tiempo gris" a ese último período, porque alguien había asociado a los niños con el color y la alegría, y su desaparición dejaba la vida sumida en un triste gris.

Robert, que ya estaba ejerciendo como detective, seguía de cerca la cacería de los responsables, al parecer se trataba de trata de personas, otros creían que se utilizaban los órganos de los niños para que las familias adineradas salvaran a sus hijos sin esperar en la lista, algunos creían que tenían bajo sus narices una red de prostitución infantil...

Lo cierto es que, con las pistas que tenían (un par de camionetas vistas cerca de las escenas y algunos testimonios) no podían suponer mucho.

El último niño había sido arrancado de la mano de su madre por una mujer con un pasamontañas y subido a una camioneta a plena luz del día. Un hombre había perseguido la camioneta y en determinado momento habían tres camionetas iguales en la carretera y tomaron rutas diferentes, el hombre no recordaba la matrícula por lo que muy a su pesar debió rendirse.

Habían seguido el trayecto de cada camioneta gris ese día, pero solo habían llegado a una incendiada a las afueras del estado. Robert analizaba el fax que le había enviado un colega del estado vecino con el testimonio del hombre y la impotencia se instalaba en sus células, como cera caliente, pegándose y quemando.

 *

Alena jugaba con toda su clase a la atrapada, niños contra niñas. En ese momento les tocaba a las niñas atrapar a los niños y Alena siempre había sido una corredora veloz.

El sudor hacía que su fleco se pegara a ambos lados de su rostro, pero no le importaba, estaba decidida a atrapar a Astrud. Astrud también era veloz y le estaba costando llegar a agarrarlo, pero estaba cerca, solo debía ser un poco más rápida.

Y se cayó.

No se dio cuenta, fue demasiado rápido. En un momento corría tras su amigo y al siguiente estaba en el suelo con las manos ardiendo y la rodilla derecha dolorida. Ni siquiera sabía con que había tropezado. 

Astrud dejó de correr al instante y se acercó, pero Tadeo ya estaba a una lado de Alena mirando su rodilla. Un par de niños fueron a buscar a la maestra y así se paró el juego.

—Que mal, estaba por atraparte y me tropecé —dijo quejándose la niña mirando a Astrud.

—Nunca me hubieras atrapado, Alena-ena —respondió. Hacía un par de días había comenzado a llamarla así y a ella no le molestaba, así que no le decía nada.

—¡Claro que sí! Tadeo, tú me viste, estaba a punto de atraparlo.

—Es cierto —dijo Tadeo con vergüenza.

—Tú no digas nada, que te atrapa cualquier chica —dijo Astrud.

La verdad es que Tadeo le caía bien, pero le molestaba que distrajera a Alena y se llevara su atención. Micaela y Silvia se acercaron corriendo desde el otro lado del patio, ellas no jugaban a la atrapada, pero oyeron que su amiga se cayó y corrieron a ayudarla.

—¿Qué pasó, Ali? ¿Estás bien? —preguntaban.

—Sí, no fue para tanto. Solo me duele un poco y me sale sangre porque me raspé. 

La maestra también se acercaba con rapidez a ver que había ocurrido.

Astrud y Tadeo ayudaron a Alena a ponerse de pie y caminar hasta el salón mientras la maestra no paraba de reprenderla por haber estado corriendo cuando ella no debería hacerlo y menos sin una supervición personal. La chica ponía los ojos en blanco pero solo sus amigos la veían y reían.

Astrud quería que Tadeo se alejara, Tadeo quería estar con Alena porque le caía bien y le tenía cariño y Alena los quería a los dos cerca.

Ese día, aún con la pierna sentida, en los últimos diez minutos de clase Alena entregó una tarjeta a cada compañero por su cumpleaños número 10.

*****

Octavio Morales estaba recostado en el frío piso de madera con Mascarita a sus pies. No estaba seguro porque, pero a veces hacía eso. Miraba el techo mientras sentía cada punto de apoyo del cuerpo contra la madera del suelo.

Tenía las manos detrás de la cabeza y el rostro concentrado, se sentía perdido.

Estaba perdido en su propia mente mientras rememoraba su última charla con Julia, en la cual ella le había dado un freno a la relación que estaban comenzando a tener. 

"—No necesito cretinos en mi vida, no necesito a nadie en mi vida, Octavio —había dicho en la línea.

—Julia, podemos seguir en camino hacia donde nos dirigíamos, si quieres que sea algo más serio y formal puedo prometerme no acostarme ni tener ningún acercamiento sexual con nadie y...

—No quiero que me prometas nada, ya está. No somos nada ni nunca lo seremos. Adiós, Octavio —susurró antes de cortar la comunicación telefónica."

Esas palabras le habían dolido más de lo que él hubiera creído que le podían doler. Pero no pasaba nada, no era eso lo que le preocupaba porque sabía que podría, muy lentamente, recuperar el cariño y la confianza de Julia. Si es que eso era lo que de verdad él quería, claro. Porque no lo tenía del todo claro aún.

La pregunta que le carcomía la mente no tenía que ver con Julia ni con los sentimientos que aparentemente tenía. Porque descubrirse como un ser capaz de sentir era casi un alivio para él, a pesar de que los sentimientos descontrolaban la vida de una persona, eran lo de menos.

Había algo mucho peor que amenazaba con destruir su vida y su persona.

Y era el monstruo que era.

Lo enfermo que estaba.

Lo aborrecible de sus constantes pensamientos.

Y el peligro que suponía su creciente obsesión.

De simple curiosidad a una creciente incomodidad por el poseer información. Y de eso al punto casi del acoso que estaba llevando a cabo cada noche al espiar por la ventana de la casa de enfrente.

Alena estaba en peligro y él era el causante de ese peligro. Él era ese peligro.

Apartó las manos de su cabeza y las llevó a ambos lados del cuerpo, solo para golpear repetidas veces su cráneo contra el piso, intentando eliminar sus pensamientos.

Desde muy joven había un pensamiento que no paraba de girar en su cabeza: "vas a terminar mal".

Y por "terminar mal", él siempre se había referido a cosas como volverse loco, perder el control y asesinar al abusivo de su padre, terminar como él y dañar a Alexia o a sus futuros hijos.

Pero esto, caer tan enfermo por una niña, era algo que ni en sus momentos más oscuros, en esos donde toda su miseria humana se exponía, imaginó que pasaría.

No podía controlar su mente, volvía una y otra vez al mismo punto. Sus actos lo llevaban por el camino de la perdición sin que él pudiera hacer nada al respecto.

En ese momento mientras miraba la oscuridad de su casa con un gran dolor en la parte trasera de la cabeza se juró no lastimar jamás de ninguna forma a Alena. No permitir que su mierda la ensuciara, se juró matarse antes de ponerle una mano encima.

Con una sonrisa perversa en su rostro Octavio comenzó a formar parte de la más pura oscuridad que lo rodeaba. 

*****

Okey, demasiado para tanto tiempo sin actualizar :o No lo he hecho porque la verdad estaba por el piso y no era capaz de exigirme sentarme a escribir lo suficiente... y luego pam!!, mil historias en la mente otra vez así que me relajo y solo escribo esta y una novela negra en "Litnet" llamada "Crimen en Ruthford", pueden ir a ver.

No hay canción hoy :o

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now