15• Deber un favor

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•1996•

Octavio entró en casa de sus padres de la mano de Julia.

La chica lo miró con una ceja alzada cuando él se secó las manos en el pantalón antes de tomar la suya; el nerviosismo del muchacho resultaba tierno.

La casa de la familia de Octavio era grande pero no ostentosa. Parecía antigua y su fachada daba casi a la calle, separada de esta solo por una pequeña calzada; todas las casas en el pueblo eran así. Estaba pintada de un delicado marfil con molduras color rosa palo, era encantadora.

La señora Morales, una mujer con ojos café y nariz ganchuda los recibió con una espectacular sonrisa mientras analizaba a Julia con rapidez.

A la señora Morales le ponía muy triste que su hijo estuviera tan solo estando tan lejos de ellos, por eso cuando su hijo la había llamado para preguntarle si podía llevar compañía, casi no cabía en sí de contenta.

-Mi niño. ¡Estás más flaco! ¿Acaso no te alimentas? ¿Y esas ojeras? ¿No me digas que pasas la noche con tus casitas? -preguntó la mujer mientras revisaba a su hijo. Era bastante tierno de ver porque Octavio le sacaba casi una cabeza a su madre.

-Hola, mami. Como bien, tranquila. Y sí, paso mucho con las maquetas...

-Estos niños, nunca aprenden. Y tú eres su Julia... tan linda chica. ¡Al fin mi hijo tiene novia!

-Exageras, mamá, como si nunca hubiera tenido una...

Las orejas de Octavio estaban todo lo rojas que podían y él lucía muy abochornado.

-Señora Morales, es usted una mujer exquisita -dijo la chica ante la elegante mujer que se regocijó con el cumplido, intentando desviar la atención de su acompañante; él chico le envió una mirada de agradecimiento.

Cuando Octavio la había esperado fuera de su trabajo con una margarita en la mano, Julia solo había sonreído. En su mente se empezaba a formar una escena muy al estilo de "Mujer bonita", solo que sin tanto lujo en el medio. Además, ella se llamaba Julia, demasiadas similitudes para ser solo una casualidad.

-Julia, Julia los sapos croan y dicen Julia. El colibrí vuela solo porque tú existes, ¿lo sabías? -dijo Octavio extendiendo la flor que la chica tomó al instante con una sonrisa sarcástica.

-Octavio, no serás el mejor poeta de este siglo, eso lo aseguro -respondió mirándolo con coquetería.

No es que le gustara Octavio, pero algo dentro de ella se removía con la situación. Él extendió la mano con delicadeza y entrelazó sus dedos con los de ella.

-Hermosa Julia, debo ser sincero desde el comienzo. Mis intenciones aquí no son puras -dijo él mientras caminaban por la calle. El aire se había vuelto más fresco a lo largo de las últimas dos semanas.

-Habla y yo me encargaré de decidir eso -contestó la chica.

Octavio sonrió, colocando la nota justa de inocencia en sus ojos al mirarla.

-He venido a pedirte un favor, querida.

Ella alzó las cejas, esperando.

-Este fin de semana debo ir a almorzar a casa de mis padres -dijo él; mojó sus labios con su lengua y siguió: -Son personas muy amables y se preocupan por mí, asegurando que tengo tendencia a la soledad.

Octavio contemplaba las paredes pintadas con graffitis a la luz de las farolas, la calle en la que caminaban ahora estaba bastante bien iluminada. El dibujo de un hombre calvo devolvía la mirada con ojos expresivos y enojados, bajo él, una mandarina y un morrón rojo servían de alimento para las hormigas.

Alena//COMPLETA HASTA 10/05 // DISPONIBLE EN FISICOWhere stories live. Discover now