Torbellino de emociones.

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Narrador Omnisciente.

— Esto está muy bueno. — Comentó Valentina, llevando un trozo de carne a su boca. Juliana le sonrió, y siguió comiendo de su plato. Limpió su boca y bebió de su vino blanco. — Y esto está mejor. — Murmuró mientras volvía a beber. Ella amaba el vino en todas sus presentaciones. Había pasado mucho desde la última vez que disfrutó de una buena comida completamente. El día había transcurrido de manera calmada y pacífica. El tiempo estaba a su favor, y la compañía de ambas eran beneficiosas. Mordisqueó de nuevo, deleitandose con la maravilla que tenía ante sus ojos. La morena la había llevado al mejor restaurante fuera de la ciudad. Se habían prometido estar lejos de todo, y todos. Sus ojos siempre brillaban con emoción y la adrenalina la consumía de una manera asombrosa. Apagaron sus móviles en cuanto salieron del lujoso hotel y se dejaron llevar por las pasiones.

Juliana echó su plato a medio acabar hacia adelante, dejándose caer en la silla. Se sentía realmente extasiada y sabía que en cualquier momento estallaria si seguía comiendo. Valentina la miró con desdén, y metió el último bocado de comida a su boca.

—¿Cómo puedes comer tanto? — Preguntó la morena riendo y sorprendida por la cantidad de comida que la castaña había ingerido. — Yo apenas puedo respirar y no comí tanto.

—Pero si estuvo buenísimo. — Ladeó la cabeza, asintiendo y dejando su plato a un lado. — ¿No te ha gustado? — Preguntó curiosa. — Tú me has traído hasta aquí.

—Me ha encantado. — Contestó. — Sólo que si sigo comiendo, voy a estallar. ¡Lo juro!

Valentina se burló de Juliana, riéndose como tanto le gustaba a su morena.

—No ha sido gran cosa, Julianita.

La morena puso los ojos en blanco.

—No me llames así. — Pidió fingiendo molestia.

—¿Cómo? — Preguntó Valentina, inocente.

Julianita. —  La castaña rio alto, haciéndose notar dentro del lugar. Cuando cayó en cuenta del gran espectáculo que estaba dando, bajó la vista y silenció la risa, haciendo reír esta vez a Juliana. — ¿Qué pasa?, ¿por qué no sigues riendo?

—¿Te causa mucha gracia, eh? — Preguntó Valentina, con las cejas levantadas. Agarró en sus manos un espárrago y se lo aventó a su novia quien dejó de reír cuando vio lo que había hecho. Su semblante fue serio, y risueño al mismo tiempo. Juliana no quería reír, quería fingir molestia pero su ojiazul se veía tan feliz que no quería que nada, ni nadie, empañara su felicidad. Con las miradas se estaban retando, y Juliana, así como la castaña, le devolvió el espárrago que recién había tirado. Habían comenzado el juego de aventarse comida, luchando por ver quién obtenía la victoria.

Valentina tomó el resto que había en su plato, y antes que pudiera aventarlo, una voz la detuvo.

—¡Valentina Carvajal! — Gritó una mujer con alegría. Giró su cuerpo y reconoció a Camila, una de sus mejores amigas de Canadá.

—¡Camila Allen! — Gritó emocionada Valentina, quien yacía en los brazos de su amiga. Las dos se abrazaron con sumo cariño y se saludaron con dos besos en la mejilla, como solían hacerlo cuando compartían departamento en las vacaciones a Canadá.

—Qué guapa estás. — Comentó Camila, haciendo que Valentina se girara para dar una vuelta.

—Oh, gracias. — Le sonrió. — Tú también. ¿Tú cabello ha crecido? — Preguntó mirándola de pié a cabeza.

Camila deslizó su melena hacia adelante, acariciandola.

—No es lo único que ha crecido. — Le guiño un ojo y Valentina sonrió. ¿Cómo podría olvidar lo divertida que era su amiga cuando quería? — ¿Qué estás haciendo aquí? — Preguntó. El semblante de la castaña cambió. ¡Por Dios! Había olvidado a la morena por un segundo. Instintivamente, volteó a verla pero ella no estaba.

Prohíbida Tentación || °Juliantina||Where stories live. Discover now