|Buenas Nuevas, y Juliantina|

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CIUDAD DE MÉXICO.

DOS AÑOS DESPUÉS...

CASA CARVAJAL — VALDÉS:

—¿Qué estás comiendo?—Valentina se llevó las manos al pecho mientras respiraba con dificultad. Eran las tres de la mañana, y la castaña había despertado con un antojo peculiar: papas fritas, con helado de chocolate y nueces. Juliana se acercó hasta ella con los ojos entrecerrados, y sus ojos se abrieron cuando observó lo que la castaña estaba comiendo. Sintió repulsión, y ganas de vomitar.

Se cubrió la boca con una mano, y Valentina rodó los ojos mientras ingería otra papa dentro del pote de helado.

—¿No quieres?—preguntó juguetona, y Juliana negó rápidamente con la cabeza mientras las ganas de vomitar aumentaban al ver a Valentina comer—. Más para mi—se encogió de hombros, y Juliana rió—. ¿Qué haces despierta, mi amor? Creí que estabas cansada.

La morena respiró profundo.

—Lo estoy—abrazó a Valentina por la cintura, y la castaña dejó de comer para abrazarla por el cuello—. Pero extrañaba a mi esposa en la cama—ambas se sonrieron, y Valentina le acarició la nariz con la suya—. ¿Cómo te has sentido?—preguntó curiosa, y Valentina la vio intensamente—. Eva me dijo que has tenido mareos frecuentes. ¿Quieres que vayamos mañana al médico?

La castaña negó.

—Son síntomas normales, cariño—le dijo—, y Eva es poco melodramática. Así que no le hagas caso—Juliana sonrió—. ¿Leíste la publicación que hizo Guillermo sobre tu trabajo en Estados Unidos? Fue fabuloso. Creo que voy a enmarcarlo.

—Lo he leído unas—se mostró pensativa—, seis veces. Es increíble lo profesional que se ve Guillermo—Valentina asintió—, aunque debo confesar que cuando leí su nombre me asusté un poco.

Ambas rieron.

—Guillermo cambió mucho, y yo a veces tampoco me lo creo. Es decir... —se separó de Juliana para tomar otra papa frita con helado, y la morena hizo una mueca de desagrado al verla—, está buenísimo. ¿Segura que no te apetece?—Juliana negó rápidamente mientras reía.

—No—contestó—, pero sí me apetece una copa de vino.

—No puedo tomar y lo sabes—gruño Valentina, y Juliana puso los ojos en blanco.

—Lo sé, cariño—le acarició la mejilla—. Entonces dices que Guillermo cambió.

—Sí. El amor lo cambió, y para mejor—suspiró viendo a Juliana servirse una copa de vino en la cocina de su casa. De su hogar—. No puedo creer aún que hayan elegido el mismo día de nuestra boda para casarse también.

—No me molestó compartir ceremonia con Camila—contestó—, se veía muy guapa con su vestido de bodas pero no tan guapa como mi esposa—le sonrió—. ¿Vamos al sofá?—preguntó, y Valentina asintió.

Tomadas de la mano caminaron hasta el sofá de su amplia casa, y Valentina se sentó entre las piernas de Juliana mientras la morena bebía cómodamente de su copa de vino.

La atrajo hacia ella, y le besó el hombro descubierto gracias al suéter amplio que la castaña estaba usando esa madrugada. Normalmente, era algo común que hacían cuando Juliana regresaba de algún viaje. Eso, y que la morena la echaba de menos a cada segundo, en cada momento. Se habían acostumbrado tanto a la presencia de ambas, que ya no concebían sus vidas sin la otra.

—¿Recuerdas el día hicimos oficial nuestro compromiso?—preguntó Valentina mientras acariciaba el muslo de Juliana con sus dedos—. Estabas tan nerviosa—ambas rieron.

Prohíbida Tentación || °Juliantina||Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ