Dulce Tentación

9.2K 372 50
                                    

Narrador Omnisciente.

HOTEL CRISTOFF...

—¿Estás lista? — Preguntó Valentina mientras sujetaba de nuevo los brazos de Juliana detrás de la silla. —No quiero que intentes soltarte del amarre. Si lo haces, tendré que castigarte. — Amenazó, dejando a la morena estupefacta. ¿Desde cuándo Valentina de había convertido en una diosa sexual?

La morena asintió, viendo cada uno de sus movimientos. La detalló nuevamente en las penumbras, y la vista que tenía era un espectáculo para sus ojos. Se le dificultaba respirar, y sus ojos no podían estar más encendidos por la excitación que tenía en el medio de sus piernas. El sexo entre ellas siempre había sido bueno, pero nunca tomaron la iniciativa de profundizar más allá. Pensó también que, el experimentar cosas nuevas, juntas, era lo mejor que podían hacer para fortaceler su relación. Ambas amaban el sexo de todas las formas: Delicado, suave, fuerte, rudo. Ésos últimos eran los que a Valentina últimamente le gustaba practicar. Muchas veces se instruyó leyendo libros para auto ayudarse en cuanto al sexo entre mujeres. Al principio no sabía cómo tocar, ni dónde hacerlo. Vio vídeos en una página web en línea, sintiéndose mal por estar viendo contenido indecente, o lo que creía que era indecente puesto que le resultaba atractivo.

La morena gimio cuando sintió los labios de Valentina en su cuello. Trazó líneas con la lengua, hasta llegar al lóbulo de la oreja haciendo que jadeara en deseo. Valentina le había sacado la camisa que llevaba puesta mucho antes de amarrar sus brazos. Lo que conllevaba que la tenía en sujetador de encaje rojo. Sus ojos se posaron en los preciosos pechos de su novia, y mordió su labio cuando imaginó su lengua acariciando sus pezones erectos. Dejó un beso en su mejilla, y llegó de nuevo a sus labios. Introdujo la lengua sin tanto preámbulo, sintiendo cómo la morena se estremecía ante el contacto de sus bocas. La castaña subió una de sus manos, para juguetear en el vientre de ella. Las yemas de sus dedos estaban frías y se retorció un poco cuando las sintió.

Cesó los besos, subiéndose ahorcajadas en su regazo. Hizo un moviendo de caderas a lo cual su novia gimio y esta sonrió al ver cómo su novia cerraba sus ojos para mejorar la sensación. Acarició detrás de su cuello, y volvió a su cuello dejando besos más que húmedos. A la morena le encantan la sensación de los labios de su novia, eran finos, y buenos. Hacían un trabajo excepcional. Ella lo sabía, y su centro ansioso también. Valentina cesó los besos y subió las manos hasta los pechos de la morena aún cubiertos por el sujetador. Los tocó levemente, como si su vida dependiera de ello. Quería proporcionarle el mejor placer a su novia y quería que Juliana nunca olvidara esa noche. Sonrió de medio lado cuando vio que la morena cerraba los ojos ante sus caricias, y se atrevió a pasar los dedos por debajo de éste, sintiendo la dureza de los pezones erguidos de Juliana.

Ante el tacto, besó sus labios, mordiendo su labio inferior. — Eres una pervertida — Comentó la morena en sus labios, sintiendo la respiración agitada de su novia. Valentina la vio directamente a los ojos para luego sonreírle.

—Sé lo que te gusta y cómo te gusta. — Respondió antes de pellizcar suavemente sus pezones. Juliana gimio bajo, ganándose una sonrisa triunfadora de su novia. — Ésto es sólo el comienzo, Juliana. No sabes lo mucho que te he deseado en tu ausencia. Estar tan lejos de ti es como pagar una promesa.

Juliana clavó la vista por un segundo en su novia, antes de sentir como Valentina comenzaba a moverse sobre sus piernas. Acarició su cabello, enredando hebras en sus dedos para luego echar hacia atrás la cabeza de su novia y besarle apasionadamente el cuello. La morena no podía aspirar más; su ojiazul le estaba proporcionando un placer indiscriptible, sobre todo porque amaba la sensación de tenerla en sus brazos.

Valentina dejó de besarla, levantándose de su regazo. Desamarró sus manos y la morena, por instinto carnal, la atrajo a sus brazos para besarla furtivamente. Gimio cuando sus lenguas se encontraron una vez más, conociéndose nuevamente, aumentando su lívido y su deseo de ser tocada en los rincones más profundos de su cuerpo. Puso las manos en sus caderas, acariciando sus piernas, subiendo el vestido casual que llevaba la castaña en esa ocasión. Cuando Valentina sintió las manos de su novia, acariciandola, se dijo que era suficiente.

Prohíbida Tentación || °Juliantina||Where stories live. Discover now