Capítulo XXXIII: Extracción

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El derecho a la vida

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El derecho a la vida.

Un derecho absoluto protegido por ley. Un derecho otorgado por humanos a los humanos, pero hasta qué punto este derecho en realidad era aplicado. Sí, las mascotas se mintieron así mismo. Un derecho no era conveniente si este iba en contra de sus intereses. Y sí, la conveniencia estaba en la vulnerabilidad de este derecho exhibiendo protección desde la gestación del ser humano hace siglos.

Es por ello que, durante la revolución, las máquinas protegieron solo las vidas que estaban en desarrollo a partir de la sexta semana de gestación. A este proceso le llamaron Extracción.

Espera.

No, este no fue acto de bondad.

Eh aquí la mercadería para ser usada como mascota. Esto dista demasiado en relación al origen de la mascota que está a lado del cyborg, ahogándose en un mar de pensamientos, y todos terminan en tragedia. Es instintivo del humano esperar lo peor en una situación que le provoque temor; y aunque ella ignore los próximos eventos, la ignorancia no la exceptuará de ser partícipe de los hechos. Se siente indefensa. Está aferrada al brazo del cyborg como único medio de protección.

—Está aquí —titubea el cyborg.

Erion agudiza su sentido auditivo. Es lo único que puede hacer. Él conoce que de la red no se puede escapar. Será juzgado. Él sabe su destino, pero ¿y la humana? Las temblorosas y, a su vez, delicadas manos que se aferran a su brazo izquierdo lo invade de una emoción diferente a otras.

Miedo.

Palabra que desconoce, pero penumbra en su sistema porque por muy autónomas que sean sus funciones de la dosis de emociones que recibe siempre habrá un agente extraño. La perfección solo es una construcción del estatuto del comportamiento social robótico que debe verse reflejado en un cyborg.

—¿Quién? —pregunta inquieta Snake.

Erion desea responder, pero se encuentra contrariado por aquel latido extra en la habitación. No puede alejarse de la realidad, y es que, gracias a su base de información, su procesador reconoce que la mascota está en avanzado estado de gestación. Justo ahí, la claridad se asoma.

El objetivo de la red es el feto, piensa.

—Tu conclusión es acertada. —Una voz masculina se filtra en la habitación.

El cyborg no puede visualizar la figura, pero la humana sí. Ahí, al otro extremo de la cama, se materializa una figura acuosa transparente de apariencia humana. Snake parpadea varias veces incapaz de comprender que la figura con apariencia masculina se transforma a una femenina.

—Has ido en contra del código 1991 de la ley de Protección Social Robótica —dice la figura femenina.

Erion no tiene que percatarse que la figura mueve su forma en su dirección para saber que esas palabras son para él.

—Soy consciente de la infracción a ese código —responde Erion, pero a su vez sabe que hay otro código infringido que no pertenece a la ley robótica.

El código 003 de la ley para mascotas.

La red roja se lo recalca:

—Has ido en contra del código 003 de la ley para mascotas —dice, imponiendo su autoridad bajo una voz aguda que cambia a un registro infantil masculino, y así mismo lo hace su figura—. Menciónalo —ordena.

Erion obedece.

Prohibida la interacción entre máquinas y mascotas más allá del modelo pautado de cuidados y utilidad —termina el cyborg, tratando de interceptar el minúsculo comando cerebral que se encuentra detrás de su oreja izquierda para realizar la remoción de los recuerdos de las últimas interacciones con Snake y Sugar.

La red no se lo permite.

—¿Quién eres? —irrumpe la humana.

La figura de un niño se gira hacia ella. La humana siente que fue incorrecto interrumpir el diálogo entre la figura y el cyborg. Sin embargo, la figura le responde.

—Soy la red roja.

—Quédate en silencio, Snake —musita Erion.

—No, Erion —dice la red, esta vez, dando unos pasos a su izquierda para rodear la cama y estar cerca de la humana—. Yo deseo escuchar a la mascota. —Se detiene a casi un metro. La red ve el vientre de la humana. Sabe que ahí está lo que desea bajo su dominio. Entonces, contrataca buscando debilidad—. Humana, ¿qué harás con el feto una vez que nazca si no tienes los recursos necesarios para mantenerlo vivo en este mundo donde solo eres una mascota?

—¡Es mío! —Snake se exalta, sin dejar de aferrarse al cyborg.

—No, es mía —decreta la red, haciendo alusión a su vez del que el feto es femenino.

—¡No! —Erion se coloca por delante de Snake.

Extracción. —Es lo único que dice la red.

El cyborg cae de rodillas en el suelo haciendo que la humana resbale en el proceso, pero él no puede ocuparse de ella porque la red lo ha inhabilitado. Sus brazos caen pesados aferrados a su torso. Su estructura craneal se inclina en dirección hacia el suelo.

—¿Erion? —tartamudea la humana, logrando ponerse de pie y retrocediendo en el proceso porque la figura se dirige lentamente en su dirección.

¿Ella que puede hacer?

¿Cómo puede defenderse?

La vulnerabilidad la consume.

—No luches, mascota —dispone la figura que vuelve a tomar forma adulta masculina—. No te dolerá.

—¡No! —grita la humana tanto como puede, pero es en vano.

Desde la figura salen hilos del mismo material acuoso transparente que se dirigen hacia Snake y empieza a penetrar en su piel en varias partes de su cuerpo convirtiéndose en una especie de sedante. La mascota cae de rodillas al suelo.

—¿Por qué? —suelta, mientras empieza a debilitarse—. ¿Por qué me lo arrebatas?

La red no responde.

La humana solo es capaz de medir el horror de la escena que es participe cuando, —en sus últimos segundos de conciencia—, su mirada se posa en su vientre para darse cuenta que un dolor se filtra y un sangrado aparece a través de la tela de su vestido celeste.

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⏰ Última actualización: Apr 30, 2022 ⏰

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