Capítulo XXV: Mecánica

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Replicar la apariencia de una mascota no figura como una falta... solo, pero tan solo, es como si un humano en el pasado se hubiese ubicado un disfraz de los animales a los que llamaron "mascota". Tan solo eso significa.

Un disfraz.

Un juego.

El humano se quitaba el vestuario y volvía a ser lo que era: un ser que evolucionó ante su papel en la naturaleza y dominó el hogar de ésta para luego destruirla.

Pero... la mediadora tiene en claro lo que implica pasar más allá del tiempo prudente, portando una imagen de quien solo es considerada como un juguete o un desecho de lo que la naturaleza un día consideró parte de su cadena evolutiva. Ahora solo son un fósil de la historia. Ella sabe que lejos de la red roja no podrá desvelar el velo de piel que transforma su apariencia y tendrá que asumir las consecuencias.

Sus pasos se adentran a la línea divisoria donde termina la red roja y empieza la blanca. Su entereza por lograr su objetivo la deja al borde de preguntas en la que se cuestiona si —en ejercicio de su deber— su existencia será recompensada en otra si falla. Tal vez no retorne. Tal vez se vuelva un desperdicio reciclable para un nuevo modelo de clase trabajadora, pero con circuitos neuronales y campo de área de ejecución ajenos. Tal vez...

Ya no existiría.

Ni memoria. Ni recuerdos. Ni sensaciones vividas. Nada. Absolutamente nada.

Baja su mirada hacia los surcos de improntas en el suelo arenoso. Aquellas huellas pertenecientes al cyborg y la humana antes de ser extraídos por la red blanca; todavía impregnadas en aquel suelo arenoso rojo. Es como si estuvieran esperando a su llegada para ser desvanecidas luego por una tormenta imprevista.

Pero ella ejecuta esa acción primero.

Las borra con el pasajero roce de su mano que eleva y rellena con la misma arena. Un pequeño circuito que se filtra entre las hileras internas de los tejidos de su mano hace que sacuda los retos de la partícula arenosa en su básica vestimenta. Aunque la luz del día arrope su cuerpo y vea con claridad a su alrededor, nada la prepara para lo que se avecina. Extracción. Antes de que pueda lograr enderezar su cuerpo, es atrapada por los hilos de redes blancas con destellos de pequeñas luces. Un espectáculo que no estaba al alcance de sus avanzadas pupilas hasta ahora en que la red prohibida decide abrazarla.

Y la absorbe.

Su visión ante el panorama en el que se ve envuelta es un anuncio de que está atrapada en algún punto de la red. Es su figura ante un espacio infinito de nada. Es como si su cuerpo fuera el punto de luz de la profunda oscuridad.

Eso, por extraño que parezca, la aterroriza.

¿Temor?

¿Desde cuando un mediador tiene tal caracteriza emocional?

Ahora es cuando pone en tela de duda su capacidad como mediadora y su decisión por optar una imagen que no es suya. Pero no es despistada. Su gran alcance de pensamiento cognoscitivo aclara su percepción de la realidad.

La red le está efectuando una prueba.

—¿Preparada, Oda? —Esa voz.

Mira a su alrededor en un instante de flaqueo, porque bien sabe ella que no encontrará nada si no colaboraba con la red. Asume que empezará por desquiciar su mente con recuerdos que tiene almacenado en lo más profundo de su memoria. Recuerdos que encriptó pasando por encima de la leyes de la red roja para ser mediadora.

—¿Dónde estás, mi niña? —El eco de una voz femenina, plausible y elegante, que escuchó con anterioridad se repite. No hay duda.

La red está abordando sus recuerdos.

Y ella piensa en seguir su juego.

—¿Mamá? —suelta, con una ligera voz genuina de preocupación.

—¿Por qué te escondes, mi niña?

Sigue siendo solo un eco.

La figura de esa voz no la acompaña en lo que es capaz de discernir.

—¿Dónde estás, mamá?

La mediadora se abstiene de continuar... quizás porque no puede seguir escuchando esa voz.

Pero la red no piensa ceder.

—¡Oh, mi niña! —La voz suena melancólica y en cierto punto resignada— Tienes que saber que las máquinas también pueden ser egoísta y malvadas, porque fuimos creados por un ser imperfecto con tales características quien buscaba perfección; y por más que queramos olvidarlo, siempre estará forzada su imagen en nuestras apariencias aunque se diga que es para recordar que podemos vernos como ellos y ser superiores.

—¡No, mamá! —grita, olvidando que es una prueba dejándose en sí a merced de la red.

La tiene en sus manos.

La red indaga más en la chispa de los recuerdos de la mediadora; y como si fuera poco, en un parpadeo, deja expuesto la escena que ella tanto guarda con recelo.

—¡No, mamá! —Se ve a ella misma en una configuración más joven, una niña, saliendo debajo de una mesa y gritándole a su madre, porque ya no aguanta que los otros cyborgs de piezas jóvenes al igual que ella se burlen de su apariencia por las integraciones básicas de ensamblaje que posee debido a su nivel en la sociedad como clase obrera—. Cumpliré quince años e iré por mi cuenta a la Torre para que me den otro propósito de vida.

Y así fue.

El recuerdo se desvanece ante la mirada de una madre, retrocediendo unos pasos y perdiendo estabilidad física como emocional por la decisión de su pequeña.

—¡No! —grita la mediadora, ante una emoción nueva que se riega por todo su organismo. Dolor. Pero no por una lesión tisular, sino por un dolor de pérdida.

Su cuerpo se enrosca como si fuera un feto en crecimiento.

Entonces, la red blanca cumple con su misión: recordarle a su nuevo integrante que los errores van de la mano como el amor y el dolor en un mundo real, mas no manipulado.

La mediadora es materializada en un punto ciego para quienes no han estado ahí antes, pero la puerta hacia su hogar para quienes saben que el lirio de plata da apertura a la entrada.

Y antes de que la mediadora sea capaz de divisar su alrededor, alguien se adelanta a abordarla.

—¿Sugar?

El cyborg observa un tanto confuso a quien debería de estar dentro de una de sus celdas y no en el exterior.



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Me disculpan mi desaparición. Estaba en conflicto con esta historia, porque llegué al punto de preguntarme: "¿Es buena?" Luego recordé que escribo, porque amo hacerlo y que si a alguien le gusta, pues bienvenido sea. 

¡FELIZ NAVIDAD!

Trabajo en una GRAN MARATÓN que será en la siguiente actualización, porque se lo merecen. Además quiero lanzar de un solo dolor una cantidad de capítulos que los dejen alucinando y entrando en un conflicto mental que para eso soy muy buena. JAJAJAJAJA *Risa diabólica*

Humano ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora