Capítulo X: Sentidos

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Sin permiso y ningún previo aviso, los asistentes son teletransportados al salón principal. Todos impactados con el anuncio. Drago se acomoda su saco ante la mirada de André. Se endereza. Su orgullo está desquebrajado. Insertarse emociones ilegalmente en su sistema ahora parece una pésima idea. Las idas al pueblo Rojo se vuelven un error. La sobredosis está haciendo efecto.

Le duele. La decisión de su padre rompe su barrera de control. Titubea. Inclina hacia un costado su rostro, mirando por encima de su hombro, y por última vez, hacia su primo que observa a su mascota con expresión interrogativa. Se vuelve hacia André. Alza su cabeza lo suficiente para imponer autoridad. No va a dejar que nadie lo vea caer. No es de más que algunos alrededor estén murmurando nuevamente.

La noticia de quién asume el poder de Humano es pronta y sorpresiva, pero quiénes son ellos para desacatar una orden. Se mueven por el régimen. El control es necesario. Las oportunidades en efecto deben efectuarse, y hoy es para el cyborg que se ha atrevido a traer a su mascota a una reunión así. Se percatan, entre miradas discretas, que la humana no es igual a los existentes. Entonces, aciertan. Sus procesadores neuronales la asocian a la nueva unidad que se expuso hace minutos.

Todos callan. El hecho que Erion tenga como propiedad a una nueva creación es parte de la reafirmación que él es el nuevo dueño de Humano. Drago se ve inmerso en la alteración de sus sentidos que se apresura a salir de la corporación sin soltar sospecha de sus intenciones. Pasa cerca de su primo que se encuentra aún distraído con su mascota.

Fuera de la corporación se declina ante el dolor al tropezar y caer de frente hacia el suelo. No espera que las miradas de los robots u otra unidad lo juzguen. En el clima cálido que rodea la cúpula, él desaparece. Un parpadeo y se encuentra en el piso de su compañía en Asia. Su acceso a la red de la empresa lo teletransporta directamente a su oficina.

Nadie lo ve. Todo está tan calmado. Es de noche. Los empleados están en sus hogares, pero alguien lo espera. En la silla reclinable de almohadón de seda se encuentra sentada Dea 2; el reemplazo de Asuki, su anterior mascota. El aire es puro. La decoración predominante de plantas trepadoras alrededor de los sólidos pilares ayuda a purificar el ambiente. Negro. Ese es color que desborda cada espacio de la oficina haciendo énfasis en el dominio y frialdad de su dueño.

Una copia de la Dea de Erion está con la cabeza cabizbaja, los ojos vendados por un pañuelo de encaje negro y las manos cruzadas hacia delante, descansando sobre sus piernas, pero atadas por una soga de nudos finos. Se tensiona. Puede sentir, percibir y hasta escuchar a su dueño, aunque ni hable. Solo con los pasos silenciosos y precavidos que Drago da hacia ella es lo que la hace temblar.

—Pensé que eras tú cuando vi la mascota de Erion —comenta Drago, empezando a acariciar el rostro de Dea 2.

Despliega su caricia hacia la barbilla de su mascota para alzar su cabeza. Ella se deja ir. Drago estudia a su mascota de pies a cabeza. Pensó que cualquier anuncio que se efectuara en Humano® el beneficiario sería él, pero se equivocó. Ahora algo tiene sentido. Su padre jugó su carta. Lo hizo creer ganador para cerciorarse de su presencia en la corporación solo para ser testigo que su primo le quitó lo que deseaba.

—Te llamaré Snake —indica, manteniendo aún sus manos en el rostro de la humana.

Sus dedos de apoco se hunden en la piel de la delicada mascota. La perfección del nuevo modelo es nata. La supresión de las cualidades de aprendizaje de la humana es corta. No como los antiguos productos. Esos donde se les extraía la capacidad de aprender más allá de la movilidad. Los nuevos al parecer no carecen del habla, pero está mal.

¿Qué quería su padre con ese nuevo producto al ser insertado al mercado? Hablar. Hablar está mal. Eso les da capacidad de entendimiento y luego. Luego. ¿qué? Luego habrá revolución. Querrán ser los dueños del mundo. Tomarán todo de nuevo y lo destruirán como lo hicieron en el pasado, porque algo que cae en manos del hombre se pudre. Sí, se pudre por ambición. De alguna manera ellos siempre quieren más.

Drago se aleja de Snake. Apega su cuerpo al escritorio y ve su obra. La humana que está frente a él es un modelo que presentó a su padre, pero esas modificaciones de no dejar suprimir al 80% la capacidad de entendimiento no son parte de su propuesta. Algo siente que debe hacer. Eliminar todos los modelos y tomar el control de Humano empieza a ser parte de su nuevo propósito.

—Te destruiré —masculla Drago, al tiempo que se dispone a enderezarse e ir hacia la parte detrás del escritorio donde está su majestuoso asiento.

—¿Puede soltarme? —La voz de Snake sorprende en su camino a Drago.

Sin voltear, y con lo mal acostumbrado que está de escucharla, rechista:

—¡Cállate!

Lo vuelve loco.

Asuki era diferente.

Una mascota dócil, pero Snake... Snake es lo opuesto. Y eso no debe ser así. Los cuidadores vendrían por ella si tan solo supieran que habla con tanta soltura. Un fallo. A eso se remitiría su excusa de ser el dueño de una humana así. Pero los errores no se cometen y menos en la corporación Humano®.

Se logra sentar. Cierra sus ojos. En una parte del obsequio de su padre antes de su decisión de desconectarse de la red debe de tener algún fin, un objetivo. ¿Acaso su mascota es la única que habla más allá de lo acordado por el sistema? O ¿La de Erion es igual? Y si es así, entonces toda la nueva línea es una condena de extinción para las máquinas. Un suicidio.

—No, mi padre no es capaz de dañar todo por lo cual se combatió por siglos.

Abre sus ojos.

Sabe por quién tiene que ir primero.

Y lo hará.

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