Capítulo XVIII: Defectos

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Ante la confesión de la mascota hacia su amo, ésta dejó de dirigirle la palabra al cyborg. Pero todo el telón se desliza ante sus ojos lentamente y la verdad está por surgir; y no lo sabe.

De estar acostada en una cama con la mirada hacia el techo. Su cuerpo hace contacto con material frío y tieso. Un piso. El techo no es el mismo. Parpadea. Justo ahí se da cuenta. No está en la habitación y su rostro no hace otra cosa que inclinarse hacia un lado para observar dónde se encuentra. A unos pasos ve la figura de un hombre.

De golpe se sienta. Sus manos se posicionan en el piso como medio de estabilidad. Un mareo la sorprende. Lo menosprecia. Ha tenido otros peores. Ese puede ser ignorado. Se mueve en su propio eje, pidiendo en secreto ver el rostro familiar con el que se siente segura. Lo ve. Su amo está poniéndose de pie. Sus ojos vagan hasta la mirada del cyborg que se ve furiosa.

—¿Crees que puedes hacer lo que se te plazca con nuestras existencias? —cuestiona el cyborg, yendo directo hacia el hombre que Sugar reconoce ahora con la mente más despejada.

Niega con la cabeza.

Ante ellos se siente diminuta. Frente a frente los dos cyborgs se miran en desafío. Ninguno hace un ligero movimiento con intención de golpear al otro. La violencia está prohibida. Es un delito lastimar a otra máquina si no eres un Cuidador, Oculto o Mediador. Aunque este último su función sea casi un secreto. Cometes ese error, y terminas en la Torre.

—¡Hazlo! —grita Drago, inesperadamente.

Erion siente la descarga de aire que lleva el grito de su primo. Lo desafiaría. Lo golpearía. Sin embargo, hay leyes. Y él es el vivo retrato de quien las cumple. Su procesador, sus sentidos, su energía y cada parte que conforman su materia hierve de adrenalina. Está en ese punto donde no se debe avanzar, pero cae.

Cae en el preciso momento en que escucha su nombre bajo la voz de su mascota. Ella está con él. Ni siquiera la había notado. Solo pensaba en ir directo a su carcelero. Ahora éste cae al suelo por un golpe de puño en su mandíbula.

—¡Idiota! —brama Drago, deseoso de recuperar el equilibrio y devolverle el golpe.

Pero se queda intacto en el suelo, agarrando su quijada. Moldea con movimientos su parte afectada, y esta se recupera. No sintiera dolor si no fuera por su adicción a las dosis de emociones. Su atención se ve atraída hacia la mascota de su primo que se levanta y va directo hacia su amo. Lo abraza por la espalda. Él se voltea y le devuelve el abrazo. Desde su existencia no había visto afección más intima entre una mascota y su dueño.

—¿Te atrae la humana? —suelta Drago, sin miras de medir el alcance de las palabras que dice.

Una congelación sistemática a todo su ser hace apartar a Sugar de sus brazos. Erion no puede creer lo que su primo es capaz de preguntar. ¿Atracción por una mascota? Eso solo podría significar un defecto. Él no puede sentir más que afinidad hacia su humana. Y eso es lo que siente, ¿no?

Su procesador entra en conflicto.

Defectos.

Defectos.

Defectos.

Solo eso puede repetir neuronalmente.

Agarra su cabeza. Un dolor empieza a afligirlo. Uno intenso. A pesar de tener las emociones moderadas para un cyborg, el dolor se filtra como veneno. Cae al suelo. Su humana lo sigue. Intenta acercarse, pero él la rechaza haciendo un movimiento rápido con su brazo que la hace tropezarse.

—¿Qué ocurre? —cuestiona Sugar, intentando equilibrarse.

—Tú sí sabes lo que ocurre —interviene Drago, levantándose del suelo con la sonrisa en su rostro en son de orgullo.

Drago rodea la figura de su primo para quedar frente a él y poder despilfarrar todo su veneno. Es el momento que tanto ha querido. Lo iniciará con la primera dosis de realidad.

—No entiendo —replica Sugar.

Drago la ignora.

—No hay lógica en que mi padre te haya seleccionado como dueño de Humano® —alega Drago, convencido que su siguiente argumento es válido—. Entonces, lo comprendí. Él lo hizo, porque sabría que no me quedaría en mi escritorio en Asia a ser un simple observador. 

Erion empieza a recuperarse al tiempo que procesa las palabras de su primo. A eso se resume todo. A un defecto que les pertenece a los humanos, pero ahora Drago lo tiene. Ambición. Sus pensamientos divagan, mientras Drago continúa.

—Él desea que te enseñe como es realmente nuestro mundo. —Se ríe—. Erion, tanto tiempo enclaustrado en un corto espacio y dedicado a empaparte de información del pasado que te aislaste del presente.

Erion alza su cabeza y mira a su primo quien disfruta de su "momento".

—¿A qué te refieres? —demanda Erion, pero bien sabe que sus palabras son solo distracción para analizar el panorama y terminar con toda la escena ridícula para volver a casa.

—¿Has ido alguna vez al Pueblo Rojo? —Alza una ceja— ¿Has visto lo que hay allí?

La expresión en la mirada incrédula de Erion le da la respuesta a Drago.

—Tal parece que crees que los humanos solo son simples mascotas.

Erion se levanta vigilado ante la mirada de su primo. ¿Qué otra función tendría un humano que ser simples mascotas?

—Termina con todo este teatro —exige Erion. Echa un vistazo a Sugar que se pone de pie y no hace otra cosa que mirarlo. Él le brinda un gesto de "todo estará bien".

Sugar siente que le falta algo. Deja de mirar al cyborg y se fija a su alrededor. Su gemela. Ella no está. No han tenido la oportunidad de hablar. De estar cara a cara. De preguntarle qué pasó con su hijo. Recuerda el día en que la visita a la clínica terminó por ser una confusión de apariencia pensando que ella era su hermana, así que le dieron en sus manos los resultados de una revisión médica rutinaria y no las que en realidad debía de recoger. Y la curiosidad la llevó a descubrir que su hermana tenía pocas semanas de gestación. Pensó en decírselo. Claro que se lo diría, pero no pudo. Ella recayó.

Al día siguiente ya estaba en una caja criogénica por convencimiento de su hermana y en colaboración de su bajo autoestima. Y eso fue todo. Ahora no entiende nada. ¿Qué pasó con el bebé? Su hermana se ve tan joven como ella. Así que, no pasó tanto para que se criogenizara. No puede concebir la idea de un aborto o que dejó a su niño botado en algún orfanato.

—¿Dónde está ella? —pregunta Sugar, preocupada.

Sus palabras se diluyen en el aire, porque ambos cyborgs siguen desafiándose con la mirada. Suspira. Debe buscar la manera de encontrarse con Alisson o como ahora su dueño le dice "Snake". Aunque poco sabe que esa tarea se verá truncada.

—Cierren sus ojos, porque verán la basura de nuestra revolución —suelta Drago de improvisto.

Sugar se queda inmóvil al igual que Erion. Un fugaz flashback en la memoria de la mascota la lleva al momento del comedor y las escenas que le causaron dolor. Otra vez no, ruega mentalmente. Es tarde. No son escenas. Es real. Son teletransportados. Un zumbido y la sensación de aire en dos parpadeos envuelven la capacidad de entendimiento de la humana, pero su amo está claro.

Una sensación de peligro recorre su sistema. No puede creer lo que ve. Había escuchado algo del Pueblo Rojo lo cual lo hizo estructurar en su memoria algo parecido a una zona en ruinas. Un lugar donde los robots sin repuestos divagan. Pero es otra cosa y con horror su ojo biónico analiza la zona. Es el infierno de los humanos, piensa.

Humano ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora